Fernando G. Castolo*
Hay
un par de esculturas, hermosas por cierto, que en la cotidianidad
pasan desapercibidas. Se tratan de las representaciones de El
Nazareno y de San Francisco de Asís, localizadas en las espadañas
del frontis del templo de la Tercera Orden.
Este templo fue
erigido en el año de 1713, concretamente la actual capilla conocida
como del Señor de la Misericordia. En cambio, la capilla anexa,
conocida como la del Nazareno, es cien años más nueva que la
anterior, construida para dar cabida a la numerosa feligresía
después de que cayó el gran templo parroquial en 1806. Inclusive,
esta diferencia de épocas se puede observar en la misma arquitectura
que presentan ambas capillas: la más vieja es de corte herreriano,
mientras que la más nueva es de corte neoclásico con su peculiar
bóveda de medio cañón.
La última reconstrucción de este
peculiar templo fue después de los acontecimientos sísmicos de
1985, realizándose una muy cuidadosa intervención por parte de los
especialistas, quienes revivieron la magnificencia de sus mejores
épocas. Pero volviendo a las esculturas que se encuentran en su
fachada, dijimos hermosas en su manufactura, ignoramos quién fue su
autor; lo cierto es que guardan la dimensión perfecta del conjunto
de la portada en general, donde fue bien cuidada la sección áurea
tan en boga en las construcciones virreinales.
Tercera Orden
debe su nombre por ser el templo que albergó a la hermandad de la
orden terciaria franciscana, por allá en el siglo XVIII, cofradía
conformada por ricos terratenientes españoles avecindados en la
vieja Zapotlán, siendo uno de sus últimos guardianes don Juan
Urbano de Trejo y Vidriales Velázquez. Tercera Orden es una de
nuestras más preciadas joyas arquitectónicas que se conservan aún
en el Centro Histórico de Ciudad Guzmán; sin embargo, la
responsabilidad de su salvaguarda ha sido, es y debe ser de toda la
comunidad.
*Historiador e investigador.
Hubieran puesto fotos de las esculturas.
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