Abel Pérez
Zamorano
El avance de las fuerzas productivas determina
el arreglo histórico de la organización general de la sociedad.
Fuerzas productivas incipientes determinaron el sistema feudal con
mercados locales, pequeños y dispersos, y una estructura política
igualmente fraccionada. Al desarrollarse la capacidad productiva fue
posible producir en cantidades mayores que, lógicamente, requerían
mercados más grandes. Y vino la unificación en el Estado nación,
con un solo mercado, una ley, una aduana, una moneda nacional.
Pero
la capacidad productiva no detiene su marcha, y provocó que el
Estado nación resultara insuficiente para absorber el creciente
cúmulo de mercancías producidas; fue necesario expandir los
mercados a otros países, como hasta hoy ocurre. En esa tesitura, en
la etapa inicial premonopolista del capitalismo imperaba la “libre
empresa”, luego, al desarrollarse, el sistema se negó a sí mismo,
pasando a su fase monopolista.
Marx ya había previsto que la
pequeña empresa sería remplazada (o sometida) por gigantes
corporativos, pronóstico basado en la “Ley general de la
acumulación capitalista”, por él descubierta. Lenin vio ya el
imperialismo y comprendió el papel que en su expansión jugaban la
saturación de mercancías y de capitales; y explicó su esencia: el
dominio mundial del capital financiero (capital bancario dominando la
industria), y el poder de los monopolios. Al expandirse los mercados
–presionados por el ímpetu de la productividad y el ansia de
acumulación–, viene como reacción la competencia (o la
resistencia) de otros países, lo cual deriva en guerras, necesidad
intrínseca del imperialismo.
Este surgió en la década de los
años 1870, y desde entonces predomina. Empresa pionera fue la
Standard Oil, petrolera estadounidense fundada por John D.
Rockefeller en 1870, y que para 1884 refinaba el 90 por ciento de
todo el petróleo americano. “[entre] 1897 y 1904 se produce en EUA
el nacimiento de la mayor parte de los trust monopolistas. Pasaron de
23 en 1890 a 257 en 1904. Desde 1900 el 32% de la producción
industrial y el 40% de la producción minera se monopolizó”
(Ernest Mandel, Tratado de Economía marxista, T. II).
Y el
monopolio se expandió. “En Gran Bretaña, en 1935, las tres
mayores empresas acaparaban el 82% de azúcar, 88% del petróleo,
100% de níquel y aleaciones, explosivos y cinc, 79% de neumáticos
[…] En 1953 en Francia, Cuatro grupos (Renault, Citröen, Peugeot y
Ford) controlaban el 98% de la producción de automóviles”
(Mandel).
Del papel de los bancos en el proceso de
fusión-dominación, al conformarse los monopolios, explica Mandel:
“La concentración de fondos disponibles para las inversiones en un
pequeño número de bancos, en el momento en que la industria tiene
una necesidad acuciante de esos fondos para aprovechar la
considerable expansión de los negocios, se convierte en uno de los
principales motores de la concentración industrial” (T. II, p.
23).
Ejemplifica. (Las siguientes son citas textuales tomadas
de la antecitada obra de E. Mandel, páginas 24, 25). En Bélgica, el
capital bancario ha tenido el papel de capital financiero ha dominado
la industria desde las primeras fases de expansión. En Francia los
bancos de negocios apoyan vigorosamente la construcción de empresas
industriales durante las décadas de 1870 y 1880. En Alemania, desde
el principio del Siglo XX, los directores de los seis principales
bancos pertenecen al consejo de administración de 344 sociedades
industriales. El capital financiero acaba por “imponerse” a la
industria. En EE. UU., la banca privada ha tenido un papel
preponderante en la concentración industrial, partiendo de la
“consolidación” de las compañías ferroviarias. En el gran
movimiento de fusión de empresas entre 1896 y 1904, los banqueros
tuvieron el papel decisivo: aunque los jefes de industria hayan
efectuado la mayor parte de las fusiones de antes de 1890, los
banqueros y financieros han dejado de ser simples intermediarios. Se
han convertido en promotores. En Francia, para 1953 el grupo
Peñarroya (Rothschild) controla las tres cuartas partes de la
producción de plomo. En Japón, en 1943 el grupo Mitsubishi
controlaba el 90% de la producción de estaño y cristalería, 60% de
la construcción naval y 80% de los transportes marítimos (Concluyen
aquí las citas de E. Mandel).
