Pedro Vargas Avalos
Desde que llegó a la presidencia de los Estados Unidos de
Norteamérica, (EUN), el señor Donald Trump ha sido un dolor de
cabeza no solo para los migrantes latinoamericanos, sino para el
mundo entero. Sueños de agrandar el territorio gringo, que ya de por
si es enorme debido a la rapaz actitud de los gobiernos yanquis;
delirio de persecución contra los migrantes, especialmente los de
origen latinoamericano; imponer una política de terror por medio de
aranceles y mostrar una conducta intervencionista en cuestiones
internacionales, como lo ha demostrado en la guerra ruso-ucraniana y
las masacres israelíes en Gaza. Todo lo anterior sumado a muchos
otros rencores y afanes revanchistas, caracterizan al señor Trump en
su segundo mandato como mandatario de los EUN.
Lo anterior se
une a un maltrato injusto hacia los dos países colindantes, (México
y Canadá) con los cuales por elemental principio debería tratar con
sumo respeto, es más, fraternalmente. Y dentro de este perfil de
provocador impenitente, también se inscriben los demócratas
estadounidenses y muy particularmente, el Estado de California.
Los
norteños de la hoja de maple, por medio del primer ministro Mark
Carney, se manifestaron sobre el arrogante pelinaranja; el canadiense
fue caviloso al señalar que “Quien venere a Donald Trump se
arrodillará ante él” y luego, expresó que la antigua relación
de Canadá con Estados Unidos, "basada en una integración cada
vez más profunda de nuestras economías y en una estrecha
cooperación militar y de seguridad, se acabó". (Jessica Murphy
y Bernd Debusmann, BBC News 27/28-III-2025). Próximamente -quizás
el mes entrante- vendrá a México.
Por lo que ve a nuestra
república azteca, es una ofensa que el dignatario del Tío Sam se
exprese constantemente con falta de respeto al gobierno que encabeza
la presidenta Claudia Sheinbaum, y babosee lluvias de señalamientos
falaces, viles calumnias, hacia los mexicanos emigrantes.
A
cada rato, el bocón de marras lanza improperios a todo mundo, pero
se refina cuando toca a sus colindantes. Recordemos que desde el
inicio de su mandato el 20 de enero de este año, no solo insultó a
los migrantes paisanos nuestros, sino que en su desmedida ambición
declaró que el Golfo de México se llamaría ahora golfo de América,
sinónimo -para los adeptos del trumpismo- de Golfo de Estados Unidos
de Norteamérica. Y aunque eso fue en general reprobado mundialmente,
o sea que “nos hizo lo que el viento a Juárez”, reveló como
sería la política de este rabioso gringo.
El reciente 15 de
este mes, la prensa nacional difundió lo que dijo Trump en su
oficina de Washington: "México hace lo que le decimos, y Canadá
hace lo que le decimos, porque tenemos dos fronteras. Tenemos la
frontera norte y la frontera sur, y ambas eran horribles. Pero ahora,
algunos dicen que es un milagro". La arrogancia del mandamás
güero no tiene medida. Por ello, la jefa de la Cuarta Transformación
mexicana, (4T) inmediatamente enunció categórica respuesta: En
México el pueblo manda. Al día siguiente, reiteró lo anterior: “El
Presidente Trump tiene una forma de hablar. Pero como lo dije ayer:
El único que manda en México es el pueblo, así de sencillo y así
de importante”. (Excelsior y Mañanera, 15-VIII-2025).
Por lo
que ve a los mismos estadounidenses, la mayoría asegura que ellos no
votaron por este Trump jactancioso. El comentarista Ben Rhodes,
expuso que “Meterse con Panamá y Groenlandia o amenazar con
guerras comerciales con Canadá y México tiene el aspecto de un
matón de patio de colegio que busca a alguien más pequeño a quien
empujar.” Y la idea que difundió Trump sobre que Gaza debería
convertirse en la Riviera del medio oriente, no tiene comparación:
“respalda implícitamente una visión de la política exterior que
despoja a las naciones y pueblos menos poderosos de todo derecho a
determinar su propio destino.” (The New York Times, II-
11-025).
