Víctor Hugo Prado
¿Qué
ha hecho el gobierno para destruir la confianza en el voto ganada en
no menos de siete décadas del siglo 20? Lo que ha hecho es lo que
vimos en la pasada elección del Poder Judicial del primero de junio,
sustituir las elecciones libres, democráticas y transparentes para
regresar a las prácticas clientelares y corporativistas. Generar un
régimen de lealtades, favores y privilegios. Eliminar la certeza y
objetividad de los resultados, con conteos no directos por parte de
los ciudadanos, sino en lo oscurito, en las oficinas de un INE que ha
perdido credibilidad electoral. Enviando a votar en muchos de los
casos a los adultos mayores beneficiarios de los apoyos sociales, con
un acordeón para que su voto beneficiara a los que Morena, el PT, el
Verde y los gobernadores de las entidades donde son gobierno lograran
el objetivo de quedar instalados en este Poder, para defender los
intereses de los que los postularon.
Sin duda hemos tenido un
enorme retroceso al alterar en sentido de la voluntad ciudadana y el
concepto de ciudadanía que se fue acuñando en la lucha contra los
fraudes electorales, como el de 1988. Hoy en esta desafortunada
elección las fuerzas políticas en el poder, las han convertido en
un remedo de elección, en una farsa, en un ejercicio electivo
manipulado. Con lo sucedido el domingo 1 de junio no somos el país
más democrático del mundo. No somos ejemplo internacional. No somos
una referencia democrática. No, cuando apenas acudió uno de cada 10
mexicanos.
Lo visto el domingo pasado no fue la integración de
un poder judicial técnico, como debió ser, profesional al que
aspiramos la mayoría de los mexicanos, la elección suscitada no nos
habla de la calidad del Poder Judicial y su compromiso con la
justicia, lo que nos dice es que tendremos representantes de partido
en el poder judicial, impulsados con la fuerza del gobierno y sus
partidos, con la complacencia del árbitro electoral.
Como lo
refiere Mauricio Merino, Profesor de la UdeG y columnista en el
Universal, votó una masa movilizada y disciplinada que no abonó a
la democracia. Un sustantivo colectivo que anula la singularidad de
cada individuo. Un pueblo que si te sumas y respondes con disciplina
a las palancas de un partido y sigues las consignas que te ordenan
eres pueblo bueno. Más bueno, cuando jala parejo, cuando llena las
plazas, cuando corea los lemas y cuando se mueve como una masa.
No
salió a votar, en mucho por inconformidad el ciudadano, el titular
de derechos y responsable de sus obligaciones y, en tal sentido
ejerció el derecho a la disidencia, a la libertad de no expresarse y
no convalidar esos que llamaron elecciones del poder judicial.
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