martes, 7 de mayo de 2024

Los enrosos de Tuxpan, el santo y seña de la fiesta

El Geógrafo Carlos Alberto Saracco Álvarez, Secretario de la Benemérita Institución, entrega al Ing. Francisco Javier Sánchez Gómez el pergamino que lo acredita como miembro de la Institución. Condujo la Sesión Académica, el Mtro. Adalberto Ortega Solís, Presidente de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística en el Estado de Jalisco (al centro). A su lado, el Dr. Guillermo Ramón Aguilar Peralta, Coordinador del Capítulo Sur de la Benemérita Sociedad.


 

Salvador Encarnación

 

El texto “Los enrosos de Tuxpan”, escrito por Francisco Javier Sánchez Gómez sostiene que esta tradición es una señal de fiesta y un agradecimiento a la divinidad. Con sus mejores galas y costumbres, los participantes se presentan ante el dueño de la imagen para “vivir” esta celebración en compadrazgo: “Somos compadres aquí y en la presencia de Dios”[i], expresan. Esta fiesta se remonta a la época prehispánica. Es, una forma de convivencia tanto social como religiosa.  



“Los enrosados” —sigo el texto—fue su primer nombre en español, y la palabra “rosa” era utilizada por los indígenas como generalidad hacia las flores.  Esta fiesta tiene su periodo de festejo del 29 de septiembre día de san Miguel al 2 de noviembre, día de Ánimas. El texto informa que fueron prohibidas estas fiestas por el obispo de Michoacán en el año de 1788. Y era de esperarse, treinta y seis días de festejo sólo Tuxpan los aguanta. Charolas de comida, chiquigüites de frutas, botellas de ponche, de mezcal, de tequila, y música, amenizan esta festividad. Y la fiesta crece. Una sola imagen puede tener varios padrinos y entre todos hacer el festejo.


[Permítanme un comentario. Festejo es una bella palabra que se conserva plena en el sur de Jalisco. “Aviento el cohete y la gente sola llega”, se dice en Tuxpan. “Al primer tamborazo —dicen los músicos de Zacoalco— se alegra el corazón”.  “Digan lo que quieran —escribió Arreola en La feria—, a mí me encanta la chirimía. Apenas la oigo, ya tengo el corazón lleno de feria,…” Y continúa: “Palabra, cuando me muera, pediré que me entierren con chirimía, como a los indios de Tuxpan”[ii]].





El texto Los enrosos de Tuxpan aclara el origen de esta festividad. Ofrecer flores a la divinidad proviene de la fiesta del Tlaxochimaco, en el noveno mes. El santo y seña de esta fiesta son los patoles. Así los define Francisco Javier Sánchez Gómez “…el patol es un armazón de base rectangular realizado en carrizo o ixtle, que está sostenido por un palo o vigueta asemejando la estructura de un tablero (…) La decoración de este objeto ofrendario depende de la festividad tradicional, si es con flores de cempasúchil y cabeza negra es para Enroso (sic), de igual forma si contiene velas de cera en ocasiones escamadas se le conoce como patol de cera y es empleado en diversas festividades,” El corresponsal de El Informador, en 1975, agrega: “Los patoles son llevados con la banda de música y gran acompañamiento de indígenas y del pueblo todo…”[iii] En el año de 1985, el  Corresponsal del mismo periódico agrega: “…adornado bellamente el altar, los dueños de los cristos, imágenes de la Virgen en sus diversas advocaciones; santos sebastianes y santiagos, etc., hacen la tradicional fiesta para quien quiera disfrutarla (…) en estos famosos enrosos se reza y se canta en honor del santo o santos cuya imagen colocan en un limpio altar…”[iv]


Hay variantes de los enrosos en el sur de Jalisco. En Zapotlán el Grande se le llama enroso al adorno rectangular que se coloca en el dintel de la puerta principal de catedral el día 21 de octubre, en la víspera de la festividad de Señor San José; y en otras fiestas religiosas. Así se define al enroso zapotlense, muy parecido al de Tuxpan: “El enroso consiste en arreglos hechos con flores tejidas en forma de rosario con los cuales se forman cortinas. Tan complicados adornos son conducidos a hombros de dos o más hombres, quienes se hacen acompañar con música de viento, mariachi y danzas autóctonas como los “Sonajeros” que bailan al compás de chirimías y tamboril[v]. El capitán o mayordomo reúne en su casa a familias invitadas que llevan las flores y que a su vez son agasajadas con un convivio de platillos autóctonos como mole, sopa de pan y pozole. Por la tarde, salen en procesión, conduciendo la ofrenda floral hasta el templo, para colocar el “enroso” en la parte superior de cada una de las puertas”[vi]. El enroso zapotlense ha tenido ligeros cambios: “Actualmente, son dos los enrosos juramentados: el primero es el enroso para la Virgen del Rosario, el seis de octubre; el segundo, el citado a es Señor San José. Y ya no son de flores silvestres, se utilizan flores de cempasúchil[vii].


Francisco Javier Sánchez Gómez.



Aparte de los santos, los enrosos sirven para recibir a dignatarios religiosos o civiles. Un dato a señalar, y recordado por Vicente Preciado Zacarías, fue que con enrosos pegados en los costados de las trocas, se recibió al músico Luis Guzmán[viii]. Y a nadie más.


Los enrosos pueden ser también collares de flores, panes o frutos como en san Sebastián del sur o Atemajac de Brizuela. En Zacoalco, a los collares se nombran “cuelgas”; al tablero como el de Zapotlán y Tuxpan se le nombra “Listón”. En Suchitlán, Colima, allende nuestras fronteras jaliscienses, son collares que se ofrecen a personas que han hecho algo por la comunidad.


Conclusión. Este texto es importante para el sur de Jalisco, primero porque nos informa el origen prehispánico de la tradición de los enrosos, vigente no sólo en Tuxpan, también, y en menor medida, en otros pueblos del sur de Jalisco. Segundo, cita una fecha donde esta tradición es nombrada en español, idioma incipiente en aquellos tiempos para la mayoría de la población. Tercera, el festejo siempre presente en el sur de Jalisco. Última, esta festividad es ofrecida a las divinidades y remarca el problema de la traducción no solo por el idioma sino por la cosmovisión del indígena para comprender, hacer suya, la nueva religión.  



Notas

 

i El Corresponsal. (3 de diciembre de 1982). Ritos tradicionales del antiguo Tuxpan. El Informador, págs. 10-C.

[ii]   Arreola, J. J. (1966). La feria. México, D.F.: Joaquín Mortiz. Pag. 173

[iii]   Corresponsal, E. (23 de diciembre de 1975). Grupo de vecinos preparan en Tuxpan una "Pastorela". El Informador, págs. 12-A.

[iv]   El Corresponsal. (29 de octubre de 1989). Alcohólicos anónimos de Tuxpan cumplió segundo año. El Informador, págs. 11-C.

[v]   Una observación. La Chirimía se compone de la chapetilla (trompetilla) y el tambor.


[vi]   Leandro, E. (10 de diciembre de 2006). Zapotlán el Grande . Tapatío Cultural El Informador, pág. 4.

[vii]   Ruiz Baltazar, J. L. (s.f.). Una ofrenda tejida con devoción. Recuperado el 20 de abril de 2024, de El Puente: https://www.elpuente.org.mx/elpuente/una-ofrenda-tejida-con-devocion/

[viii]   Morán del Castillo, H. (14 de agosto de 1998). Dos personajes del sur. El Informador, págs. 19-A.

 


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