Fernando
G. Castolo*
La leyenda urbana consigna que fue
nuestro coterráneo Guillermo Jiménez quien, de forma indirecta,
incentivó en las autoridades gubernamentales la conmemoración del
Día de las Madres en nuestro país. En 1920 y a la edad de 52 años
falleció en Ciudad Guzmán doña Constanza Jiménez Urzúa; el dolor
de esta ausencia motivó al entonces diplomático Guillermo Jiménez
para escribir una muy sentida y breve prosa bajo el nombre de
"Constanza", en el que ventila los recuerdos más
memorables que de niño vivió al lado de su madre.
En "Constanza" se vuelcan brevescencias que emanan del corazón: las caricias que prodigaban esas manos amarfiladas, las mismas que bordaban las servilletas con el lindo nombre de reina. Todo ello lo recuerda Guillermo mientras se traslada en ferrocarril para ver a su moribunda madre. Al final, la observa ahí, en la penumbra de la habitación. Se le acerca y ella, conmovida, alza su débil mano y lo bendice; después, quieta, como dormida... Y en el cielo oscuro de la noche una nueva estrella ilumina el firmamento...
El
breve libro es realmente conmovedor. La primera edición fue editada
en España en 1921. Don Vicente Preciado Zacarías comentaba que el
libro, por su pulcritud, fue obligado como lectura en todos los
planteles educativos de España.
A México llegó el ejemplar
a manos del entonces Presidente de la República quien, una vez que
lo leyó, decretó honrar a las madres de toda la nación a partir
del 10 de mayo de 1922... No sé si esta historia sea verdadera; lo
cierto es que quiero mucho a esta tierra y reconozco el valor
trascendente de muchos de sus hombres y mujeres; por eso me gusta
creer que así pasó, y que debemos a Guillermo Jiménez el que se
alentara un festejo especial en el país a nuestras Madres.
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