lunes, 28 de julio de 2025

Aclaratoria: Clemente Orozco sí amó a Zapotlán

 



Esteban Cibrián



No intento distraer la atención de quienes lean lo siguiente, un panegírico de la personalidad de nuestro egregio coterráneo JOSÉ CLEMENTE ÁNGEL OROZCO al recordarse el 23 del actual, el 88 aniversario de su natalicio como hijo legitimo del Sr. Irineo Orozco y de la señora Rosa Flores de Orozco; ni deseo recordar con sentimiento elegiaco su fallecimiento acaecido el miércoles 7 de septiembre de 1949, fecha que fue conmemorada en la ciudad de México, en Guadalajara y en otras ciudades, menos en su ciudad natal por los grupos culturales, Junta de Festejos Cívicos, ni por las Autoridades. Tal vez en esta ocasión se ocuparon del natalicio de Orozco otros destacados escritores u oradores que supieron aquilatar su grandiosa obra dejada dentro y fuera del país.




Aquí con este motivo sólo intento defender al muralista zapotlense de ciertas censuras propaladas por sus mismos coterráneos que desconocen la realidad. Si él viviera, no dudo que les respondería con la sinceridad y entereza que siempre lo caracterizaron. Mas ahora es oportuno hacerlo, porque aún vivimos algunos de los que nos enteramos del motivo que truncó sus deseos.

Se ha dicho: que una prueba de que Orozco no quiso a su Patria Chica, es el no haberle dejado una de sus obras, un mural… ¡Qué injusto reproche!

JOSÉ CLEMENTE ÁNGEL OROZCO sí amó a Su Zapotlán. Sí deseó con vehemencia dejarle un recuerdo imperecedero de su extraordinario arte. Pero… el egoísmo, la incomprensión y el mal entendimiento que de su sana intención recibió de aquellos zapotlenses que pudieron brindarle la oportunidad impidieron, que Orozco legara ese beneficio. Ni él estuvo exento de la verdad que denuncia el adagio: "Nadie es profeta en su tierra". He aquí la verdad.

Después…, que Orozco estuvo en los Estados Unidos dando a conocer su arte, conquistando la admiración de Alma Reed, de la Sra. Sikelianos, del poeta Van Noppen y otros genios. Después… de que el Doctor Kalimacos Patriarca de la Iglesia Griega en Nueva York en ceremonia solemne rebautizó a Orozco, colocando en su cabeza una corona de laurel le puso por nombre, PANSELENOS, que fue el de un famoso pintor griego del tiempo de Bizancio, pronunciando solemnemente éstas frases: "Para nosotros los griegos, todos los verdaderos artistas del mundo, de todos los tiempos, son griegos".





Después… de que en el Colegio de Pomona, Hollywood había pintado un mural con el tema de "Prometeo". Después… de haber hecho varios murales en la planta baja de la Biblioteca del Colegio de Dartmouth en Hannover, dejando maravillados y gratos a los patrocinadores, Después… de haber dejado para la admiración del mundo sus frescos en la Capilla del Hospicio Cabañas de Guadalajara. Después… de eso y más… Clemente Orozco vino a Zapotlán con el exclusivo y ardiente deseo de que su ciudad natal gozara también del privilegio de otras ciudades como testimonio del cariño que por ella sentía, que poseyera a perpetuidad una de sus obras. Para eso hizo lo siguiente:

Una vez Clemente Orozco en Zapotlán, se hizo acompañar de los señores profesores Alfredo Velasco Cisneros y Dr. Leodegario Turcio y Flores1, para manifestar sus deseos y pedirle un pedazo de muro al entonces Presidente Municipal que lo era el Sr. Guillermo Ochoa Mendoza. Ya en presencia del funcionario le participó su deseo y atentamente le solicitó un muro, ya fuera del Palacio Municipal de otro edificio público. PERO… iOh decepción! … El señor Ochoa Mendoza, secamente, despóticamente le contestó: ''No, no, aquí no hay muros para eso…”

Uno de los acompañantes en el acto le reprochó al Presidente Municipal su reprobable actitud. Clemente Orozco sintiéndose un tanto humillado, tomó del brazo a los dos señores y se salieron del despacho del Presidente Municipal.




En esa ocasión Orozco pidió que se le dejara pintar la Capilla de la Purísima, ofreciendo que lo haría sólo con motivos religiosos. También aquí fracasó.
Ahora bien; una vez hecha esta aclaración, dejemos que el PUEBLO sea el mejor JUEZ.

Antes de terminar este aclaratorio, conviene reflexionar que muchos verdaderos beneficios de que se priva a nuestra ciudad, se debe al egoísmo y escrúpulo mal entendido de algunos zapotlenses, como éste que aquí me permito denunciar.

¿Qué fuera de Ciudad Guzmán si se le hubieran dado facilidades a Clemente Orozco?... ¿No sería un lugar turístico visitado hasta por multitud de extranjeros?...





Zapotlán de Orozco Jal. Noviembre 23 de 1971.

El Informador. 5 de diciembre de 1971


1.- El Dr. Leodegario Turcio y Flores, nació en Iztapalapa el 2 de octubre de 1901. Estuvo casado, en segundas nupcias, con María de la Cruz Hurtado, originaria de Autlán. Se avecindó en Zapotlán en 1928 y participó en actividades culturales. Se tiene el registro que fue jurado de un concurso de oratoria en 1969, junto con Juan José Arreola, el Prof. Alfredo González Vargas y el Dr. Jesús Figueroa Torres, entre otros. Falleció en Iztapalapa de “diabetes mellitus” el 13 de enero de 1974. En el acta de defunción se declaró que vivía en la calle Independencia 82, de Ciudad Guzmán. El periódico El Informador (16 de mayo de 1937), le publicó el siguiente poema: SERENATA/ A la Srta. María de Jesús Morreno y Cerda./ Hermosa niña de lo negros ojos,/ hermosa niña de los labios rojos,/ ven, que la aurora llama a tu reja/ y un trovador se queja,/ tras tu balcón.// [Y] en los jazmines y enredaderas/ que se desbordan por tu ventana,/ verás, sultana, verás temblar,/ límpidas gotas en la mañana/ y blancas flores verás brotar.// Ya en el oriente la aurora bella/ teje su tela multicolor,// y en el alero blanca paloma,/niña, se asoma,/ para arrullarte con su clamor.// Mientras Favonios en el boscaje,/ canta y suspira entre el ramaje,/ o juguetea sobre una flor,/ en el espacio luna de plata/ cierra sus ojos llenos de amor.// Ya en las almenas de tu castillo,/ la golondrina con dulce trino/ canta su endecha primaveral,/ y en tu ventana, bella sultana,/ y ante tu reja, siempre se queja, tu trovador.// Dr. Leogardo Turcio y Flores// Ciudad Guzmán, Jal. Abril de 1937. (Por la nota: Salvador Encarnación).


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