Brasil
Acosta Peña
¡Sabe, amable lector, qué pasará con la
imposición de aranceles a las mercancías procedentes de China?, que
deberán pagar precios más altos por productos de buena calidad,
baratos y accesibles a los bolsillos. En otras palabras: la sumisión
del gobierno “soberano” de Claudia Sheinbaum Pardo a los órdenes
del imperialismo estadounidense provocará que usted y otros
mexicanos ya no accedan a muchas mercancías que adquiría con
relativa facilidad.
La competitividad industrial y comercial
chinas iniciaron su espiral ascendente el 18 de diciembre de 1978,
cuando fue emprendida con la famosa Reforma y Apertura impulsada por
Deng Xiaoping. En 1995, el Producto Interno Bruto (PIB) de China era
similar al de México. Ese año, el gobierno mexicano suscribió el
famosísimo y tristemente célebre Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN).
Si comparamos el PIB de China y el
de México de esa época con el actual, nos caemos de cabeza: el PIB
anual del gigante asiático es 13 veces superior al nuestro; y algo
peor: los resultados del neoliberal Tratado México, Estados Unidos y
Canadá (T-MEC) –el TLC actualizado– únicamente han favorecido a
las cúpulas empresariales y no han mejorado el estatus
socioeconómico de la mayoría de los mexicanos, a pesar de que
Morena declaró haber suprimido al neoliberalismo.
El ascenso
industrial de China inició hace décadas y tuvo el objetivo
fundamental de mejorar las condiciones de la clase trabajadora en la
ciudad y el campo. Recuerdo que, en los años 80, para un niño de
escasos recursos, comprar un reloj-calculadora de la marca Casio era
imposible. Recuerdo también que mi bisabuelo me dio una moneda de 50
pesos, que era mucho dinero y que, en el tianguis, compré con 40
pesos un reloj-calculadora de “fayuca” hecho en China (“el
Casio” costaba mil 500 pesos).
Sí, mis sueños se
realizaron con un reloj chino, que además de estar a mi alcance,
hacía las operaciones aritméticas básicas y tenía luz. Es cierto
que me duró sólo una semana, pues los trabajadores y las empresas
chinas estaban aprendiendo a hacer las cosas. Pero esa compra me
permitió acceder a un reloj-calculadora que, de otra manera, no
hubiera podido obtener.
En ese mismo periodo tenía algunos
conocidos que practicaban tenis con raquetas muy ligeras y
resistentes porque eran de grafito. Estas herramientas deportivas se
hacen combinando capas de fibras de carbono antes impregnadas con
resina, que luego se moldean, calientan y endurecen para conformar la
estructura principal. Estas buenas raquetas estaban fabricadas en
EE. UU. y tenían la marca Prince.
Pues bien, en 2007 se
organizó un torneo de tenis en la Universidad de Princeton y nos
prestaron unas raquetas de grafito con esta marca; y cuando indagué
su origen me enteré que estaban hechas en China; eso me sorprendió
y me hizo ver el avance que había logrado la manufactura china, que
apenas tenía un cuarto de siglo de haber iniciado su más reciente
proceso de desarrollo industrial.
Un tercer ejemplo de la
creatividad de las fuerzas productivas chinas lo ofrece la empresa
BYD (Build Your Dreams: construye tus sueños), creada en 1998 para
fabricar baterías recargables de níquel y cadmio para dispositivos
electrónicos. En 2003, BYD adquirió la compañía automotriz Xi’an
Qinchuan Automobile. Elon Musk, desde aquel entonces fundador de los
autos eléctricos de marca Tesla, se burló del primer modelo de
autos de BYD; pero 10 años después, gracias a su capacidad de
innovación tecnológica, sus modelos habían superado la calidad y
el precio de la marca gringa.
Hoy, Elon Musk, el otrora
burlón, exige a su presidente Donald Trump y a los gobiernos
proyanquis que impongan barreras comerciales a los automóviles de
marca BYD, porque están desplazando del mercado internacional a los
coches Tesla. Una pared entera de patentes se muestra en la sala de
exhibición de BYD en Shenzhen, China. Un carro híbrido ejerce su
autonomía para mil 200 kilómetros con una pila y un tanque lleno,
con la seguridad de que no explota.
Pero sorprende que esta
empresa produzca un automóvil cada minuto y medio, pues más del 90
por ciento de su proceso de fabricación está automatizado y
funciona a la perfección. Es así como BYD, igual que muchas
empresas chinas, generan mercancías de gran calidad y accesibles a
la población, como el caso de las motos eléctricas, que cuestan 12
mil pesos en México.
Sin embargo, por obedecer las órdenes
del gobierno estadounidense y por no pensar en el pueblo de México,
“el gobierno mexicano ha anunciado planes para aumentar los
aranceles de importación de automóviles procedentes de China y
varios otros países asiáticos hasta en 50 por ciento. Esto forma
parte de una reforma integral de los aranceles de importación,
destinada a proteger el empleo nacional y responder a la presión
política de EE. UU.” (vietnam.vn).
¿Cómo proteger el
empleo nacional? BYD había anunciado una fuerte inversión en México
para instalar una planta; y ahora resulta que con las decisiones del
gobierno morenista se suspendió, ¿en eso consiste la defensa del
empleo mexicano? Además, debido a la incertidumbre causada por el
fraude de elección del Poder Judicial sometido al partido en el
gobierno, se frenó también la planta de Tesla en Nuevo León.
¿Así defiende Morena el empleo? Eso es retórico; no le
importa el trabajo de la gente; le importan los intereses y las
presiones políticas de las clases poderosas estadounidense y
mexicana. En nuestro país ni siquiera hay una marca de autos propia.
Entonces, ¿a quién defiende Morena? A las empresas automovilísticas
gringas, que se llevan su capital y ganancias de nuestro país. A los
poderosos. Nada más.
Por eso, en este mes patrio, defendamos
la soberanía en serio: “aprestemos el acero y el bridón”;
luchemos contra el mal gobierno de Morena. Formemos una fuerza social
consciente que tome el poder político nacional y que verdaderamente
piense en el pueblo y se unifique con los países que también
quieren edificar un mundo multipolar y mejor para todos, sin
sometimientos ni supremacía de unos cuantos. Es indigna la actitud
del gobierno mexicano que se inclina y obedece al agresor.
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