miércoles, 31 de enero de 2024

Elegir en paz


  

Víctor Hugo Prado

 

 

En el Diario Excélsior, Carlos Matienzo, politólogo por la UNAM. Maestro en seguridad y resolución de conflictos por la Universidad de Columbia, advierte que las elecciones que se llevarán a cabo el dos de junio de este año y que anteceden con tres meses de campaña entre tres contendientes a la Presidencia de la República, “enfrentarán una realidad inescapable que se traduce en que el poder de las armas pese más que el voto”.



Este 2024, señala, “viviremos las elecciones más grandes de la historia en el contexto de mayor violencia en las últimas siete décadas”. En su argumentación refiere un conteo realizado en la firma de inteligencia Datalnt, entre el 1º de julio de 2023 y el 15 de enero de 2024, en donde se identifica a 58 personas asesinadas, potencialmente vinculadas al proceso electoral. Aspirantes, familiares de políticos o miembros de partidos han sido las víctimas. Se entremezclan con los procesos políticos con zonas donde existen conflictos criminales activos, entre los que se incluyen las disputas de los territorios de grupos contrarios ligados a la delincuencia.


Refiere, que muchas regiones ya son dominadas por organizaciones criminales que asumen la atribución de “castigar” a políticos que no cumplen con sus expectativas o que no se alinean a sus intereses. En algunos municipios rurales hay pocos que deciden ser candidatos. Saben que muchos alcaldes han sufrido las presiones de los grupos criminales para obtener recursos de sus arcas, imponer funcionarios, entre ellos los de seguridad pública, en gran medida para facilitar sus operaciones. El nivel de control es tal que, incluso los grupos organizados emiten facturas de empresas a los municipios para justificar las erogaciones.





Si en las pasadas elecciones de 2018 y 2021 se vio un importante activismo político de grupos vinculados con la delincuencia en diferentes estados y regiones del país, hoy más que nunca se verá a estos, moviendo a potenciales electores a apoyar y votar por quien mejor les representen sus intereses, convirtiéndose en el fiel de la balanza.


Cierra señalando y coincido con ello, “Durante décadas nos hemos concentrado en construir una democracia por la vía institucional; que garantice equidad. Pero si el crimen nos arrebata la oportunidad de votar por algún candidato o se convierte en el gran elector, de nada servirá instalar la mayoría de las urnas y contar los votos con pulcritud. La violencia es el mayor reto que enfrenta nuestro país y no podremos hablar de democracia plena en tanto no se cumpla la más básica de sus funciones civilizatorias: dirimir la lucha por el poder en paz”.

 

  

 


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