Homero Aguirre
México es un país donde sus habitantes
se sienten inseguros. Millones de mexicanos que viven en las grandes
ciudades (donde este año se aplicó una encuesta del INEGI sobre la
percepción de inseguridad), tienen miedo de ser asaltados,
extorsionados, lesionados y eventualmente perder la vida ellos o sus
seres queridos. Al terminar el año 2024, el 59% de los mexicanos
habitantes de las grandes ciudades se sentía inseguro; medio año
después, en julio del presente año, esa percepción creció a 63%,
aunque hay ciudades donde casi todos los habitantes tienen temor a
ser víctimas de algún delito (destacan negativamente: Culiacán,
Ecatepec, Uruapan, Tapachula, Ciudad Obregón, Fresnillo, Irapuato,
Chimalhuacán, Puebla y Naucalpan).
La situación es muy grave
y no da lugar para los sofismas oficiales que intentan ocultar que
México es un país donde la mayoría de la gente vive con miedo y
que el gobierno ha incumplido su promesa de dar seguridad a todos.
Millones de mexicanos se sienten inseguros porque durante todo el año
se cometen millones de delitos que los dañan económica, emocional y
físicamente. Por ejemplo, según el INEGI, en 2023 ocurrieron poco
más de 31 millones de delitos que afectaron directamente a 21.9
millones de personas mayores de 18 años (ese año, en 10.6 millones
de hogares (27.5 % del total del país), al menos una o uno de sus
integrantes fue víctima del delito).
Ese alud delincuencial no
ha provocado millones de carpetas de investigación en las fiscalías,
y mucho menos miles de detenidos, porque las víctimas no acudieron a
denunciar esos delitos, debido a falta de tiempo y dinero para
trasladarse a las diligencias, por desconfianza de que las
autoridades encuentren y castiguen a los responsables, por temor a
recibir represalias de parte de los delincuentes o por una
combinación de las razones anteriores. Sólo el 7% de los delitos
fue denunciado ante las autoridades y menos del 1% fue resuelto. De
ese tamaño es la impunidad en nuestro país.
Aunque los datos
de las encuestas no desglosan el nivel socioeconómico de las
víctimas de delitos, no es muy difícil darse cuenta que entre los
más afectados, aunque no sean los únicos, están principalmente los
más pobres. Por ejemplo, el delito de robo en transporte público,
donde mayoritariamente viajan trabajadores y otras personas de
escasos recursos económicos, ocupa el segundo lugar en incidencia,
junto con el de asalto en la vía pública. La prensa abunda en
reportes sobre este delito que agrede a los más pobres: “Reportan
más de 800 asaltos al transporte público de Puebla durante primer
semestre de 2025” (N+, 16 de julio 2025). “30 robos diarios en el
transporte público y contando. De enero a abril, se han abierto 3
mil 604 carpetas por robo en transporte público. Pero la cifra real
podría superar los 27 mil casos. CDMX y Edomex concentran el 82%”
(Azteca Noticias, 27 de mayo de 2025). ”Durante abril de 2025,
Naucalpan encabezó los robos en unidades de transporte público en
el país. El Estado de México aportó el 41.6% de las denuncias por
este delito en todo el país” (sociedad-noticias.com, 31 de mayo de
2025).
La mayor exposición de las personas pobres a la
delincuencia no ocurre solo en el transporte público, sino también
en las colonias donde viven, muchas de ellas sin alumbrado público,
sin estaciones de vigilancia dotadas de patrullas, sin calles
pavimentadas por donde circulen vehículos policíacos, sin cámaras
enlazadas a centrales controladas por la policía, etc. En esas
condiciones, se cometen asaltos en vía pública, robos a domicilios
y delitos sexuales con total impunidad.
Una indefensión
similar ocurre en los domicilios de la gente pobre, que en su mayoría
no cuentan con bardas, y mucho menos con alambradas electrificadas y
cámaras conectadas con la polícia, como ocurre en las casas de la
gente adinerada, que cuentan incluso con personal de seguridad
privado. Los pobres viven largos períodos de su vida en
construcciones improvisadas, con escasa protección, en donde es muy
fácil que entren a robarles sus pocas pertenencias de valor y el
dinero que guarden.
Así, los pobres en México son dobles
víctimas de los concentradores de riqueza en el capitalismo. Por un
lado, los explota laboralmente, les paga muy poco y viven en colonias
marginadas, sin servicios, sin atención médica eficaz y en casas
pequeñas y desprotegidas. Por el otro, los convierte en víctimas de
la delincuencia, a veces coordinada con altos funcionarios de los que
reciben protección, que termina de despojarlos del poco dinero del
que dispone para su vida diaria y las modestas pertenencias que logra
adquirir tras años de trabajo.
Los graves problemas de
inseguridad de México son un síntoma claro de que verdaderamente en
la llamada Cuarta Transformación no se ha hecho nada de fondo para
cortar las raíces de la delincuencia, las que se hallan en el
sistema económico capitalista, generador de pobreza, marginación,
mala educación, incultura, cinturones de miseria e inseguridad,
entre otras tragedias.
La llegada al poder de Morena se basó
en ofrecer a los pobres un país donde ellos fueran los primeros, los
que tuvieran prioridad y dejaran de ser pobres, pero no ha hecho
ningún cambio estructural que verdaderamente acabe con la pobreza y
la marginación, y en muchos aspectos la situación está mucho peor
que antes. Lo que ha cumplido es que los pobres sigan siendo los
primeros… en ser víctimas de la inseguridad.
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