Hoy los monopolios dominan al
mundo. Ejemplos. En la cadena mundial de valor del cacao, sólo tres
empresas controlan el 40 por ciento del mercado (BBC). El mercado del
café está dominado por cuatro multinacionales. En automóviles
“para 2008, las 10 mayores empresas concentraban cerca del 70% de
la producción mundial y las 5 mayores, poco menos de 50%”
(Economía Informa). En aviación comercial, Airbus produce
aproximadamente 60 por ciento de los aviones; Boeing, el 40.
En
empresas de tecnología, Google tiene 88 por ciento del mercado en
publicidad de búsqueda; Facebook (y sus subsidiarias Instagram,
WhatsApp y Messenger), el 77 por ciento del tránsito social móvil,
y Amazon el 74 por ciento del mercado del libro electrónico (The New
York Times). En los años noventa Microsoft controlaba más del 80
por ciento del mercado de sistemas operativos para PC. Una tercera
parte de la cervedza del mundo es producida por una sola empresa. El
año pasado, entre las nueve principales productoras de bebidas, tres
de ellas produjeron el 67 por ciento.
Junto a estos y otros
monopolios extranjeros, en México dominan los nacionales, económica
y políticamente. Algunos ejemplos. En harina de maíz, Maseca
controla 70 por ciento del mercado; Minsa, 24. En leche, Lala el 34
por ciento y Alpura el 22. En refrescos, CocaCola, 68 por ciento y
Pepsi, 16. En cerveza, Grupo Modelo y FEMSA, 52 y 34 por ciento,
respectivamente (El Trimestre Económico, 2016). Bimbo controla el 90
por ciento del mercado del pan de caja. Y los bancos van a la par:
por activos, los tres mayores (BBVA, Santander y Banorte) controlan
47.5 (Deloitte).
Decíamos antes que en el imperialismo el
capital financiero domina la industria; en esto destaca Estados
Unidos. De los diez mayores fondos de inversión, siete son
norteamericanos (los seis mayores). BlackRock domina, con activos de
casi 10 billones de dólares; participa mundialmente en el manejo de
17 mil empresas, y representa el siete por ciento del PIB global
(News.Unidema).
Aparte de bancos, fondos de inversión y otras
instituciones, la estructura financiera global imperialista incluye
al Fondo Monetario Internacional (FMI), y el derecho de veto que, de
facto, ejerce en él Estados Unidos. Impone políticas de ajuste
estructural a naciones débiles urgidas de créditos; también
sobretasas para penalizar a aquellas con problemas de deuda; o los
créditos condicionados como mecanismo de chantaje. Coincidentemente,
hoy Sputnik publica: “El FMI suspende la línea de crédito a
Colombia […] difícil que economías emergentes como las
latinoamericanas puedan generar un proceso de crecimiento y
desarrollo con el condicionamiento que hace el FMI a través de la
deuda. La deuda termina limitando todas las posibilidades de política
económica”.
Así pues, basados en su inmenso poderío
económico, los monopolios constituyen el poder político real y
dominan ideológicamente al mundo mediante las agencias
internacionales de prensa. Imperan sobre las naciones mediante
estructuras político-militares como el Foro de Davos, OTAN, Unión
Europea, Banco Mundial, FMI, Club de París, G7, G20, Corte Penal
Internacional y muchas más. Ésa es la superestructura
ideológico-política que blinda al poder de los monopolios y el
capital financiero. Los gobiernos de países pobres y dependientes
son instrumentos dóciles a los mandatos de este infame y depredador
sistema global de poder, aunque algunos, como el régimen de la
“Cuarta Transformación”, pretendan ocultar su sumisión con una
retórica “rebelde”. Liberarse de ese dominio es condición
ineludible para la verdadera emancipación de los pueblos. La
dependencia no se puede ocultar.
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