UNO
En el siglo diecinueve,
Amandine Aurore Lucile Dupin tuvo que mudar su nombre al de George Sand para
poder firmar sus libros, ya que en esa época estaba prohibido que una mujer
escribiera historias y más si mantenían un atrevimiento que estuviera fuera del
orden establecido por los varones y por la sociedad en general.
En la actualidad pocas son las
escritoras que se atreven a escribir y menos a describir asuntos subidos de
tono, porque o se les tacha de —para decirlo de un modo— brujas o —para ser
directo— de putas.