miércoles, 22 de noviembre de 2023

Zapotlán sin Orozco

 


Fernando G. Castolo


Sin duda alguna, la estoica presencia de Zapotlán, en el plano universal, se debe en gran medida a la meritoria labor de sus hijos que, dentro del campo creativo y recreativo, la han sabido ensalzar. Tal es el caso del muralista José Clemente Orozco, quien viera la luz primera un 23 de noviembre de 1883.



Sobre las sensibles entrañas de esta Ciudad Guzmán se escuchan aún los lamentos por no contar con obra de este personaje, que se erige gallardo como un Prometeo en donde quiera que sí pudo plasmarla: Ciudad de México, Guadalajara, Jiquilpan, por ejemplo.


Se encuentra documentada la intención que Orozco tuvo para plasmar algo de su obra mural en esta antigua Zapotlán.





En 1936, siendo presidente municipal Francisco Chavira Rojas, el profesor Manuel Chávez Madrueño (líder moral de la educación en Zapotlán) da cuenta de que, en entrevista con el director del Museo Regional de Guadalajara, el célebre pintor Ixca Farías, se enteró del expresado interés que el artista tenía para visitar su tierra natal y pintar en sus muros.


En este año José Clemente se acababa de domiciliar en Guadalajara, donde había sido contratado para ejecutar una obra-mural en la Universidad, en el Palacio de Gobierno y en el Hospicio Cabañas. Por ese motivo se externaba que “…considerando la significación que tendría para el municipio la ejecución de una obra artística de un pintor que actualmente es un valor positivo en el mundo artístico, y de los gastos relativamente cortos que habría que erogar…”, era preciso propiciar un acercamiento con Orozco, para lo cual se pensó en acudir con el escritor Guillermo Jiménez (destacado diplomático zapotlense), rogándole entrevistar al artista para invitarlo a venir, en representación del H. Ayuntamiento, y que le indicara qué elementos tendría que proporcionar el municipio para la ejecución de la obra que pensaba plasmar. Con ese motivo se aprobó declararlo “Hijo Ilustre de Ciudad Guzmán”.





Ignoramos sobre este particular cuál fue el seguimiento que se le dio, o la exposición de motivos que se ventilaron para salvar los obstáculos que permitieran que, finalmente, Orozco pintara; pero lo que sí nos queda seguro es que el artista nunca plasmó nada en Zapotlán. Es probable que, de haber pintado algo José Clemente, su tema inspiracional hubieran sido los textos que ya había trabajado y publicado Guillermo Jiménez en su opúsculo “Zapotlán, lugar de zapotes” (1933), material que conoció José Rolón, aún inédito, y que utilizó para su suite sinfónica “Zapotlán, 1895”, composición que nuestro músico da a conocer en 1929.


Después de la muerte del artista, el siete de septiembre de 1949, una serie de homenajes de carácter nacional fueron propiciados por las altas cúpulas políticas y culturales del país. En un ensayo publicado en octubre del propio año, Juan José Arreola refiere: “Ha muerto el más grande de los hijos de Zapotlán. Murió en él un mexicano universal, uno de los artistas que han llevado el nombre de nuestro país a todos los ámbitos del mundo… Qué bueno sería si Zapotlán, que ha tratado de reconquistar su antiguo nombre, lo hiciera uniéndolo al del más insigne de sus hijos. Si se llamaba Zapotlán el Grande, la designación de Zapotlán de Orozco no desmiente la pretendida grandeza, sino que la verifica en el genio de José Clemente Orozco, cuyo nombre ha sido inscrito ya en los anales gloriosos de la Patria y cuyas cenizas reposan en la Rotonda de los Hombres Ilustres”.





Con la desaparición física de José Clemente Orozco, la comunidad zapotlense, incentivada en gran medida por el intelectual Alfredo Velasco Cisneros, inicia una serie de intentos, con profusos y bien expuestos criterios, para que Ciudad Guzmán sea rebautizado con el nombre de Zapotlán de Orozco, con un doble fin: Para recuperar la primitiva nomenclatura de la población y para honrar al esclarecido muralista de fama internacional, según lo había referido el propio Arreola en su colaboración dentro de la revista “Zapotlán en México”.


En Zapotlán, en un inicial intento por hacer eco de estas palabras, el Ayuntamiento, encabezado por Alfonso Moreno Vera, impone el nombre de José Clemente Orozco a la antigua calle de Riva Palacio (por creerse que sobre la misma había nacido el genial pintor), el 30 de septiembre de 1949.


Para 1951, un sendo homenaje se organiza en la ciudad, siendo el cénit del mismo la develación de una placa de mármol alusiva al lugar de nacimiento del esclarecido artista, misma que quedó instalada en la casa-habitación de don Carlos Villanueva (hoy Casa de los Postres), sobre la calle José Clemente Orozco.





A este emotivo acto asistió el gobernador del estado, Lic. Jesús González Gallo, y la viuda del muralista, doña Margarita Valladares. Ese año, por cierto, el escritor Juan José Arreola ganaría los Juegos Florales de la ciudad con su composición “Oda terrenal a Zapotlán el Grande con un canto a José Clemente”, donde destaca el histórico episodio: “José Clemente: Ahora que Zapotlán escribe tu nombre prometeico sobre una hoja de mármol memorable…”.

Esta placa de mármol fue retirada en 1985, sabiendo todos que la prefijada casa no era la nativa del artista (en realidad nació en la esquina de las hoy calles Federico del Toro y José Clemente Orozco, frente a la Plaza Principal), y se depositó en el Archivo Municipal. Hoy en día se localiza en la sala que lleva su nombre, al interior del Palacio Municipal.


Para 1956, siendo gobernador del estado el Lic. Agustín Yáñez, se invitó a Diego Rivera para que plasmara una obra mural en el Palacio de Gobierno. Rivera no solamente estaba dispuesto a ejecutar el mural, sino inclusive a donarlo al pueblo de Jalisco. Sin embargo, en carta que escribe desde Rusia, puso una sola condición al gobernante: Que se cambiara el nombre de Ciudad Guzmán por el de Zapotlán el Orozco. Yáñez le hizo saber que esa también era su intención, y que el tema lo abordó desde su gira electoral.


Una vez llegado a la gubernatura en 1953 encontró muchas reticencias para cristalizar el proyecto del cambio de nombre, después se vino el centenario de la Revolución de Ayutla (1954), en la cual sucumbió don Gordiano Guzmán, lo que hizo de todo inoportuno el anhelado cambio. Claro está que como no se pudo cambiar el nombre a Ciudad Guzmán, tampoco Rivera pudo plasmar una obra mural en Jalisco (un año después fallecería).





El último intento para impulsar esta iniciativa se realiza en 1965, siendo recientemente nombrado gobernador de Jalisco el Lic. Francisco Medina Ascencio, en carta dirigida por el Grupo Cultural “Arquitrabe”, y por más de 200 profesionistas y vecinos notables de la ciudad, siendo también infructuoso el intento.


Años más tarde, el gobernador Alberto Orozco Romero, en una sentida carta que le envía a Esteban Cibrián, director del Museo Regional de Ciudad Guzmán, declararía, a propósito del cambio de nombre de la ciudad: “… en mi mente sólo existe el recuerdo de las palabras de Diego Rivera, quien siempre juzgó que ese sería el mejor homenaje permanente a la memoria de Clemente Orozco…”.





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