jueves, 22 de mayo de 2025

Verdaderos culpables del comercio informal

 



Mariano Cariño Méndez


Todos sabemos que el empleo juega un papel cardinal para impulsar el auténtico desarrollo social y el desarrollo económico de un país. Sin embargo, la realidad laboral en México y Jalisco dista mucho de ser óptima. Dicho papel implica que todos los habitantes en edad de trabajar tengan acceso a un empleo digno que les permita satisfacer sus necesidades básicas diarias. Dentro de los responsables para que dicha tarea se realice se encuentran los gobiernos, quienes tienen que intervenir a través de políticas económicas y de trabajo de mercado para poder realizar dicha labor.




Tradicionalmente, se creía que, con mayor crecimiento económico en los países en desarrollo, la situación de la generación de empleos dignos iba a crecer al punto de satisfacer la demanda laboral. Desgraciadamente, la realidad mundial y, en consecuencia, la nacional, no se comporta de dicha manera. Según datos del Banco Mundial (BM), México ocupa el lugar 13º en cuanto a producción de la riqueza mundial; sin embargo, dichos resultados no se reflejan en la generación de empleos. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) reporta una Población Económicamente Activa (PEA) de 61.1 millones de personas, es decir, todos los mexicanos en edad de trabajar; pero tan solo se generan empleos formales, en otras palabras, aquellos que tienen un contrato con salario fijo, acceso a derechos laborales y servicios de salud, vivienda, a una pensión para la vejez o ahorro para el retiro, tan solo para el 43.1 por ciento de mexicanos.

¿Qué sucede con el resto de los mexicanos en edad de trabajar? El 54.2 por ciento trabaja en la informalidad laboral, sin acceso a derechos básicos y con la incertidumbre económica diaria para acceder a lo indispensable para sobrevivir. A esto se suman 1.6 millones de mexicanos que están desocupados. ¿Por qué no hay suficiente empleo formal para todos? Finalmente, la acción del gobierno no es aislada del modo de producción capitalista vigente, el cual exige para su correcto funcionamiento un ejército de reserva, una parte de la población que, aunque capaz de trabajar, no tiene empleo. Este grupo de subempleados o desempleados actúa como una reserva que el capital puede explotar, manteniendo salarios bajos y presión laboral. No es novedad las continuas amenazas veladas al interior de las fábricas e industrias: “Si no quieres trabajar, ahí afuera hay otros diez que pueden hacer tu trabajo”. Todo esto tiene su manifestación en los distintos estados mexicanos.





La situación en Jalisco no es mejor; por más que se quiera decir lo contrario en los distintos discursos oficiales, la PEA estatal es de 4 millones 16 mil 406 jaliscienses en edad de trabajar, de los cuales tan solo el 49.77 por ciento trabaja en la formalidad, menos de la mitad, y por el otro lado, los que viven con la zozobra de terminar la quincena o el mes al carecer de ingresos fijos: el 47.6 por ciento trabaja en la informalidad y el 2.63 por ciento está desocupado; es decir, 2 millones 17 mil 440 jaliscienses hacen circo, maroma y teatro para poder satisfacer diariamente sus necesidades básicas. La cruda realidad diaria que enfrentan millones de jaliscienses.

La cruda realidad es enfrentada con acciones por parte de los empleados en la informalidad y los desempleados; finalmente, tiene que llevar pan a la mesa, ¿y qué hacen? Sobreviven a la vida empleándose sin ningún tipo de seguridad social y con salarios bajos o, en algunos casos, se dedican a la venta de diferentes mercancías en la vía pública. Al fin, la realidad supera los discursos pomposos que se dicen acerca del empleo formal. ¿Qué venden los comerciantes ambulantes? Desde alimentos, ropa, juguetes, accesorios y artículos artesanales, y para quien crea que lo hace por voluntad, lo invito a sentir el hambre, esa que te estruja hasta los huesos o la falta de dinero para curar a la familia; las propias condiciones económicas del país y del estado empujan a la sociedad a satisfacer sus necesidades básicas de una manera u otra.

El reciente incidente en el centro de Guadalajara, donde un vendedor de tamales fue intimidado por personal del ayuntamiento, fue un acto que para muchos resulta increíble y hasta indignante, mientras el país y el estado se desangran por todos lados, lo que merece especial atención y con ello movilización del personal requerido es un vendedor de tamales, quien se gana la vida como millones de mexicanos todos los días, en los distintos videos difundidos en las redes sociales del acontecimiento se puede observar la forma tan intimidatoria del personal del ayuntamiento de la capital Tapatía por un lado y el sentimiento de impotencia del vendedor ambulante, quien estaba resignado a perder todo el fruto de su trabajo de un momento a otro. ¿Es esta la manera de resolver el problema? Por supuesto que no, porque el vendedor de tamales hace, lo que millones de mexicanos y jaliscienses, buscar la manera de sobrevivir a las malas condiciones que promueven las políticas económicas y sociales de los gobiernos en turno.





Subsistir se ha vuelto un delito para los gobiernos del país, pero, por si fuera poco, la misma proliferación y aceptación del comercio ambulante ha dejado en evidencia que los empleos formales son sumamente precarios, con salarios que imposibilitan el acceso a alimentos y productos que se venden en los comercios establecidos. Recientemente, la organización civil México ¿Cómo vamos? y Oxfam México desmintieron uno de los mitos alrededor del comercio ambulante, afirmando que “la informalidad es una decisión personal”. En el estudio “El laberinto de la informalidad”, explica que “la informalidad laboral no es resultado de decisiones personales, sino de los arreglos institucionales y sociales que hay en nuestro país en torno al trabajo”. En otras palabras, miles de mexicanos no tienen oportunidad más que emplearse en el comercio informal. En este contexto, no basta con «levantarse más temprano» o «poner más empeño», como suelen sugerir los discursos de superación personal en medios y redes sociales. Las soluciones requieren cambios estructurales en las políticas y leyes mexicanas, que solo pueden venir de los gobiernos, dada la forma en que está organizada nuestra sociedad.

La única forma que tienen los comerciantes ambulantes de defender su derecho a trabajar honradamente consiste en la solidaridad y fraternidad entre ellos, en la unidad de lucha, en que se den cuenta de quién es el verdadero culpable de su situación, pero, además, que la sociedad en general enfoque y exija a los que propician estas circunstancias una solución auténtica. No se piden imposibles; el artículo 5° de la Constitución dice: “A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícitos”. ¿Acaso los gobernantes actuales están por encima de este mandato constitucional?




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