Aquiles Córdova Morán
De los
imperios antiguos aprendimos que el supremacismo, el hegemonismo absoluto e
incompartido de una potencia sobre las demás naciones, es la esencia misma del
imperialismo; que para quienes detentan el poder imperial, cada nueva nación
conquistada y sometida es solo una nueva frontera que derribar en un proceso de
expansión que no conoce límites. Así lo ilustran el Imperio Persa, el de
Alejandro Magno y el gran Imperio Romano, quizá el mejor conocido por el mundo
moderno. A nosotros nos ha tocado vivir dentro de un nuevo tipo de
imperialismo, un imperialismo que se distingue de los antiguos en muchas y muy
importantes cuestiones, a pesar del cual no hay duda de que, para poder
realizar sus propios fines, necesita actuar y actúa exactamente como los
imperios antiguos en materia de expansión ilimitada, impulsado por la misma
hambre irrefrenable de conquista para poner a todo el mundo al servicio de sus
intereses comerciales, financieros y políticos.