Brasil Acosta Peña
La “elección del Poder Judicial” fue una farsa
política, uno de los mayores fraudes públicos y la “legitimación”
del atropello con el que los morenistas quieren asumir el control de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En el futuro
pasaremos de la era del saber a la era de la oscuridad legal. La
hasta ahora ministra presidenta, Norma Piña, tiene un conocimiento
profundo de las leyes, de la forma de interpretarlas (jurisprudencia)
y muchos años de experiencia en la impartición de justicia. Pero a
partir del próximo semestre, la SCJN será dirigida por abogados que
tienen muy poca experiencia en la administración judicial. Por eso,
los mexicanos debemos asumir que con el proceso electoral del pasado
1° de junio –¡carísimo y pagado con nuestro dinero!– se abrió
el camino para eliminar la división de poderes e instalar la
dictadura que los dirigentes de Morena requieren para controlar el
presupuesto de la nación y enriquecerse más con sus novedosas
prácticas de corrupción.
Para nadie es extraño que los
integrantes del Poder Judicial de la Federación (PJF) aún vigente
fueron una piedra en el zapato para los dueños de Morena, porque con
su actuación independiente frenaron varios atropellos que hicieron
rabiar al anterior residente de Palacio Nacional, Andrés Manuel
López Obrador (AMLO). En una de sus rabietas, éste declaró: “al
diablo las instituciones”; y en otra anunció que se requería una
reforma al Poder Judicial porque, según él, era un poder corrupto.
En ese entonces intentó meter el Transitorio 13° Constitucional
para alargar la presidencia de Arturo Zaldívar en la SCJN; pero como
la iniciativa era contraria a la Constitución, fue denegada y
frenada la primera intentona de Morena por hacerse del PJF. Poco
después, el exministro-presidente fue fotografiado por la prensa con
la precandidata o candidata Claudia Sheinbaum Pardo.
Luego,
Morena hizo otro intento por reformar el PJF, pero la iniciativa no
pasó porque no alcanzó la mayoría calificada en el Congreso. Fue
entonces cuando AMLO anunció que se echaría a andar el “plan C”,
es decir, cuando los morenistas tuvieran mayoría en las cámaras de
Diputados y Senadores y pudieran aprobar una reforma judicial a modo.
Fue así como el esperpento legal de Morena fue aprobado por el
Congreso de la Unión en septiembre de 2024. El resultado está a la
vista: una elección popular “democrática” fue el mecanismo para
“seleccionar” a ministros, magistrados y jueces; un proceso
electivo “tamaleado” y celebrado con alegres “acordeones”
morenistas.
La presidenta Claudia Sheinbaum afirmó
recientemente que no era cierto que su partido pretendiera quedarse
con el PJF; y para demostrarlo, argumentó que la iniciativa
morenista no era similar a la del expresidente Ernesto Zedillo Ponce
de León en 1999, que cambió a los ministros, propuso ternas para
cada uno de ellos y el Senado de la República lo avaló. Pero la
promoción judicial morenista solamente es un poco distinta y sus
resultados pronto estarán a la vista de los ciudadanos mexicanos: la
Presidencia de la Sala Superior se rotará cada dos años, el primero
de sus integrantes es afín a Morena; luego le seguirán tres
ministras igualmente morenistas: Lenia Batres; Jazmín Esquivel y
Loreta Ortiz.
Una cosa es el discurso y otra la realidad.
Los morenistas repitieron lo hecho por Zedillo con algunas
diferencias significativas: cada voto emitido costó cuatro veces más
que los de la elección de 2024, a un costo de 619 pesos por cada
sufragio; y si votaron 13 millones, como presume el Instituto
Nacional Electoral (INE) –lo dudo– eso equivale a ocho mil 47
millones de pesos (mdp) echados a la basura, con los que se hubieran
construido cinco mil 300 aulas de escuelas públicas o dotar de
medicamentos a las clínicas y hospitales de la Secretaría de Salud
y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Lo peor
del fraude es que ni siquiera pudieron movilizar a sus bases. El año
pasado votaron por Claudia Sheinbaum 36 millones de mexicanos; y si
consideramos que todos los que sufragaron el domingo 1° de junio
fueron el “voto duro” de Morena y “acarreados” por los
Servidores de la Nación, los supuestos 13 millones de votos
equivalen a 36 por ciento de los que eligieron a Sheinbaum. En otras
palabras: Morena ha perdido capacidad de convocatoria. En la página
de la Secretaría del Bienestar hay 24 millones de beneficiarios,
pero no se notó su presencia en las urnas.
El acarreo
morenista en la elección judicial es fácil de demostrar: el 27 por
ciento de los que votaron tenían 60 años o más y el 36 por ciento
de quienes tenían 50 años o más, son beneficiarios directos de
programas sociales. Fueron llevados a las urnas adultos mayores y
beneficiarios del programa Sembrando Vida, entre otros, con la
amenaza de que, si no mostraban su dedo pintado con tinta indeleble,
entonces les quitarían los apoyos. La gente fue a votar por miedo; y
como muchos no supieron cómo hacerlo, recurrieron a los “acordeones”
que entregaron los Servidores de la Nación o anularon las boletas.
El 10 por ciento de éstas fue anulado, cifra nunca antes vista en la
historia de la democracia mexicana.
Esto significa que el
90 por ciento de los mexicanos en edad de votar desairaron la
elección judicial; es decir, 90 millones. Este resultado, insisto,
es el mismo que logró Zedillo en 1999, pero con la diferencia de
que, esta vez, costó ocho mil mdp, extraídos de las arcas públicas.
Ahora tendremos, como afirmó un amigo: “ministros, magistrados y
jueces del bienestar”… Y pasamos de la era del saber a la era del
no saber; de la era de la carrera judicial, a la era de los abogados
que no tienen experiencia en la administración de justicia.
En
cierta ocasión, un funcionario del Poder Judicial me explicó que la
ministra Lenia Batres no había resuelto prácticamente ningún caso
que le competía, porque andaba en campaña. ¿Y sabes también por
qué?… “Porque no tiene idea de lo que hay que hacer. ¿No
resulta un acto de corrupción poner en un puesto de tal relevancia a
alguien que no tiene idea de lo que debe hacer? Claro que sí; es un
fraude a la patria; pero también es la única manera de legitimar
estas atrocidades y sin razones impuestas desde una cabeza fuera de
lugar”.
El partido Morena, como un esperpento o un
Frankenstein, está iniciando su debacle, pero, al mismo tiempo, está
fortaleciendo la dictadura que tanto hemos advertido en estas
páginas. Sin embargo, los pueblos son los únicos capaces de
derribar las dictaduras y las arbitrariedades del poder político y
económico. Por ello debemos educarnos, organizarnos, formar un
partido que realmente provenga del pueblo para construir una patria
más justa en la que las clases trabajadoras manden y no las
poderosas, como hasta ahora sucede.
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