Víctor Hugo Prado
El pasado 12 de octubre, la Universidad
de Guadalajara celebró un siglo de su refundación, impulsada por el
entonces gobernador de Jalisco, José Guadalupe Zuno Hernández.
Aquella gesta no fue menor: surgió del espíritu renovador de la
Revolución Mexicana y de sus demandas sociales, entre ellas el
derecho a la educación, consagrado en el artículo 3º de la
Constitución de 1917. Detrás de ese ideal se conjugaron las
voluntades de intelectuales, académicos y liberales que entendieron
que el progreso de una nación solo puede sostenerse sobre la base
del conocimiento.
Durante la ceremonia inaugural, el gobernador
Zuno designó como primer rector a Enrique Díaz de León y pronunció
un discurso que aún hoy resuena con fuerza: “Va
la Universidad a formar hombres. El grano que tú siembras son almas,
jóvenes estudiantes. Vosotros sois la médula de esta obra, sois el
fin y el principio de ella, sois la Universidad.”
A cien años de distancia, esas palabras mantienen vigencia y
sentido: la Universidad sigue siendo semillero de pensamiento,
libertad y servicio.
Desde entonces, la Universidad de
Guadalajara ha consolidado su carácter como institución pública,
autónoma y con personalidad jurídica y patrimonio propios. Su Ley
Orgánica establece con claridad su misión: impartir educación
media superior y superior, fomentar la investigación científica,
tecnológica y humanística, y promover la cultura en toda la
entidad. En suma, formar ciudadanos críticos, profesionales
competentes y comprometidos con su entorno.
En este siglo de
historia, la Universidad ha abierto sus puertas a cientos de miles de
jóvenes de Jalisco, de todo México e incluso del extranjero. Sus
programas académicos han marcado estándares de calidad, generando
movilidad social, desarrollo regional y una sólida identidad
cultural. La creación de la Red Universitaria ha sido uno de sus
mayores aciertos: llevar la educación superior a cada rincón del
estado ha significado oportunidad, equidad y transformación para
generaciones enteras.
Hoy, cuando el país enfrenta desafíos
complejos, la sociedad jalisciense puede sentirse orgullosa de contar
con una institución que ha sabido mantenerse fiel a su vocación
educativa y humanista. La Universidad de Guadalajara no solo forma
profesionales: forma conciencias, impulsa el pensamiento crítico y
sostiene con dignidad el legado de quienes creyeron en la educación
como la herramienta más poderosa para cambiar el destino.
Larga
vida a la Universidad de Guadalajara,
ejemplo de compromiso, esfuerzo y esperanza para las y los jóvenes
de México.
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