Pedro Vargas Avalos
En
los tiempos actuales y sobre todo en las grandes ciudades, es
sustancial el servicio de coches de alquiler. Estos son denominados
por lo general como “taxis” y su sinónimo de “carro o coche de
sitio”. El uso común de llamarlos “taxis” es porque
originalmente su nombre es el de “taxímetro”, palabra compuesta
de las palabras griegas "taxis" (orden o tarifa) y "metron"
(medida), es decir, ese es el aparato que mide o debería de medir el
precio del servicio de transporte prestado por el coche que maneja el
taxista, también conocido como conductor de taxis, es decir, el
chofer del vehículo de alquiler.
El vocablo "taxímetro"
ya casi no se usa, solo la apócope taxi y en algunos lugares, el
término “libre”. Aquel aparato es un dispositivo que calcula la
tarifa de un viaje basándose en la distancia recorrida, el tiempo
transcurrido y si es nocturno o diurno. Por lo tanto, la palabra
"taxi" se refiere al vehículo que utiliza ese dispositivo
para determinar el costo del servicio.
La vida moderna exigió
que los prestaciones de transporte particular se multiplicaran, y así
surgieron las plataformas estilo Uber o Didi. En estas, quien
requiere ser trasladado a determinado lugar, llama a la central
telefónica de la compañía que prefiere y luego se le informa el
precio del traslado pedido, el nombre del conductor y los datos del
auto que prestará el servicio. El pago puede realzarse en efectivo o
por tarjeta de crédito. Ordinariamente estos automóviles son de
modelo reciente, con aire acondicionado y un conductor presentable en
lo físico y su indumentaria. En los “libres” eso no suele ser
igual, dejando bastante que desear.
Los centros de transporte
son puntos donde es prioritario obtener el servicio de transporte
particular, o en su caso el de tipo colectivo para las personas que
no pueden o no quieren pagar más allá de lo que el transporte
público cobra oficialmente. Uno de esos parajes son los
aeropuertos.
En nuestro país, todo aeródromo cuenta con
carros de sitio y por lo general, no pueden prestar ese servicio las
plataformas o taxis que se ubican en las ciudades. En pocas palabras,
los que manejan la concesión del servicio aeroportuario de taxis,
gozan de un monopolio. Y esta clase de estructuras se caracterizan
porque explotan un servicio o producto específico y es controlada
por una sola empresa u organización.
En efecto. El artículo
28 de nuestra máxima ley, precisa en su párrafo inicial: “En los
Estados Unidos Mexicanos quedan prohibidos los monopolios, las
prácticas monopólicas…” y luego agrega en un parte del segundo
párrafo, que “la ley castigará severamente, y las autoridades
perseguirán con eficacia, toda concentración o acaparamiento… de
servicios, que de cualquier manera hagan, para evitar la libre
concurrencia o la competencia entre sí o para obligar a los
consumidores a pagar precios exagerados y, en general, todo lo que
constituya una ventaja exclusiva indebida a favor de una o varias
personas determinadas y con perjuicio del público en general o de
alguna clase social”. Más claro ni el agua.
Ahora pasemos a
reseñar que el servicio desde el aeropuerto (en el caso nuestro, el
de Guadalajara) está en manos de una empresa particular. Este
organismo con la complacencia de autoridades de toda índole, impiden
que una persona pueda solicitar un servicio de transporte particular,
a una plataforma de taxis o a los mismos taxistas que operan en
algún municipio de Jalisco. Pero de igual manera funciona este
servicio en las terminales aéreas del país.
Estos consorcios
controladores del transporte del aeropuerto no cumplen con los
principios, no tan solo constitucionales que ya anotamos, sino con
los que plantean los especializados en el ramo, para mejorar su
prestación, pues al no tener competidores, poco les importa mejorar
su actividad.
En cuanto al precio que se les debe pagar, no es
libre, (por lo tanto, lo del taxímetro es una ficción) ya que
imponen severas tarifas que forzosamente debe cubrir todo
derechohabiente. Luego viene lo peor: no existe la capacidad para
brindar un pronto transporte cuyo coste ya fue pagado con
anticipación. Cuando se arriba a la terminal aérea tapatía, si no
se tiene un pariente o amigo que acuda para llevarnos a nuestro
destino, en vistas del pésimo servicio público que existe, hay que
recurrir a los taxis “oficiales” del aeropuerto, y allí a veces
nos indican: el tiempo de espera puede ser de una hora. Durante el
aguante correspondiente, consultados algunos viajeros, testimonian
que a ellos les ha tocado esperar hasta más de dos horas, por lo que
si abordamos el respectivo coche en una hora o menos, ya es un
ventajoso logro.
Consecuencia de lo anterior, son los
comentarios constantes: ¿por qué el gobierno federal, permite que
se perjudique a las personas de esa manera? Sobre todo, considerando
que es totalmente anticonstitucional lo que hacen los operadores de
ese servicio de transporte. Preguntado alguno de los choferes de
tales unidades, sobre si los dueños de las unidades en que trabajan
son políticos, contestan temerosos “que quizás sí”. Tal como
se estila en la república, no seria nada raro que picudos personajes
que medran agraviando a la ley y al público, estén metidos en este
asunto, y claro está, con la condescendencia del gobierno.
La
cuestión es que el espacio de los aeródromos es de competencia
federal, y por lo tanto esta autoridad protege, contra el interés
del pueblo, a los empresarios de los taxis aeroportuarios. Y las
multas para el conductor que se atreva a desafiar tal medida, son
colosales, pues llegan hasta los $54,000.00 pesos. Por su parte la
Guardia Nacional, muy quisquillosa, está con los ojos abiertos para
no permitir se preste el servicio dentro del área que les
corresponde vigilar.
En una reciente protesta frente a la
Secretaría de Gobernación, en la capital de la nación, una persona
allí presente manifestó: “Pedimos y exigimos que los usuarios
tengan la libertad de elegir si toman un viaje por aplicación o un
taxi, monopolizan todo”. (El Universal, 19/09/2024). Lo que
fundamentalmente se exige, es que haya piso parejo para todo taxista,
y ello irá en beneficio de la población.
Ojalá que la máxima
autoridad de la federación, tome cartas en el asunto y acabe con
este monopolio de los taxis aeroportuarios, con lo cual salvaguardará
la Constitución que los prohíbe, protegiendo -como es su
obligación- a los mexicanos y visitantes que son millones en las
terminales aéreas nacionales.
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