Eduardo Ramírez Ruelas*
Después
de las elecciones pareciera que acaba de pasar una tromba dejando todo
deshecho. Se advierte la destrucción por todos lados: las casas sin techo, los
árboles por el suelo, los animales vagando sin domicilio y los llantos vertidos
por la calle. Sin embargo, no para todos es hecatombe. Una minoría de seres
celebra en las copas colmadas de licor los festejos y los triunfos y aunque afuera,
los muebles están tirados por todos lados y en las azoteas lloran los recientes
huérfanos, en casa de éstos, corre el vino, las risas y la alegría. Ganadores y
perdedores con sus infortunios y éxitos, forman el trágico retrato posterior a
las elecciones.