… sobre todo el miedo de que
perderíamos algo que ya poseíamos o que no conseguiríamos algo que
exigíamos. Por vivir a base de exigencias insatisfechas, nos
encontrábamos en un estado de constante perturbación y frustración.
Por lo tanto, no nos sería posible alcanzar la paz hasta que no
encontráramos la manera de reducir estas exigencias.
La
diferencia entre una exigencia y una sencilla petición está clara
para cualquiera.
Para mí, la paz es posible solamente cuando
renuncio a mis expectaciones.
Cuando estoy atrapado en
pensamientos respecto a lo que yo quiero y lo que debo recibir, estoy
en un estado de temor o de anticipación inquieta y esto no conduce a
la sobriedad emocional.
Yo debo rendirme —una y otra vez—
a la realidad de mi dependencia de Dios, porque entonces encuentro la
paz, la gratitud y la seguridad espiritual.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario