viernes, 27 de octubre de 2023

Garantizar la pervivencia de la escultura de señor san José


 


Fernando G. Castolo*


Alguna vez tuve la "osadía" de sugerir a las autoridades eclesiásticas en turno la posibilidad de mandar manufacturar una copia de la escultura que representa a Señor San José, el patrono juramentado de la ciudad. Por supuesto, la descabellada idea horrorizó a los oyentes.


El argumento es claro, más allá de la devoción que los zapotlenses tienen hacia el Padre Putativo de Jesús, en realidad esa devoción es hacia la escultura que le representa iconográficamente, reconocida como tal por nuestros ancestros. Somos orgullosos herederos de una tradición casi tres veces centenaria y, año con año, se aviva esa llama en los corazones católicos de esta antigua Zapotlán el Grande.


La escultura, de madera de sabino, que representa al Santo Patriarca fue realizada, cuando menos, hacia 1745, en la entonces ciudad de Santiago de los Caballeros, hoy conocida como la Antigua Guatemala. Entonces, estamos hablando de un bien patrimonial material, el más importante tesoro que poseemos, considerado el "corazón mismo de la feligresía", no únicamente de los zapotlenses, sino de todo el territorio de la Diócesis guzmanopolitana.





Cuando esta escultura sale a las calles, en medio de aquel mar de gentes, por ser de material físico, sufre las naturales consecuencias de su exposición a los fenómenos climatológicos imperantes en el momento de su recorrido, por tanto, padece los candentes rayos solares, de la misma humedad que emana de las flores con que adornan su trono, del viento, del polvo, algunas veces de lluvia y del sereno de la noche-madrugada.


Todo ello, de alguna manera, deteriora la talla, como le pasaría a cualquier materia física. Aunado a ello, más allá de los rigurosos protocolos que se planean entre los miembros del clero, los miembros de la Guardia de Honor y los estibadores o cargadores, debemos de reconocer que todos estos actores son entes humanos, capaces de provocar un accidente que tendría sus lamentables consecuencias, sobretodo en el campo espiritual.


Nadie puede intuir que alguien sufra un desmayo, que alguien tenga una crisis nerviosa, que alguien provoque un zafarrancho en medio de aquella masiva convocatoria; finalmente, reitero, somos humanos. A todo esto se expone la taumaturga imagen josefina.


Claro que, en el escenario de la realidad, nada de ello se puede evitar, pero sí podemos contribuir a disminuir el porcentaje de posibilidades de riesgo. Por ello, alguna vez tuve la "osadía" de sugerir una copia y, con ello, evitar esta exposición e imitar lo que se realiza en otras comunidades católicas de gran devoción, como pasa con las diminutas imágenes de Nuestra Señora de Zapopan o de Nuestra Señora del Sagrario de Tamazula, donde las imágenes que caminan por las calles son copias, llamadas peregrinas, de las titulares que se conservan celosamente al interior de sus respectivas basílicas.


En esto también debemos de detener nuestra atención a fin de garantizarle a las futuras generaciones, y por muchos años, la celebración juramentada que en Zapotlán el Grande se le realiza anualmente al patrono Señor San José.


*Historiador e investigador.




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