Fernando G. Castolo
Por
principios de cuentas, es nombrado como primer Alcalde el facultativo
don José Mariano Fernández de Castro y Barreda, un personaje nativo
de Zacatecas y radicado en esta población con motivo de tener bajo
su responsabilidad la Administración de Diezmos. Seguramente, este
oficio le hizo cavilar sobre la posibilidad de contar con una moneda
que permitiera un comercio más fluido y vital en la comunidad dado
que, a escasos días de tomar las riendas municipales, ordena la
fabricación de una moneda local.
La
encomienda se le hizo al primer Procurador Síndico del propio
Ayuntamiento, el general de milicias don José María Anguiano y
Estrada, a quien se le autoriza la acuñación de cuartillas y
tlacos, en plata y en cobre, respectivamente. Se montó una rústica
maquinaria, con fundición, prensa y troqueles. Se realizó un diseño
simple con la leyenda "Zapotlán 1813", en tres líneas,
grabado solamente en el anverso, y el reverso se quedó con el campo
liso.
Se
autorizó la fabricación de 3 mil pesos. Don José María Anguiano,
hizo lo propio pero dio malas cuentas al final, según lo evidencian
las respectivas actas de Ayuntamiento redactadas en 1814, dado que se
distraía constantemente por sus responsabilidades militares. Se
habla de una fuerte suma de dinero de la que no se pudo esclarecer su
destino final.
Este
militar, por cierto, llegaría a ser Alcalde de la ciudad en 1815,
así como mayordomo de las solemnidades josefinas, fiestas llevadas a
cabo en octubre, y en ese mismo año, en el mes de diciembre, murió
en batalla. Como mayordomo, y pensamos que con el dinero que no pudo
comprobar su destino final, compró y donó al pueblo de Zapotlán la
imagen de Nuestra Señora del Rosario que acompaña actualmente las
procesiones públicas del Señor San José.
Hoy en día aún se conservan, como celoso patrimonio, algunas piezas de esta moneda acuñada en Zapotlán el Grande hace más de doscientos años (una de ellas se puede apreciar físicamente en el acervo resguardado por el Archivo Histórico), como testimonio de una época en que la comunidad ya se encontraba a la altura de las más importantes poblaciones del fenecido virreinato de la Nueva España, gracias a su vitalidad en materia comercial.
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