Ramón Moreno Rodríguez*
He observado que en los últimos tiempos reina un caos en cuanto al uso, unido o no, de los prefijos a las palabras raíz que modifican. Quizá mi observación sea un tanto generalizante y más producto de que antes no tenía el cuidado que ahora tengo de observar cómo se escriben los papeles que leo, o las páginas de internet que consulto. Es posible. Pero también, me da por pensar, que algo de razón tiene mi observación porque los medios de producir textos (en papel o digitalmente) se han multiplicado y, por consecuencia, los puntos de vista también. No está mal eso, el problema es que personas inexpertas, incultas –en fin, ignorantes–, se sienten autoridad en la materia sin serlo, caso dramático es la Wikipedia en la que muchos textos ahí publicados fueron producidos por personas con escasos conocimientos, pero por el hecho de ver publicados sus escritos, se reputan a sí mismas de última autoridad en la materia y aunque cometan terribles dislates, se aferran a su ignorancia de tal manera que da pavor leer sus argumentos justificadores; bien decía el padre Bartolomé de las Casas que todos somos amigos de nuestras opiniones. Ya he tenido oportunidad de debatir con ellos. Sé de lo que hablo.
Pues
yendo a mi propósito, veo con mucha frecuencia palabras escritas
como contraargumento o supermacho o reguapa o ciberempresa sin unir
el prefijo con la palabra a la que modifica, así: contra argumento,
super macho, re guapa, ciber empresa. Entiendo que el redactor
titubee un momento cuando tiene que escribir la primera, porque la
doble vocal (aa) lo desconcierta y su intuición le podría decir,
“¡No, esas son dos palabras! Bueno y pase el lapsus,
pero en los otros tres ejemplos ¿por qué proceder a separarlas? Me
parece un verdadero dislate hacerlo así, una persistencia torpe en
el error. Hacerlo de tal manera no es la excepción, sino la regla;
el ser humano se especializa en tropezar dos veces en la misma
piedra. Sé de lo que hablo.
Si
el amable y ocioso lector (porque el ocio debe reinar en quien me ha
seguido leyendo hasta aquí) enciende su equipo de cómputo, abre el
procesador de texto al uso (me refiero al de Microsoft, pero otros
también cometen este error) en este momento, y escribe estas
palabras u otras como sobreescribir, descubrirá con sorpresa que se
las marca como error y le sugerirá separarlas: sobre escribir o
acaso, sobrescribir. ¿Por qué sucede esto? Ya lo dije, porque los
opinantes se han multiplicado como los hongos en la humedad; ya lo
decía Javier Marías, hoy, cualquiera cree que puede escribir una
novela, aunque nunca lo haya hecho en su vida, mientras que muchos
escritores, por ejemplo, no se atreverían a hacer un pantalón no
dominando el oficio de sastre. Sé de lo que hablo.
Pero
también ha contribuido al error la actitud de la Academia Española,
que nunca se ha preocupado por fijar con claridad su posición al
respecto. Hace algún tiempo consulté su Gramática
descriptiva
(que temo nadie consulta, ¿quién va a querer leer un mamotreto de
más de cinco mil páginas en tres tomos?) y en estudio tan vasto y
tan basto, es lógico pensar que se le dediquen páginas y páginas a
cada minucia tipo las “aes caedizas en el valle de México”, como
decía mi querido maestro César Rodríguez Chicharro. Pues bien,
después de leer y leer páginas y páginas, decenas y decenas de
páginas, concluí mi revisión no sólo con sorpresa sino con
escándalo porque ni una palabra se dedicó al tema, a pesar de ser
–sin duda lo digo–
el que podría importar más al entretenido consultor.
Un
tercer fenómeno que ha contribuido a este caos es el que, por
tradición, los prefijos se suelen escribir pegados a la raíz, en su
gran mayoría, pero también hay costumbre de separarlos con un guion
de su raíz o bien, en dos palabras. Si bien es cierto, estos dos
segundos usos son los menos, son la excepción de la regla; no
obstante, meten ruido en el redactor inexperto, y por estas tres
causas que he explicado, creo que se ha generalizado el caos. Así
que van aquí algunos principios que algo podrían orientar a mis
alumnos.
En
primer término, reiterar lo que acabo de decir; pido disculpas por
escribirlo con mayúsculas: TODOS LOS PREFIJOS DEBEN IR UNIDOS A LA
PALABRA RAÍZ QUE MODIFICAN, sea por caso: fotonovela, descoser,
reaparecer, malviviente, tatarabuelo, como es muy evidente que así
se ha hecho siempre, pero también otros que se prestan a dudas,
como: mediotonto, sobreescribir (o sobrescribir), mediodía,
medianoche (¡la Academia dice que este último también se puede
escribir separado, pero no mediodía, vaya pues!), sobreentender,
supermacho, preexistir, entrecomillar y un largo etcétera.
Se
escribirán con guion aquellas palabras cuyos prefijos deban estar
junto a las palabras raíces formadas por siglas, números o inicial
mayúscula: anti-AMLO, super-8, pro-U. de G., anti-Stalin, etc. Por
otro lado, deberá separarse el prefijo de la expresión que modifica
cuando se conforma de dos o más palabras que juntas dan un solo
sentido; por ejemplo: debe escribirse “ex vice primer ministro”,
pero nunca “ex presidente” (y vaya que esta última fórmula, con
muchos otros casos como “ex pareja” la he visto muchas veces
impresa).
Para
concluir dos o tres observaciones que no se relacionan con lo que
venimos explicando pero también tienen que ver con los prefijos y
las palabras a las que se unen. Primero, aunque el prefijo sea una
construcción grave terminada en consonante, y se una o no a la
palabra raíz, siempre se debe escribir sin tilde, sea por caso:
supermacho, pero nunca, súper-macho y mucho menos súpermacho.
Segundo, si en algunos casos se reitera el prefijo, estos dos
elementos deben ir unidos, no separados: antiantisemita, tatarabuelo,
etc. Tercero, si son dos o más prefijos, pero de naturaleza
diferente, es decir, no repetición del mismo, el o los que, por
lógica, no se puedan “pegar” a la palabra raíz se les puede
poner un guion para indicar que todos juntos modifican el sentido de
la palabra: “Los conflictos pre- y poselectorales deben ser
atendidos con prudencia”. Cuarta, si la palabra raíz es un
monosílabo, por regla, sabemos, no debe llevar tilde (exceptuado,
claro, los acentos diacríticos cuando es necesario distinguir entre
el, y él; de y dé, etc.), pero en caso de que al unirle el prefijo
pase de ser una palabra monosílaba a una bisílaba o trisílaba, se
debe aplicar la regla general de la acentuación que dice que las
palabras agudas terminadas en vocal se escriben con tilde, sea por
caso puntapié, biogás, etc.
Envío. Dudo que se resuelva esta confusión, pienso que no será fácil destruir esta torre de Babel de la confusión de lenguas, pero no importa, hace tiempo que reflexionaba sobre estas pequeñas partículas y a pesar de mi pesimismo y mi desconfianza en la corrección, quería escribir estas líneas. Sé de lo que hablo.
*Doctor
en literatura española. Imparte clases en la carrera de Letras
Hispánicas en la UdeG, Cusur.
ramon.moreno@cusur.udg.mx
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