Pedro Vargas Avalos
Continuamos en el mes patrio por excelencia, al menos para los
mexicanos que no tenemos telarañas conservadoras en la memoria.
Estas dislocaciones mentales son las que caracterizaron a
centralistas como Lucas Alamán, a los reaccionarios que trajeron a
Maximiliano o a los científicos que se empeñaron en relegar las
instituciones democrático-republicanas que en el Porfiriato dieron
al traste con la justicia social y favorecieron la oligarquía. En la
actualidad, para desgracia de la nación, no son pocos los que
anhelan la vuelta del neoporfirismo, versión vernácula del
neoliberalismo entreguista que imperó varios lustros en la
república.
Al margen de esa formidable pugna entre demócratas nacionalistas y neoporfiristas irredentos, nos llamó la atención en las ceremonias del Grito de la Independencia, tan popular entre nuestro pueblo, -que se lleva a cabo la noche de los días 15 de septiembre-, la omisión de héroes jaliscienses, en las vibrantes arengas que los gobernantes pronuncian al rememorar el grito que diera Don Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga, al amanecer del 16 de septiembre de 1810 en su parroquia de Dolores, hoy de Hidalgo, en el actual vecino estado de Guanajuato.
No sabemos si es la
ignorancia o alguna consigna subrepticia, la que impide pronunciar
los nombres de nuestros insignes adalides insurgentes. Lo cierto es
que esa exclusión lamentable, se hizo presente este año, tanto en
la ceremonia nacional, presidida por la Presidenta Claudia Sheinbaum
Pardo, como en la conmemoración tapatía encabezada por el
gobernador Pablo Lemus Navarro. Si es lamentable que a nivel federal
se olvide mencionar algún jalisciense insurgente, en el caso
estatal, el asunto se agrava porque presenciamos o leímos lo dicho
por los alcaldes de Tonalá, Zapopan, Jalostotitlán y Puerto
Vallarta, nos enteramos que en ellos se registró el mismo descuido.
Nuestra Patria está constituida como República Federal y
cada una de las 32 Entidades que la integran tienen una historia muy
peculiar. Por eso existe el Pacto Federal y cada miembro de él,
sostiene, proyecta y defiende su regionalismo característico. En
nuestro Estado solemos decir que “Jalisco es México”, porque en
su territorio, poblaciones y gente, se exalta a la nación entera. No
hay lugar en el mundo donde no se identifique al país por medio de
temas jaliscienses: en bebidas el tequila y la raicilla, ambas con
denominación de origen; si hablamos de comida, la birria y las
tortas ahogadas; de música, ni hablar, el mariachi se lleva las
palmas; y si se trata de indumentaria, nada más jalisciense que el
atuendo de charro, precisamente considerado el traje nacional, siendo
nuestra tierra la capital de la charrería, el deporte-fiesta por
definición mexicano.
Pero si lo anterior caracteriza a la
jalisciensitud, -aparte de otros factores que por hoy no citamos-
nuestra tierra generó a cientos de preclaros paisanos que
contribuyeron para forjar la mexicanidad que hoy nos enaltece. Y
muchos de ellos son tan sobresalientes, que significan ser arquetipos
del valor, el civismo, la honradez, así como la pasión por México
y su pueblo.
No obstante lo anterior, ni el anterior mandamás
federal, y hasta la fecha, la primera mandataria, han honrado a algún
prócer jalisciense de la talla impar como, entre otros de: Juan
Antonio Montenegro, Francisco Primo de Verdad y Ramos, Pedro Moreno,
Rita Pérez Jiménez, niño Luis Moreno Pérez, Prisciliano Sánchez,
José de Jesús Huerta, Valentín Gómez Farías, Mariano Otero,
Ramón Corona, Ignacio L. Vallarta, Manuel M. Diéguez y Luis Manuel
Rojas. Y como ejemplo de una comunidad épica, están los indígenas
y mestizos de Mezcala, en la laguna de Chapala, invictos insurrectos
por más de cuatro años, cuyas hazañas por la libertad son
semejantes a las gestas espartanas. Solo mencionamos a quienes se
distinguieron sirviendo causas como la soberanía, la independencia,
la república, el federalismo, la democracia, la Reforma, la
nacionalidad, el derecho, la revolución, el municipio libre y la
constitucionalidad. Dejamos para otra ocasión enumerar la pléyade
de jaliscienses que han sido trascendentes en las letras, las
ciencias, las humanidades, la socioeconomía, los deportes y las
artes.
