Brasil Acosta
Peña
León Tolstói escribió La guerra y la paz entre
1863 y 1869. En ella destacó los efectos nocivos de la beligerancia
en una sociedad con relativa calma; destacó el heroísmo del pueblo
ruso y la necesidad de tomar las armas para alcanzar nuevamente la
paz. A la cabeza, el general Kutuzov y el pueblo ruso derrotaron al
imperialismo napoleónico en 1812, cuando surgió la magnífica obra
de Tchaikovski: la llamada 1812. Ésta fue la primera vez que el
pueblo ruso salvó a la humanidad del imperialismo.
La
coyuntura de la Primera Guerra Mundial, la tradición de lucha del
pueblo ruso, la concientización de la clase obrera, con la expresión
de los ideales gracias a la teoría del partido de los trabajadores,
creada por Vladimir Ilich Lenin, fueron los elementos que produjeron
la primera revolución proletaria del mundo.
Una vez en el
poder, el nuevo gobierno fue duramente atacado por las élites
imperialistas de la derecha mundial; y Lenin debió firmar lo que la
historia llamó: “la asquerosa paz” de Brest-Litovsk. No
obstante, esta condición obligó a los “aliados” a combatir con
más energía al imperialismo alemán, cuya derrota quedó expresada
en la firma del Tratado de Versalles, que trajo consigo nuevamente la
paz; sin embargo, no por mucho tiempo, pues no murió el huevo de la
serpiente, es decir, el imperialismo. Segunda vez que Rusia intervino
inteligentemente en la salvación del mundo.
Hitler violó el
Tratado de Versalles y nadie se opuso, pues los países occidentales
esperaban que atacara a la Unión Soviética, ya que el comunismo era
el enemigo común del imperialismo alemán y del imperialismo
occidental con Estados Unidos (EE. UU.) e Inglaterra a la
cabeza.
Aunque coincidían en la lucha contra el comunismo, no
lo hacían en sus respectivas visiones imperialistas: los alemanes no
estaban dispuestos a compartir el mundo con nadie: o eran los nazis o
nadie más. Ni los alemanes ni los imperialistas occidentales
contaban con la valentía, la disposición, destreza, energía y
capacidad de resistencia y conciencia del pueblo ruso en la Gran
Guerra Patria.
Todos conocemos el resultado: más de 27
millones de muertos. El Ejército Rojo, dirigido por el general
Georgui Zhúkov, venció la resistencia del despiadado y sangriento
ejército nazi; y con sus soldados valientes tomó Berlín; los rusos
fueron los primeros en llegar a esa capital, aunque nos hayan querido
vender la idea de que fueron EE. UU. y los ingleses quienes llegaron
primero.
Las grandes pruebas del heroísmo y la resistencia del
pueblo ruso están registradas en la historia de la Gran Guerra
Patria: la heroica defensa de Leningrado, resumida en la Séptima
Sinfonía de Shostakovich, que los músicos debilitados por el hambre
y la enfermedad tocaron valientemente, significó el principio de la
derrota alemana, según algunos autores, la gran defensa de Moscú,
el triunfo de Stalingrado y la toma de Berlín, sólo por mencionar
algunas de ellas.
La dirección general de Stalin y la
dirección militar de Zhúkov cambiaron la historia de la humanidad
en la Segunda Guerra Mundial. Con su guía y, repetimos, con el gran
sacrificio del pueblo socialista ruso derrotaron al fascismo nazi en
su propia cueva; sin embargo, exhaustos por el derramamiento de
sangre y por la falta de recursos, no pudieron acabar con la
serpiente: el imperialismo norteamericano lanzó dos bombas nucleares
para matar despiadadamente a civiles como mensaje para el campo
socialista. Tercera vez que el pueblo ruso salvó al mundo.
Luego
vino la Guerra Fría, que también cobró la vida de miles de seres,
pues los permanentes intentos de tomar el poder político y económico
del mundo llevaron al imperialismo a imponer su voluntad ante la
caída del bloque socialista; los teóricos del imperialismo lo
asentaron por escrito, como Francis Fukuyama, quien sentenció que el
mejor de los mundos posibles era el orden capitalista en su fase
superior, el imperialismo.
Los pueblos del mundo podemos desear
la paz, pronunciarnos enérgicamente por ella, pero son las élites
poderosas las que no quieren la paz; pues como personeros del
capital, están obligadas a obedecer los lineamientos otorgados por
la propiedad privada sobre los medios de producción, el afán por
obtener la máxima ganancia derivada de la plusvalía extraída al
obrero y los recursos naturales extraídos a nuestras naciones.
En
estos tiempos aparentemente “renace” el fascismo; sin embargo,
como señaló el dirigente del Movimiento Antorchista Nacional (MAN),
el ingeniero Aquiles Córdova Morán, el fascismo nunca murió al
término de la Segunda Guerra Mundial: murió su cara alemana, pero
las herederas naturales del fascismo son las élites
estadounidenses.
Así se explica el genocidio en Gaza hoy,
perpetrado por quienes otrora fueron perseguidos por los nazis; así
se explican los ataques a Irán con bombas norteamericanas para que
ese país no produzca armas nucleares, mientras Israel tiene, según
se estima, 400 o más; así se explica que el presidente Trump no
haya resuelto, como prometió, el conflicto en Ucrania; así se
explica la guerra arancelaria contra China, contra Brasil y contra el
mundo; así se explican las amenazas de invadir a México y a
Venezuela, con el falso pretexto de combatir el narcotráfico.
Por
eso, en estos tiempos, la respuesta de Rusia es la correcta (cuarta
vez que Rusia está salvando al mundo del imperialismo); la respuesta
de Venezuela es la correcta, la respuesta de China es la correcta y
la Asamblea Pública Mundial, realizada en Moscú –a la que fui
invitado como representante de México y del MAN– acierta en
destacar el análisis sobre “el papel de los pueblos de América
Latina ante la paz”.
Por ello, la respuesta más eficiente
para alcanzar la paz en el mundo es la que Lenin nos legó en 1917:
los trabajadores del mundo debemos organizarnos, ponernos de pie en
nuestros países y arrebatar a las élites imperialistas el poder y,
desde ahí, defender la paz con las armas en las manos, como lo
realizó Rusia en la Gran Guerra Patria; como lo efectuó China
contra el imperialismo japonés; como lo hizo Cuba que, pese al
inhumano bloqueo, mantiene viva su Revolución y el legado de Fidel y
El Ché; y como están haciendo hoy Rusia y Venezuela al defender su
derecho a la soberanía.
Ésa es la tarea. Silvio Rodríguez,
en su Canción del Elegido, dedicada a Abel Santamaría, escribió:
“y comprendió que la guerra era la paz del futuro”. Luchemos por
un mundo multipolar y mejor. ¡Proletarios de todos los países,
uníos!
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