martes, 16 de mayo de 2023

Y antes de las peñas: el Sochule



Fernando G. Castolo

 

 

"Cerro del Sochule", así lo leí en aquel viejo papel del siglo XVIII. Estudiando la Maestría en Ciencias de la Arquitectura, se me solicitó un tema de investigación. Decidí asomarme al patrimonio de mi pueblo y ahí me encontré, a punto de ser dinamitadas, las ruinas de una construcción en el paraje conocido como Las Peñas.






Todavía aquello no era Parque Ecológico. Cuando me aproximé a la auscultación del inmueble pregunté sobre el propietario de aquellos terrenos. Se llama don Crescencio Castillo Villanueva, me dijeron. Busqué al personaje en su casa-habitación de conocida zona residencial. Me recibió con ciertas reservas.


Le comenté sobre mi posible proyecto de investigación y le pareció interesante, mucho más cuando se enteró que yo era nieto de un compañero suyo en la fábrica de Atenquique. Muy afable me acercó unos viejos papeles: eran las escrituras originales de toda esa fracción de la montaña oriente, dominada por un par de monolíticas piedras conocidas como Las Piedras de los Compadres.


 Me permitió paleografiar aquel interesante acervo y fue cuando leí en los mismos que la zona se conoció como el Cerro del Sochule, palabra náhuatl que significa "lugar sagrado". Entendí por qué. Las Piedras de los Compadres tienen (o tenían) en su parte baja complejos diseños de petroglifos prehispánicos; entonces, este punto, así lo entendí, era considerado como sagrado en la época precortesiana.





 Con los años y las investigaciones pude corroborar aquella hipótesis. Respecto a las ruinas, averiguamos que se trataba de un viejo complejo de molienda, que funcionaba con la fuerza hidráulica del arroyo Los Guayabos, y que trituraba trigo, cereal parte integral de la dieta de los peninsulares. La investigación se llevó a cabo en un momento crucial del paraje. Aquel estaba siendo dinamitado para eliminar las grandes peñas del proyectado periférico Oriente de la ciudad, desapareciendo, por cierto, la monumental piedra conocida como Las nalgas del Diablo.


Al ver los tesoros patrimoniales que se conservaban, tanto don Crescencio como las autoridades municipales, dieron marcha atrás y se repensó un proyecto que culminaría como Parque Ecológico, con una interesante propuesta realizada por estudiantes de arquitectura del ITESO.


Hoy en día, y en gran medida gracias a don Crescencio Castillo Villanueva, los zapotlenses podemos disfrutar de una zona de esparcimiento con terrazas, arboledas y vestigios patrimoniales de nuestra más arraigada identidad, en lo que se conoció como el Cerro de Sochule, un lugar sagrado para todos nosotros.



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