Pedro Vargas Avalos
El pasado 23 de septiembre con motivo de la 80 asamblea general
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cuya sede está en
Nueva York, la ciudad de los rascacielos ubicada en Estados Unidos
(EU), se oyeron voces muy significativas. La Carta constitutiva de la
institución, se firmó el 26 de junio de 1945 y entró en vigor el
24 de octubre del mismo año; luego se acordaría que su día de
conmemoración sería el 24 de octubre. Pero la exposición y debate
que se hace sobre el organismo comienza antes, como ahora con la 80
asamblea. Por lo singular de su contenido, nos referiremos a lo que
vociferó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Si ojeamos la prensa que
narró ese suceso nos daremos buena cuenta de lo acontecido. Dice un
diario capitalino: Trump se lanza contra la ONU; “migración es la
muerte”. Y luego al desarrollar la nota, explica: El presidente
estadounidense, Donald Trump, volvió ayer a la Asamblea General de
Naciones Unidas con un discurso incendiario en el que advirtió a los
países europeos que están “yendo al infierno” por la
inmigración ilegal, un fenómeno a su juicio alentado por la ONU.
Enseguida anota lo siguiente: “La ONU no resuelve problemas, sino
que genera problemas. Apoya a personas que llegan ilegalmente a
Estados Unidos y que luego nosotros tenemos que expulsar”. El
cierre de esta actitud que impulsan las Naciones Unidas -predice el
arrebatado gringo-, “será la muerte de Europa”. (El Universal,
24-IX-025). O como escribe otro rotativo en primera plana: “Los
países se están yendo al infierno por este fracasado experimento de
fronteras abiertas, es hora de terminarlo”. (El Financiero, íd.
Id.)
El sermón trumpiano debería durar 15 minutos, pero tal
como es de impositivo el mandatario norteamericano, se llevó
alrededor de una hora. Y hubo necesidad de aguantarlo. Luego de
lanzarse contra la migración, también le tocó turno al medio
ambiente, enseguida a las guerras que azotan al orbe, al narcotráfico
y a otros temas trascendentes. Para El Sol de México del día 24,
Trump “Lanza un regaño de 56 minutos en la ONU”.
Sobre el
amenazante cambio climático que espanta a la tierra entera,
manifestó: “es, en mi opinión, la mayor estafa jamás perpetrada
contra el mundo. Todas estas predicciones hechas por las Naciones
Unidas y muchos otros, a menudo por razones erróneas, estaban
equivocadas. Fueron hechas por personas estúpidas que han costado
fortunas a sus países y no han dado a esos mismos países ninguna
posibilidad de éxito. Si no se alejan de esta estafa verde, sus
países van a fracasar". Trump calificó las fuentes de energía
renovables -como la eólica- de "broma patética",
afirmando falsamente que no funcionan, son demasiado caras y débiles.
(Euronews, AP, 24-09-025). Para los colaboradores de esa agencia
noticiosa europea, el discurso del martes, “Incluyó afirmaciones
falsas e hizo conexiones que no están conectadas”.
Claro que
al narcotráfico le dedicó lapidarias frases. Desde la elevada
tribuna que ocupó el señor Donald, condenó al tráfico de
estupefacientes y presumió “que borrará del mapa a los grupos del
crimen organizado”. (La Crónica de Hoy, 24-IX-025).
Y como
en su delirio pretende erigirse en salvador universal y con ello
merecer el premio Nobel de la Paz, según lo propuso el genocida
judío Benjamín Netanyahu, aludió a varios conflictos bélicos que
afligen al globo y sin pudor alguno afirmó que, como la ONU no
cumple sus fines de salvaguardar la paz, él lo tiene que hacer (¡!).
“Soy yo quien acaba con las guerras, no la ONU”, publicó El
Diario de México, y presumió falazmente: “En siete meses yo he
puesto fin a siete guerras”. Y como su cohonestador israelí ha
sido muy censurado, y mas de una treintena de países han reconocido
al Estado palestino, el señor pelinaranja, los reprochó: “Reconocer
a Palestina es un premio para Hamás", la organización árabe
enemiga de los israelitas y sus aliados, quienes la acusan de haber
precipitado en 2023 el estrago de Gaza. No en balde en El Economista
se publicó que Trump “Es el enemigo público número uno del
multilateralismo”.
Por lo antes dicho, el actual guía gringo
sostiene que “El mundo se salva de ir al infierno sólo si trabaja
con Estados Unidos” (La Jornada, 24-09-2025). Porque la ONU no
sirve para nada, y como en su participación del marte 23, al arribar
al edificio del ente internacional la escalera eléctrica tuvo un
desperfecto y luego el telepronter falló, se atrevió a exclamar:
"Todo lo que obtuve del organismo mundial es una escalera
mecánica que se paró a la mitad y un teleprompter que no funciona”,
insinuando que eso fuera una intriga contra él.
Desde siempre
aprendimos que la ONU tiene como principales metas mantener la paz y
la seguridad entre los países; proteger los derechos humanos,
fomentar las relaciones pacíficas y lograr la cooperación
internacional para resolver problemas generales, como la pobreza, la
injusticia, el hambre, la enfermedad y hoy por hoy los efectos del
cambio climático. Y así lo sostuvieron los oradores que
antecedieron a Trump, -el Secretario General portugués Antonio
Guterres y el brasileño Luis Inacio Lula da Silva-. Pero eso al
multicitado mandamás norteamericano no le importó y se lanzó en
contra. El presidente estadunidense, vanidoso como es, se
autocongratuló de sus supuestos éxitos domésticos e
internacionales, incluido ordenar el despliegue de tropas en las
calles de su capital y las medidas antimigrantes. Una vez más,
sugirió que ameritaba el Premio Nobel de la Paz. En sus únicos
comentarios sobre América Latina, justificó el bombardeo a las
lanchas que, según su acusación, transportaban drogas frente a las
costas de Venezuela, lo cual se califica de violación a la ley
internacional- pero él, ufano y prepotente, advirtió: “a todo
"terrorista" que intente llevar "veneno” a Estados
Unidos le “volaremos de la existencia.” Y claro, él es quien
califica caprichosamente quien es o no, terrorista.
Es bueno
recordar que el gobierno trumpista no ha pagado todas sus cuotas a la
ONU, y a contrapelo de sus incumplimientos, se ha retirado del
Acuerdo de París sobre el medio ambiente, también de la OMS
(Organización Mundial de la Salud), el Consejo de Derechos Humanos,
de la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia la Cultura) y otras. Hasta se ha temido que quisiera
abandonar al organismo máximo mundial.
Sombrío fue pues el
discurso de Donald Trump en la Asamblea del 80 aniversario de la
Naciones Unidas. Nos hizo recordar el refrán de “el comal le dijo
a la olla”, y también al muy popular dicho de “El burro hablando
de orejas”. Causa pena que el gran pueblo estadounidense, en su
mayoría, pueda tener un dirigente de la calaña de este camorrista
de la ultraderecha.
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