Ahora bien, manteniendo la esperanza de que algún
personaje de los mencionados -u otro coterráneo semejante- sea
conmemorado dedicándole un año, no entendemos la ignorada que le
dan en todos los ámbitos oficiales federación, estado y
municipalidades- a esos próceres.
En la noche del reciente 15
de septiembre, se llevó a cabo el primer “grito” a cargo de la
presidenta Clara Sheinbaum: en su oportunidad pronunció 22 arengas,
y muy emotivamente expresó los nombres de varios mexicanos que
lucharon por la independencia, siendo 4 varones: Miguel Hidalgo, José
María Morelos, Ignacio Allende y Vicente Guerrero. A la par de esos
insignes héroes, mencionó a cuatro mujeres: Josefa Ortiz Téllez
Girón (le quitó el adjetivo de “de Domínguez”, apellido del
esposo de la heroína); a Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra y
Manuela Medina “la Capitana”. En general todas ellas de
singulares virtudes; sin embargo, si leemos la vida y esfuerzos de
Doña Rita Pérez Jiménez, esposa del ilustre Pedro Moreno, creemos
que posee iguales o mayores méritos: siendo de clase acomodada,
prefirió unirse a la lucha por la independencia, al lado de su
marido; se le conocía entre los soldados insurgentes como “la
generala” por su denodada participación en la contienda y su
incansable labor para alentar a los soldados al mando de D. Pedro. Se
le confiscaron sus bienes en San Juan de los Lagos. Cuando se le
planteó indultarla lo rechazó; al proponerle que a cambio se le
entregaría su pequeña hija -Lupita- en manos de los realistas, les
contestó que tenía más hijos; se quedó al frente del fuerte del
Sombrero -en Comanja, Jalisco- cuando su consorte rompió el sitio;
luego al caer el fuerte, fue hecha prisionera por los realistas y
llevada a empujones hasta Silao, donde por los maltratos perdió a su
hijo recién nacido; permaneció presa y fue liberada con la
independencia nacional; no buscó premios y vivió en la medianía.
Falleció apaciblemente en 1861 en su tierra natal. Aunque
tardíamente, ya figura en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres,
por su titánica participación en la insurgencia, debería ser
mencionada en las proclamas del 15 de septiembre.
Pero el colmo
resulta al advertir que, en el mismo centro de los jaliscienses,
(Guadalajara, la Atenas de Occidente) el primer mandatario estatal,
al dar el “grito”, no aludió a ningún insurgente de estas
tierras. Solo incluyó a Prisciliano Sánchez, que no fue distinguido
en esa conflagración -aunque si simpatizó con ellos- sino un
notable legislador, enorme político y forjador del federalismo
mexicano, además de haber sido el primer gobernador constitucional
de Jalisco, de enero 24 de 1825, hasta su prematuro fallecimiento el
30 de diciembre de ese año.
En Tonalá, D. Sergio Chávez,
emitió un “grito” muy sobrio y para nada se acordó de José Ma.
Mercado, José Antonio “el Amo” Torres, Pedro Moreno, Rita Pérez
Jiménez, Gordiano Guzmán o José Ma. González Hermosillo. Parecido
fue el evento celebrado en Zapopan, donde el señor Juan José
Frangie también acusó fallas en sus conocimientos históricos. El
alcalde de Puerto Vallarta -Luis Ernesto Munguía González- fue
asimismo omiso en sus alocuciones s y dentro de los recorridos que
alcanzamos a realizar por medios informativos, solo la alcaldesa
Judith Macias Ramírez, de Jalostotitlán, en Los Altos de Jalisco,
atinó a citar entre los insurgentes, a D. José Ma. González
Hermosillo, paladín de gran trayectoria desde que en 1810 lo
comisionó Hidalgo, para sublevar ámbitos de Sinaloa y Sorora, para
luego coronar su trayectoria cuando en 1817 el Congreso de
Chilpancingo lo nombró Comandante General de Nueva Galicia, teniendo
el grado de Mariscal de Campo. Su mención sucedió en ese lugar
alteño porque consideran al aludido insurgente como oriundo de esa
localidad; por cierto, en su honor la ciudad de Hermosillo es capital
del Estado de Sonora.
Confiamos que en venideros actos cívicos
y dentro de un año en las festividades por la independencia
nacional, los próceres insurgentes jaliscienses, sean justamente
recordados. Pero además, las secretarías de Educación, de Cultura,
General de Gobierno y la de Turismo, deberían unir esfuerzos para
que Jalisco los evoque agradecido, en libros, videos, monumentos,
calles, plazas, certámenes y conferencias. Es lo menos que las
autoridades locales y municipales, pueden hacer por tan valiosos
paladines de la guerra de independencia.
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