Víctor Hugo Prado
El
México contemporáneo vive una etapa de tensión cívica en la que
la represión —franca o disimulada— puede surgir desde un
discurso, una conferencia de prensa o una narrativa oficial que
intenta desestimar el disenso. A esa represión velada se suma la
captura de instituciones que deberían equilibrar el poder: las
Cámaras de Diputados y Senadores, el Poder Judicial y los órganos
autónomos que, hasta hace unos años, limitaban el autoritarismo en
temas cruciales como telecomunicaciones, competencia económica,
energía o educación. Hoy esas tareas quedaron bajo control directo
del gobierno, debilitando la certeza jurídica y reduciendo las
garantías de imparcialidad en decisiones de vigilancia y regulación.

