Ramón Moreno Rodríguez*
La cantidad de Medios de Comunicación que en nuestros tiempos se han ido creando y la agilidad cada vez más vertiginosa con que se desarrollan ha generado nuevas y sorprendentes funciones y estructuras sociales. Hoy quiero dedicar estas reflexiones sobre la lengua a unas organizaciones empresariales que se me hacen muy curiosas por su peculiar mezcla de antiguo y moderno en como fueron concebidas y los resultados sorprendentes que están teniendo. Me refiero a las llamadas crowdfunding.
Esta
palabra del inglés está constituida por dos elementos:
crowd
que puede ser traducida como grupo de personas, multitud, tribuna,
etc. y fund,
que sería algo así como dinero recaudado, fondos monetarios, etc.
Por lo tanto, podemos verter literalmente esta palabra del inglés
como “grupo de personas que reúnen dinero” o menos
palabreramente y más generalizada, “fondo de inversión”, aunque
en esta última versión se pierda la idea de “muchedumbre” que
permanece en la lengua original.
Pues
bien, esta terminología propia de los bancos y las bolsas de valores
ha saltado al internet con resultados muy sorprendentes, pues existen
en el ciberespacio portales, empresas, organizaciones no
gubernamentales, asociaciones civiles, etc. que se dedican a impulsar
esta variante de los fondos de inversión con un cariz muy
particular: dirigir esos dineros reunidos a creadores artísticos o
del espectáculo que difunden (o no obligadamente) su trabajo por el
ciberespacio, por un lado, y por el otro, conseguir esos recursos no
de empresarios unidos por la amistad, sino de entre usuarios comunes
y corrientes del internet.
Es
decir, quienes poseen o crean una crowdfunding
ni son los empresarios ni son los artistas, sino unos intermediarios,
que lógico, cobran por sus servicios. Pues bien, esta iniciativa
típicamente capitalista e individualista se adaptó a una viejísima
institución precristiana llamada mecenazgo, que consistía en que un
hombre poderoso y adinerado apoyaba con su dinero y su poder a
artistas necesitados de ingresos. Cayo Mecenas, hombre rico y culto
de la Roma de Augusto, es de quien se sabe que ejercía este tipo de
filantropía. Por eso es que el mecenazgo
se llama así, por Mecenas.
Pues
bien, los mecenazgos –ahora gracias al internet–, pueden ser
ejercidos no exclusivamente por los hombres más ricos, sino por
cualquier persona que lo desee hacer con artistas que no conocen
personalmente (como le sucedía a Mecenas con sus protegidos).
Quienes concibieron estas posibilidades adaptaron viejas ideas a los
tiempos modernos y se han fundado una buena cantidad de empresas en
internet que se dedican a promover este tipo de relaciones entre
desconocidos, con el afán, sin duda, de apoyar a los creadores, pero
vigilando también por sus intereses pues se quedan con parte de los
recursos intercambiados entre uno y otro extremo. Existen diversas
maneras de combinar estas posibilidades, y a una de las variantes se
le conoce como patreon,
también en inglés. Este nuevo término o neologismo (procede de
patron,
es decir patrón).
En
este caso, le sucedió a esta palabra (en inglés) lo que le sucedió
a Kleenex en español, es decir, se inventó una palabra para
designar un producto concreto de una empresa concreta y después se
generalizó su uso; por lo tanto, cualquier producto de estas
características (pañuelo desechable) se le suele llamar así,
aunque no sea fabricado por la empresa inicial. Con patreon
sucede de esa manera, pues podríamos decir que las crowdfunding
iniciales se dirigen a las grandes iniciativas y las patreon
a los pequeños creadores y a los pequeños mecenas. Y es necesario
decir que la palabra patreon
no existía en inglés, sino que fue inventada a partir de patron,
para crear esta ciberempresa.
Bueno,
pues entrando más en materia, estos dos términos en inglés
(crowdfunding
y patreon)
se han ido introduciendo en nuestra lengua y observo con curiosidad
que muchos usuarios de ellas no han tenido el cuidado de pensar si
existen las palabras en español a las que equivalen, como en efecto
existen.
De
un tiempo a esta parte –y lo recomiendo a mis lectores– me he
hecho aficionado a un canal de YouTube realizado por un cibernauta
llamado ahí Jabiertzo y su esposa Lele; ellos difunden noticias y
temas de actualidad de la vida cotidiana en China. Pues bien, al
concluir su periódica emisión invitan al público espectador a que
si persisten en el gusto por esta temática de la actualidad china,
ingresen a su página de Patreon, para consultar más videos
realizados por ellos.
Las
primera veces que vi este canal, me sorprendía que le llamaran
patreon
a esa otra página que promovían, pues me parecía que esa palabra
no estaba ni en español ni en inglés. Y no me faltaba razón, pues
es un neologismo tanto en aquella lengua como en la nuestra. Y aunque
no me atrevía a hacer especulaciones de por qué la pronunciaban
así, me era evidente que sería muy fácil de traducir a un español
castizo; quiero decir que, por el contexto en que lo dicen, uno bien
entiende que es una invitación a los espectadores para que se
conviertan en sus mecenas o patrones o patronos, como quizá sea
mejor decirlo.
En
efecto, la palabra patronus
del latín produjo en español patrón y patrono y de ellas se han
derivado otras como patronazgo y eso es en el fondo lo que significa
ser mecenas,
ser el patrono
o quizá santo
patrono, porque
se podría lograr el milagro de que el artista pueda vivir de su arte
sin tener que distraerse en actividades más mundanas para alcanzar
su manutención.
Para concluir las reflexiones de esta ocasión, invito a los lectores a que si se encuentran en la necesidad de usar estos términos (y ya lo creo que sí, porque el oficio de escritor bien merece ser apoyado por muchos mecenas), piensen que tenemos en español palabras nuestras de gran raigambre histórico y castizo como mecenas, mecenazgo y patronazgo, o bien, podemos inventar los términos muy bien construidos como micropatronazgo o micromecenazgo y no valernos de horrorosos híbridos como balconing, del que ya tendré oportunidad de hablar en otra ocasión.
*Doctor en literatura española. Imparte clases en la carrera de Letras Hispánicas en la UdeG, Cusur. ramon.moreno@cusur.udg.mx
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