martes, 27 de mayo de 2025

Ya huele a tierra mojada

 



Fernando G. Castolo*


Con las primeras gotas de lluvia que caen al valle, el ambiente se aromatiza de un peculiar olor a "tierra mojada", que evidencia esa fornicación de los elementos naturales que, juntos, darán a luz a un paisaje lleno de verdor. Entonces, todo logra entusiasmarse, inclusive el estado de ánimo que es más delirante y positivo.



Poco a poco se van disipando los días abochornados que sofocan las casas y las noches. El diálogo común se torna en torno al clima, y se advierten que muy pronto llegarán las aguas. Para esos aventurados milagros se recurre a San Isidro Labrador, a San Antonio de Padua, a San Juan Bautista o a San Pedro Apóstol, cuyas solemnidades se recuerdan en el calendario litúrgico entre los meses de mayo y junio. A ellos, como al antiguo Tlaloc, se les solicita la bendición de la lluvia.





El valle, desde tiempos inmemorables, ha padecido la escasez de agua. Así lo consignan las crónicas. Por eso, siempre esperamos con ansias el temporal que humedece nuestros suelos y los hace estallar en diversas tonalidades de verdura. Debemos ser agradecidos. A pesar de las inclemencias que hemos padecido en la historia, tenemos benevolencias que nos han permitido permanecer en el valle por un sinnúmero de generaciones. Hay linajes que cuentan su estancia ancestral en doscientos, trescientos o cuatrocientos años. Ver la inauguración de las benignas aguas es algo apoteótico y sublime. Hoy, el valle, ya huele a "tierra mojada".


*Historiador e investigador.




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