martes, 17 de junio de 2025

A Zapotlán vía Pazarín

 


Víctor César Villalobos



La literatura es un medio para hablar con quienes de verdad nos importan. Traer sus voces de vuelta para rememorar, para celebrar, para nombrar de nuevo, son algunos de los goces de tomar un libro y comenzar a descifrar los códigos y sus combinaciones que nos acercan al otro en el tiempo.



Tal es el caso de A Zapotlán vía Pazarín (Atenea Tzapotlatena, 2025) en el que el periodista cultural Milton Iván Peralta recoge los papeles de Víctor Manuel Pazarín en el Diario El Volcán, desde el 11 de noviembre de 2016 al 14 de febrero de 2020, pero con la misión de seleccionar solo las columnas que hablaran del terruño en el que creció. Dice Peralta que:

[Pazarín] nos da una visión de un Zapotlán de la que nadie ha escrito, de las décadas de los setentas y ochentas, donde nos habla de las calles, de personajes y lugares… Pazarín nos da ese otro Zapotlán, en los barrios y los personajes populares y lo que fue de esa ciudad que ya no está.






La música también se escucha en las letras de Pazarín: una adusta pero potente tornamesa, artistas que han sido referentes como Gualberto Castro o personajes de su juventud que hacían dueto de guitarras en busca de conquistar el corazón de sus hermanas… o el tío Roberto, que sorprendió al autor con la ejecución de la guitarra y sus composiciones, pero también su voz, la voz de Pazarín, son solo algunas de las tesituras que pulsa el periodista en el diapasón de sus textos.

De la misma forma, aparecen personajes de la vida cultural de este corazón sureño que se pinta con nombres como: Juan José Arreola, Pedro Mariscal, Juan José Ríos Ríos, Rulfo, además de otros incipientes y talentosos juglares.

Esta rica tradición literaria de Zapotlán, que de tan grande la hicieron ciudad –quiere el clásico–, tuvo en Pazarín a uno de sus hijos más inquietos y propositivos en el ámbito de la literatura, la poesía y el periodismo cultural de la última parte del siglo pasado y principios de este; pero no solo: también hizo radio e intuye el investigador Pedro Valderrama Villanueva que no desapareció del todo su pasión por la pintura, ya que “sus ensayos encarnan los paisajes más ricos de su patria chica… Sus trazos como escritor, al igual que los de [José Clemente] Orozco, son tanto enérgicos como generosos”.



Es un gran acierto que Milton Iván Peralta y la editorial Ateneo Tzapotlatena recuperen los textos que Pazarín le dedicó a Zapotlán el Grande. Como se dijo más arriba, las historias cotidianas de una época y una ciudad que hoy ha cambiado es imprescindible conservarlas, no como un museo, sino como una oportunidad viva de saber que otros mundos todavía son posibles.

Volvemos a la literatura por muy distintas razones. Cada quién tendrá la suya: yo elijo la de la memoria preservada, la de las imágenes vívidas de los recuerdos modelados por las palabras: “el poeta es un fingidor”, nos recuerda Pessoa fingiendo ser Ricardo Reis, que a su vez hace tan real el dolor y el vacío existencial. Así Víctor Manuel Pazarín nos emociona con este fingimiento que son las palabras, esta magia que se trastoca en emoción de lo que fue, de la ciudad de la que se decía en deuda. Parece que estamos a mano.


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