jueves, 2 de noviembre de 2023

La tumba de Edgar Vuilleumier

 

Tumba de Edgar Vuilleumier, en Ciudad Guzmán.




Vicente Preciado Zacarías*


En la esquina de mi casa y a una cuadra distante de la de Ramón, vivió un hombre que era dueño de un barco. El barco se llamaba Korrigan IV y su dueño, don Edgar Vuilleumier, había nacido en Lausanne, Suiza. Era, inicialmente, muy rico, pues en sociedad con el doctor Nestlé había hecho una fortuna fabricando la leche en polvo “Nido”, que enlatada fue parte principal de la ración de los ejércitos franceses durante la Gran Guerra.



Tumba de Edgar Vuilleumier, en Ciudad Guzmán.



Al separarse de su socio, don Edgar se vino en barco rumbo a San Francisco, pero al pasar por el canal de Panamá contrajo el tifus. En condiciones de gravedad, lo desembarcaron en el puerto de Manzanillo, por orden del capitán, para no tenerlo que “sepultar en altamar”. Allí, en el único hotel que tenía el puerto, lo atendió una indígena originaria de Zapotlán, quien trabajaba como camarera. Con remedios naturales y generoso empeño lo curó, salvándole la vida. En agradecimiento, don Edgar se vino con ella a Zapotlán y compró media manzana de terreno donde construyó una casa de tipo ecuatorial (igual a la de don Alfredo Velasco, distantes dos cuadras una de otra). En la gran huerta sembró plantas exóticas, instaló una piscina y cuadras para caballos de raza. Practicaba la esgrima. Era amigo personal del general Charles de Gaulle, pues habían pilotado aviones biplanos juntos, y era dueño de un barco esbelto que se llamaba Korrigan IV, pintado de rojo y negro, divididos ambos colores por la línea de flotación. Tenía la toldilla blanca. Lo había adquirido con los federales de E.U.A., quienes lo habían decomisado a los traficantes de licor durante la ley seca. Era un barco muy veloz, diseñado para escapar de los guardacostas del gobierno con el impulso de dos hélices en la popa baja. Cuando lo compró don Edgar, la misma autoridad norteamericana le mandó amputar una hélice. Por esta razón, cuando el esbelto Korrigan dejaba el puerto, se le veía inclinado hacia la banda de estribor. Hacía cabotaje transportando carga y mercancías entre los puertos del Pacífico hasta San Diego, California. Cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor en diciembre de 1941, el mismo gobierno que le vendió la nave a don Edgar se la decomisó en condición de flete para el transporte de soldados y material militar a Hawaii y los frentes del Pacífico. Y don Edgar se quedó sin barco. Zapotlán, también. En el panteón municipal hay una tumba en forma de templete gótico donde descansa don Edgar. En su escudo heráldico se ve, en un cuarto, una nave sobre una superficie undosa. En el siguiente cuarto, la cabeza de africano mirando en lo alto de una estrella. El otro navegante (vecino de monsieur Vuillaumier, en la misma calle y a una cuadra de distancia) es Ramón Elizondo quien, junto con sus compañeros de expedición, recorrió todo el río Amazonas en naves construidas por ellos mismos, como lo hizo Orellana en 1541. Los navíos se encuentran como una reliquia en el Museo Naval de Santander, España. La navegación desde el puerto Francisco de Orellana hasta la desembocadura del río al mar fue de 4,700 kilómetros. Hilda Morán del Castillo no se equivocó en su apreciación poética. 



*Fragmento del prólogo La expedición olvidada, de Ramón Elizondo, Puertabierta Ediciones. 

La expedición olvidada.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Popular Posts