Uno
Nos
acomodamos junto a la pasarela.
De la rocola surgió la voz de Selena, que yo había
seleccionado. La gorda dama, ataviada para la ocasión, se deslizó hasta llegar
muy cerca de nosotros. Aplaudimos. Ella se emocionó. En el fondo estaban
nuestras risas. Botaban sus carnes. Sus tetas se movieron como una marea. Nos
dispusimos a disfrutar el espanto.











