Llegamos a un punto decisivo en
nuestras vidas cuando nos pusimos a conseguir la humildad como algo
que realmente queríamos, y no como algo que debíamos tener.
La
manera de vivir de A.A. se convierte en vida de alegría o regreso a
la obscuridad y a la desesperación del alcoholismo. La alegría me
llega cuando mi actitud concerniente a Dios y a la humildad se torna
en actitud de deseo y no de carga. La obscuridad de mi vida se
convierte en luz resplandeciente cuando llego a darme cuenta de que
ser honesto y sincero al hacer mi inventario, tiene como resultado
una vida llena de serenidad, libertad y alegría. Se profundiza la
confianza en mi Poder Superior y un baño de gratitud cae sobre todo
mi ser. Estoy convencido de que ser humilde es ser sincero y honesto
respecto a mí mismo y a Dios.
Entonces la humildad es algo
que “realmente deseo”, y no “algo que debo tener”.
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