miércoles, 30 de agosto de 2023

Ayudemos a ayudarles




 Víctor Hugo Prado



Ayer tuve la oportunidad de estar en una conferencia dirigida a madres y padres de familia de una escuela preparatoria en la Universidad de Guadalajara, la gran mayoría eran madres. El ponente fue el doctor Leobardo Alcalá, quien, entre muchos otros cargos, fue director de los Hospitales Civiles. El hombre, pediatra, sabe de salud y se ha metido a fondo en temas que tienen que ver con riesgos en adolescentes y jóvenes que bien pueden ser estudiantes de secundaria o de prepa. Él a propuesta de la Universidad de Guadalajara ha implementado el Programa Ayudemos a Ayudarles, dirigido a atender estudiantes preparatorianos de la propia Casa de Estudio.



El tono de la plática fue directo, claro, sin ambigüedades, con expresiones coloquiales y en muchas veces con palabras altisonantes, puso el dedo en la llaga sobre los riesgos que los preparatorianos experimentan todos los días, en la escuela y en la calle: el consumo de drogas, la depresión, sus aspiraciones, el embarazo de adolescentes, la responsabilidad de la paternidad, la comunicación con los hijos, la responsabilidad para atenderlos desde la escuela y la casa, entre otros aspectos.


No intento hacer una relatoría de la conferencia. Pero si retomar al menos uno de los temas puestos en la atención de las mamás y papás, por ejemplo, el uso excedido de los teléfonos inteligentes, que ha generado cambios en la forma de comunicarnos y que afecta el comportamiento humano. En muchos de los casos representa una herramienta de trabajo y de estudio, pero en otros, es un factor de distracción y aislamiento en los propios espacios familiares, entre ellos para comunicarse cara a cara entre padres e hijos.





Las respuestas casi monosílabas de los hijos nos han distanciado: ¿Cómo te fue en la escuela? Bien; ¿qué tal tus maestros? Chidos; ¿ya hiciste amigos? Maso. Desesperados por terminar la “conversación” su mente está en el celular, un artefacto al que el joven no puede controlar, interrumpir, ni dejar de usar. Se desespera si se traba por segundos, causa ansiedad si no llegan mensajes, la mente enajenada quiere ver videos de cantantes, modas, de influencers, quiere estar en Tik Tok e Instagram, construye modelos a seguir que poco o nada le aportarán a su desarrollo personal, social, cultura o económico. La adicción por el celular ha tenido tal fuerza que ha generado entornos de inestabilidad, agresividad y dificultades en la concentración, ya no se diga en la comunicación familiar y en el rendimiento escolar.


Por ello, hay que felicitar esta iniciativa de la Universidad de Guadalajara y al Programa Ayudemos a Ayudarles, que apunta a la reflexión y la acción. Seguro va a contribuir a romper inercias y centrar los esfuerzos para mejorar las condiciones de las y los estudiantes universitarios.





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