El forcejeo interno que inició Trump contra
California -el Estado dorado- es un ejemplo de lo que no debería
suceder dentro de una nación. En su pleito contra el estado más
rico de EUN, -que si fuera un país independiente seria de las
primeras diez economías mundiales- los medios informativos nos hacen
llegar noticias tremendas: Ordenó razias de migrantes; suspendió
entrega de fondos federales; ignoró a la autoridad estatal y
movilizó la Guardia Nacional; envió efectivos de las fuerzas
armadas, como si el suelo californiano estuviese siendo atacado. En
fin, calificó de revoltosos y rebeldes a los miembros de
ayuntamientos y el aparato estatal. En todo se advierte rencor grave
del pelinaranja. Sus conciudadanos, después del error que cometieron
cuando lo reeligieron, parece que reaccionan: En menos de dos meses,
el índice de aprobación de Trump cayó por debajo de cero, donde se
ha mantenido desde entonces. Su índice de aprobación neta actual
-agosto 16- es de menos doce. (The Economist, 16-VIII-025).
Por
lo anterior, el gobernador californiano, Gavin Newsom, asumió la
defensa no solo de su Entidad federativa, sino de los migrantes,
sector dominado por los de ascendencia mexicana. Trump lo amenazó
con detenerlo, y el gobernante californiano, no solo lo encaró, sino
que promovió California presentara el lunes 9 de junio, una demanda
contra el presidente de Estados Unidos, por desplegar de manera
ilegal a la Guardia Nacional, “bajo el argumento de contener las
protestas de Los Ángeles contra las redadas migratorias.”
Newsom, es un demócrata de índole innovador y partidario del
respeto a la Constitución, por lo que además es un defensor de los
migrantes, factor determinante para consolidar la economía de su
estado. En un reciente artículo que publicó, -La democracia en una
encrucijada- sostiene que por órdenes del presidente, se detiene
indiscriminadamente a personas en la calle y se les persigue por los
campos agrícolas. Para Trump, son individuos de corte criminal, a lo
que responde el gobernador: “Trump miente al decir que se centra en
“los peores de lo peor.” Su administración “está impulsando
deportaciones masivas, dirigidas a familias inmigrantes trabajadoras,
sin importar sus orígenes o el riesgo que corren”. Por ello, “los
californianos salieron a las calles la semana pasada, decenas de
miles solo el sábado pasado, para protestar contra las acciones de
su gobierno”, y con ello ejercen su derecho constitucional a la
libertad de expresión y de reunión.
Trump ha condenado la
posición de California, sus autoridades y ciudadanos. Empero, lo
cierto es que él no se opone a la anarquía ni a la violencia,
“siempre que le sirvan”. Su supuesta preocupación por los
hombres y las mujeres uniformados no se basa en su lealtad a este
país y su gente, sino a él y a su causa. De forma contundente
asegura el señor Newsom: “El despliegue de soldados federales en
Los Ángeles no protege a nuestras comunidades, las traumatiza. Los
jóvenes tienen miedo de asistir a sus propias graduaciones. La gente
tiene miedo de ir a trabajar. Están arrestando a lavaplatos,
jardineros y costureras. No son delincuentes, son familias; esto no
es seguridad pública, es tiranía.” Más claro ni el agua.
En
otro párrafo, asevera el californiano: “Tenemos a un actual
Presidente que cree no estar sujeto a ninguna ley, ni siquiera a
nuestra Constitución. En poco más de 140 días, ha despedido a los
organismos de control del gobierno que podrían exigirle
responsabilidades por corrupción y fraude. Ha declarado una guerra
contra la cultura, la historia, la ciencia; contra el conocimiento
mismo… El poder judicial y el estado de derecho están bajo asalto”
y prosigue con la reflexión siguiente: Nuestro sistema democrático
se creó en oposición directa a la monarquía y se diseñó para
fortalecer la libertad individual y la autonomía, para que nunca más
estemos sometidos a un rey. Es esa idea, ese valor sagrado, (lo que
está) está siendo destruido.”
Los mexicanos y el mundo
entero, debemos estar atentos y dispuestos a actuar, para que no
suceda lo peor: que la oligarquía que encarna Trump, se apodere del
destino de la humanidad.
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