(Capítulo 5)
Aarón Eleazar Sánchez Navarro
Los
principios que gobiernan nuestras vidas constituyen otro componente
del marco de nuestros esfuerzos.
Una categoría similar es la
de nuestros valores.
Lo que consideramos como lo más
importante de conseguir en la vida (la comodidad, el dinero, la
aventura, la tranquilidad, una buena vida familiar, el conocimiento,
las oportunidades para servir a los demás, el prestigio, el poder o
la excelencia); el valor que adjudicamos a atributos tales como la
justicia, el amor, la generosidad y la sinceridad; la importancia que
le damos a la amistad; el grado en que el servicio a la humanidad
estimula nuestras vidas —estos son apenas unos cuantos ejemplos del
gran conjunto de creencias y actitudes que constituyen nuestro
sistema de valores, un aspecto significativo del marco que orienta
nuestras acciones—.
Un aspecto más sutil del marco dentro
del cual actuamos tiene que ver con los enfoques y métodos que
probablemente adoptemos para nuestras acciones. Ya sea que busquemos
ser el centro de todas las actividades en las que participemos o que
dediquemos nuestras energías a facilitar una acción grupal
armónica; bien sea que actuemos solos o tendamos a colaborar con
otros; que necesitemos tener el control de todo o que estemos
dispuestos a acatar las decisiones del grupo; que creamos alrededor
de nosotros una atmósfera de competencia o que fomentemos la
cooperación; que fijemos metas rígidas y nos impulsemos a
lograrlas, o permitamos que nuestras acciones se beneficien de la
reflexión constante y sistemática; que repitamos los mismos
errores una y otra vez o que aprendamos de la experiencia.
Estos
son factores importantes que no solo determinan qué tan efectivos
seamos en lo que hagamos sino que también afectan la naturaleza
misma de las iniciativas que estemos dispuestos a emprender en la
vida.
¿Que te parece?
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Con
afectuosos saludos Bahá’ís
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