Pedro Valderrama Villanueva
Un
premio literario, cuando se concede a una figura ajena a los círculos
de poder, joven y cercana a los escritores en ciernes que aún buscan
su propia voz, suele despertar suspicacias, tocar fibras sensibles e
incluso provocar envidias. Todo galardón es, por su propia
naturaleza, inevitablemente polémico. Sin embargo, existen ocasiones
en que un premio se convierte en motivo de auténtico regocijo y
encomio, pues para quien lo recibe no representa una pieza más en la
repisa, junto a otras condecoraciones, medallas o distinciones, sino
un reconocimiento que adquiere un sentido singular y profundo.
El
reciente otorgamiento del Premio Jalisco 2025, en el ámbito
literario, a Ricardo Sigala tiene una relevancia particular no sólo
para el propio autor, sino también para su generación y, de manera
especial, para las letras del sur de la entidad. A lo largo de la
extensa historia de este galardón, instituido en 1950, han sido
reconocidos escritores fundamentales de la literatura mexicana, entre
ellos: Ernesto Flores, Luis Sandoval Godoy, Agustín Yáñez, Juan
Rulfo, José Luis Martínez, Juan José Arreola, Guillermo Fernández,
Hugo Gutiérrez Vega, Ramón Rubín, Ricardo Yáñez y Artemio
González García, así como, en años más recientes, Sara Velasco,
Ricardo Castillo, Ernesto Lumbreras, Silvia Eugenia Castillero y
Eugenio Partida.
Ricardo Sigala, como es bien sabido, no es un
escritor novel ni un recién llegado al ámbito literario. Su
trayectoria en las letras se inicia a finales de la década de 1980 y
a comienzos de los años noventa, cuando cursa la licenciatura en
Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara y, de manera
paulatina, se integra al panorama cultural de la ciudad. Este periodo
coincide con el surgimiento de un relevo generacional en la poesía y
la narrativa, marcado por la irrupción de una nueva camada de
autores —entre ellos Ángel Ortuño, Luis Vicente de Aguinaga,
David Izazaga, Fernando de León, Pedro Goché y Alejandro Zapa, por
mencionar sólo algunos— que participaron activamente en revistas
locales como trashumancia,
El
Zahir
y El
Hoyo,
publicaciones periódicas donde muchos de ellos dieron a conocer sus
primeros textos. Se trata de una etapa de efervescencia cultural,
caracterizada por la proliferación de revistas, editoriales,
actividades culturales y talleres literarios en la capital
jalisciense.
Sigala fue, pues, parte de ese
momento de agitación creativa que, sin duda, influyó de manera
decisiva en su visión y en su vocación literaria. Además de su
faceta como bajista del grupo de rock tapatío Los maderos de San
Juan de Dios —con quienes grabó varios álbumes—, participó
activamente en el efervescente panorama de los talleres literarios de
la ciudad. En aquellos años, algunos de los principales laboratorios
de creación en la capital jalisciense fueron los coordinados por
Patricia Medina, Artemio González García y Raúl Bañuelos. Este
último, quizá el más influyente durante el último decenio del
siglo pasado y los albores del actual, encabezó el Anti-taller
“César Vallejo”, del que surgieron varios de los poetas más
representativos de esa generación.
Las enseñanzas que
Ricardo recibió en Guadalajara fueron decisivas para que, en 1995,
aceptara la invitación de impartir, una vez por semana, el Taller de
Literatura de la Casa de la Cultura de Zapotlán el Grande. Desde
entonces, ha dirigido de manera ininterrumpida este laboratorio
creativo, que se ha convertido, en muchos sentidos, en uno de los
principales semilleros —junto con la licenciatura en Letras
Hispánicas del CUSur— de escritores que han ido surgiendo en
Ciudad Guzmán y sus alrededores. Prueba de ello es el conjunto de
libros que Sigala ha dado a conocer en años recientes, en los que
documenta y visibiliza esta efervescencia creativa: Indicios.
Atisbos de literatura actual en el sur de Jalisco
(2021), Ahora.
Jóvenes escritores del sur de Jalisco
(2022), La
invención del presente. Joven literatura de Zapotlán el Grande
(2023), Sábado
diez de la mañana. El taller literario en voz de sus protagonistas
(2023), Decaedro.
Diez rostros de la nueva literatura de Zapotlán el Grande
(2024) y El
juego de los espejos
(2025), volúmenes que dan cuenta del renovado impulso literario en
el sur de Jalisco.
Ricardo Sigala, además de ser una figura
central de su generación, un destacado tallerista y uno de los
protagonistas del actual panorama literario de la región, es un
escritor sólido y versátil que, a lo largo de más de tres décadas,
ha cultivado con rigor la narrativa, la poesía, el ensayo y el
periodismo cultural. Es autor de los libros de narrativa Periplos.
Notas para un cuaderno de viajes
(1995, 2012) y Paraíplos
(2001, 2007 y 2013); de poesía, Domar
quimeras
(2018); de ensayo, Extraño
oficio
(2018) y La
palabra y el silencio
(2023); así como de periodismo cultural, Letra
sur. Ejercicios de periodismo cultural
(2016) y La
conjura. Crónica de las letras actuales del valle de Zapotlán
(2023).
Asimismo, Sigala no ha sido ajeno al ámbito de la
investigación literaria, campo en el que, en años recientes, la
región sur de Jalisco ha contado con un creciente número de
estudiosos interesados en el pasado y el presente de sus letras. En
este rubro, el autor se ha concentrado particularmente en la obra de
Juan José Arreola, Vicente Preciado Zacarías y Guillermo Jiménez.
Es autor de Guillermo
Jiménez. Obras escogidas. Narrativa y teatro
(2012) y de La
cristalina superficie del silencio. Muestra de los Juegos Florales de
Zapotlán el Grande
(2018). Además, colaboró en el volumen colectivo Mosaico
literario del sur de Jalisco
(2025) y participará próximamente en un segundo tomo de esta misma
colección.
La entrega del Premio Jalisco 2025, en el ámbito
literario, a Ricardo Sigala representa un acierto indiscutible por
parte del Gobierno del Estado y, sobre todo, un reconocimiento a un
autor cuya obra invita a que Guadalajara vuelva la mirada y reconozca
que, hoy por hoy, algunas de las propuestas más sólidas y
estimulantes de nuestras letras se gestan en Zapotlán el Grande y en
otros municipios del sur de Jalisco. ¡Enhorabuena!

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