martes, 28 de octubre de 2025

La narrativa del poder y la realidad del país




Víctor Hugo Prado


Los mexicanos no tenemos por qué aceptar sin cuestionar la narrativa de logros que el gobierno de la autollamada Cuarta Transformación presume haber alcanzado en sus siete años de gestión. Esa versión oficial se desvanece frente a una realidad inocultable: la delincuencia organizada controla amplias zonas del territorio nacional; autoridades vinculadas con grupos criminales operan con impunidad; y la inseguridad, junto con la violencia, azota sin descanso los cuatro puntos cardinales de la patria.




A ello se suma una herida que no cierra: la corrupción. Este mal histórico continúa dañando el desarrollo económico, político y social del país. Conviene recordarlo: la corrupción nos afecta a todos. Debilita la confianza en las instituciones, erosiona la credibilidad del gobierno y abre el camino para que el poder actúe sin vigilancia ciudadana. Además, frena el crecimiento económico y profundiza la desigualdad, visible en la mala calidad de la infraestructura, en los servicios públicos deficientes y en la precariedad de las carreteras y calles del país.


La educación no escapa a este deterioro. Faltan recursos para dignificar las escuelas, modernizarlas e impulsar la carrera de maestras y maestros comprometidos con su responsabilidad docente. En salud, los hospitales públicos siguen saturados, con carencias graves de medicamentos y personal suficiente para atender a una población que envejece y padece enfermedades crónicas derivadas de un estilo de vida precarizado. La corrupción no solo destruye la confianza pública: también alimenta la pobreza y la inseguridad, y daña al sector privado al fomentar la competencia desleal.

Por ello, no debemos conformarnos con la narrativa oficial. México necesita voces críticas, medios, organizaciones y ciudadanos que fiscalicen los actos de gobierno y exhiban a quienes incurren en corrupción.





Un ejemplo es el anuario de Mexicanos contra la Corrupción, que documenta 51 casos relevantes durante el primer año de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum: irregularidades en contrataciones públicas, favoritismo a “cuates”, enriquecimiento inexplicable y fraudes fiscales como el llamado huachicol fiscal.

Y como si no bastara, recientemente se reveló el huachicol del camarón y del azúcar: importaciones fraudulentas donde se declaran productos distintos para evadir aranceles, con la presunta complicidad de las Fuerzas Armadas, responsables de controlar lo que entra y sale del país. Lo denunció el diputado morenista Alfonso Ramírez Cuéllar.

La pregunta es qué hará la Presidencia al respecto. Porque, hasta ahora, la estrategia de “barrer las escaleras de arriba hacia abajo” solo ha dejado un resultado: la corrupción sigue instalada en los peldaños más altos del poder.



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