Mariano Cariño Méndez
Nuevamente, el
Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) enfrenta un severo estiaje,
es decir, los cuerpos de agua que la abastecen presentan niveles
bajos; los caudales están disminuidos desde noviembre de 2024 y se
espera, según datos de CONAGUA, que concluya en el mes de mayo de
2025 con las primeras lluvias. Esta situación afecta a los 5
millones 268 mil 642 jaliscienses que residen en dicha zona, pero no
todos padecen la escasez de la misma manera; por lo general y en su
mayoría, los recortes en el suministro se dan, principalmente, en
las colonias populares. La escasez no se distribuye por igual porque
el acceso al agua sigue la misma lógica que la desigualdad social:
quien puede pagar no padece escasez.
La carencia que hoy padece
el AMG no es solo una crisis hídrica, sino la manifestación de un
modelo que ha convertido el agua en mercancía. Mientras millones de
habitantes en colonias populares sufren cortes intermitentes y
tandeos, grandes corporaciones —desde cerveceras hasta
desarrolladores inmobiliarios— siguen extrayendo el recurso sin
restricciones. Veamos algunos ejemplos, según datos del Instituto
Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC): 12 inmobiliarias
controlan 36,735 millones de litros anuales (agua para 1.6 millones
de personas en el mismo periodo); 4 desarrollos inmobiliarios de lujo
extraen 7,860 millones de litros, suficientes para el consumo de 215
mil habitantes; 4 cerveceras/refresqueras consumen 8,319 millones de
litros, equivalente al consumo de 227 mil personas, y 4 empresas
químicas acaparan 6,877 millones de litros (188 mil vidas).
Mientras, miles en el AMG sobreviven con cubetas y pipas. El agua no
falta: está concesionada a los que tienen el poder económico en el
estado.
Podría pensarse que estas concesiones pagan tarifas
altas por su uso intensivo del agua, pero la realidad es escandalosa:
Urbi Construcciones del Pacífico S.A. de C.V. (Tonalá) extrae
15,600 millones de litros anuales, pero de 2018 a 2019 pagó $0 pesos
según datos de CONAGUA y para continuar Reserva del Bosque S.A. de
C.V., que consume 3,000 millones de litros al año, solo pagó $1,991
pesos en el mismo periodo. Mientras colonias populares sufren
desabasto, estas empresas explotan el agua prácticamente
gratis.
Hasta aquí se ha demostrado que los principales
acaparadores del agua, sobre toda la población del AMG, son las
embotelladoras de refrescos y agua, las acereras, las cerveceras, las
grandes empresas agrícolas, ganaderas y avícolas, desarrollos
inmobiliarios de lujo y compañías a las que se les ha concesionado
la generación de electricidad. Tienen a su disposición tanta agua
que, con ella, sería posible atender correctamente a los más de 5
millones de jaliscienses que viven en el Área Metropolitana de
Guadalajara. Se continúa viendo al oro azul como una mercancía que
se puede vender al que más ganancia represente y se le quita su
valor de uso esencial: satisfacer la necesidad de la sociedad en su
conjunto.
Frente a este acaparamiento, se insiste en culpar a
la población y se le exige cuidar el recurso hídrico, tardarse
menos en la regadera o usar una cubeta para ahorrar; sin embargo, no
se pone el acento en quienes realmente acaparan toda el agua del AMG.
En marzo de este año, se culpó a los campesinos de la zona de
Atequiza por la falta de agua en Guadalajara, Tlaquepaque y
Tlajomulco, ya que en su desesperación por sus cultivos famélicos
abrieron las compuertas del acueducto que traslada el agua del lago
de Chapala a la planta 1 de Miravalle. Se les satanizó hasta el
cansancio en todos los medios de comunicación posibles. Con los
datos hasta aquí descritos, ¿es culpa de los campesinos de Atequiza
el desabasto de agua en el AMG? Usted tiene la respuesta.
El
estiaje en el AMG no es un desastre natural, es una manifestación de
la lucha de clases: por un lado, los que lo tienen todo y no sufren
de nada; veamos el ejemplo de la colonia Puerta de Hierro, donde la
presión del agua alcanza 4.5 bares (óptima para jacuzzis) y, en
contrapartida, los que solo tienen su fuerza de trabajo, como en la
colonia San Sebastián el Grande, donde apenas la presión llega a
0.8 bares, insuficientes para tener una distribución adecuada al
interior del domicilio. El enfoque de favorecer a grandes empresas y
minusvalorar a la clase trabajadora, mientras en promedio una persona
gasta al día 250 litros de agua; la cervecera Heineken consume 20
millones de litros en el mismo lapso. Se ha legitimado el escandaloso
saqueo del agua, que en el dicho le pertenece a la nación, pero en
el hecho a unos cuantos privilegiados. Así es la triste realidad que
padece la clase trabajadora.
En 2010, la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) reconoció el agua como un derecho humano; sin
embargo, en Jalisco sigue secuestrada por los privilegiados. A pesar
de que han pasado más de diez años, el reconocimiento se ha quedado
en papel. De hecho, seguimos siendo testigos de la expresión cruda
de la contradicción inherente al modo de producción capitalista, en
el cual el agua -como toda mercancía- es arrebatada a la clase
trabajadora para ser convertida en fuente de ganancia. Así, se
transforma en privilegio lo que debiera ser derecho universal: la
clase rica tapatía ha mercantilizado hasta la subsistencia
básica.
Frente a esto, es momento de que pongamos manos a la
obra, de exigir lo que nos corresponde y de priorizar las necesidades
de las colonias que, en pleno siglo XXI, carecen de agua potable
entubada, mientras que quienes ya la reciben padecen de un servicio
deficiente. En este contexto, la clase trabajadora del AMG debe poner
un alto al saqueo desmedido del oro azul, pues a la mayoría le
imponen tandeos o el abastecimiento mediante pipas. Mañana puede ser
demasiado tarde. Que conste.
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