Brasil Acosta Peña
Dice Guillén: “Señor, Señor,
¿por qué odiarán los hombres al que lucha, al que sueña y al que
canta? ¿Qué puede un cisne dulce guardar sino ternuras en el alma?
¡Cuán doloroso es ver que cada ensayo para volar provoca una
pedrada, un insulto mordaz, una calumnia! ¿Por qué será la
humanidad tan mala?
En una clausura de las escuelas de
Tecomatlán, el ingeniero Aquiles Córdova Morán calificó de
monstruos a los dueños del capital que están dispuestos a todo con
tal de mantener su hegemonía y de ejemplo puso el caso de Israel,
que ha atacado a los palestinos con saña.
¿Cuántas condenas?
¿Cuántas películas de denuncia? ¿Cuántos libros y literatura se
han escrito para condenar las atrocidades del nazismo en contra de
los judíos? Se han hecho millones de condenas, cientos de películas
y miles de libros y artículos académicos sobre los crímenes
cometidos contra los judíos por parte del imperialismo alemán, cuya
cara monstruosa era Hitler. Ejemplos de esas películas son Shoah
(1985); La decisión de Sophie (1982); La lista de Schindler (1993);
La vida es bella (1997); El pianista (2002); El niño con el pijama
de rayas (2008); El hijo de Saúl (2015); El fotógrafo de Mauthausen
(2018); Jojo Rabbit (2019); La zona de interés (2023); y obras
literarias como el famosísimo Diario de Ana Frank, entre muchas
otras más.
En la Segunda Guerra Mundial se derrotó al
imperialismo alemán gracias, fundamentalmente, al sacrificio del
pueblo ruso, que aportó 27 millones de vidas, de las cuales tan solo
10 millones eran militares, el resto eran civiles; sin embargo, no se
exterminó al imperialismo y las exiguas fuerzas rusas no lo podían
hacer en ese momento dadas sus condiciones de devastación, debilidad
y pérdida de vidas humanas. Por eso las tres potencias
fundamentales, la URSS, Estados Unidos (EE. UU.) e Inglaterra
pactaron en Postdam. A la muerte de Stalin, en el año de 1953, a
sólo ocho años de haber concluido la Segunda Guerra Mundial, el
poder quedó en manos no revolucionarias y no se combatió con
energía al imperialismo norteamericano, se le dejó vivir y hoy
estamos sufriendo las consecuencias. Por cierto, el lanzamiento de
las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, cuando ya no era
necesario, fue una muestra de fuerza y mensaje contra toda la
humanidad y, sobre todo, contra la Unión Soviética, para dejar en
claro quién tenía el mayor poder destructor y a quién debía
subordinarse el mundo.
Pero esas bombas hablaban en nombre de
unos cuantos, de quienes han impuesto siempre la política del
capital en favor de los ricos, que han sometido a la humanidad entera
al dominio y control brutal (muchas veces sigiloso); esas bombas
representaban el predominio de la propiedad privada sobre la
propiedad colectiva; hablaban a favor de los magnates del dinero y no
del pueblo norteamericano, que permanece explotado por los dueños de
los medios de producción. Las bombas nucleares lanzaban el mensaje
de que quien no siguiera las instrucciones imperialistas de EE. UU.
estaría sometido, indiscutiblemente, a la violencia nuclear o
militar, que es como se ha impuesto a lo largo de los años, después
de la Segunda Guerra Mundial, nuestro vecino del norte.
Y no se
crea que esas amenazas se ciñen sólo sobre el pueblo de Palestina,
no; hoy se amenaza a México, pues al declarar que los cárteles
mexicanos de las drogas son terroristas, las leyes norteamericanas
permiten la incursión militar en nuestro territorio “para
combatirlos”, sin respetar nuestra soberanía ni mediar acuerdo con
el gobierno mexicano, lo cual es riesgoso y un peligro inminente que
no debemos ignorar y al cual nos debemos oponer.
Pues bien,
esas bombas representan la imposición violenta del capital sobre los
trabajadores como filosofía única y generalizada en el mundo, de
tal suerte que ningún país puede aspirar a romper la contradicción
fundamental del capitalismo, es decir, que la producción tiene un
carácter social, pero la apropiación de la riqueza producida tiene
un carácter privado; por ende, romper con la contradicción implica
que la riqueza tenga, como la producción, también un carácter
social. Un judío declaró recientemente que los niños de Gaza
debían morir porque son futuros terroristas, que por ello se
justifica su asesinato. Ésos son los monstruos.
El
imperialismo norteamericano está dispuesto a todo, menos a ceder la
riqueza que obtiene de explotar a los trabajadores. Por el contrario,
hoy los líderes del pueblo judío, que en el pasado fue víctima de
la rudeza del imperialismo y que perdió seis millones de vidas en la
Segunda Guerra Mundial, están matando en Gaza al pueblo palestino a
balazos, con bombas y, sobre todo y lo más terrible, de hambre.
“Al
menos 175 personas, entre ellas 93 menores de edad, murieron
recientemente debido al hambre en la Franja de Gaza, informó el
Ministerio de Salud del enclave. También declaró que el número
total de víctimas desde la escalada del conflicto en Gaza, que
comenzó en octubre de 2023, ha aumentado a 60 mil 430 personas,
mientras que más de 148 mil han resultado heridas” (TASS, tres de
agosto de 2025). Sin embargo, la posición de los representantes del
gobierno judío de Israel, ahora monstruos como los otrora nazis,
señalaron a través del primer ministro israelí Benjamín
Netanyahu, que están “decididos a destruir al movimiento palestino
Hamás” y, además, si los monstruos de Israel no fueran
suficientes, el embajador de EE. UU. en Israel declaró que si Israel
“está cometiendo genocidio” contra la población palestina de la
Franja de Gaza, “entonces lo está haciendo terriblemente mal”
(RT, tres de agosto de 2025); es decir, para el funcionario
estadounidense hace falta matar con más saña, con bombas y de
hambre, a un pueblo en nombre de los ricos judíos dueños del
capital para hacer de la Franja de Gaza un “paraíso” para que lo
disfruten los adinerados, sin importar que Gaza ya estaba ocupada
cuando llegaron a imponer el Estado israelí en 1948.
No
podemos estar de acuerdo con el genocidio cometido contra el pueblo
palestino por los líderes judíos del Estado de Israel, apoyados
decididamente por EE. UU. y, en ese sentido, los únicos que podemos
parar esos atropellos terribles somos los pueblos del mundo
organizados y educados. Debemos levantar la voz y hacer que se
escuche fuerte y claro. Para ello debemos ir más allá, debemos
luchar para alcanzar en México un gobierno por y para el pueblo, un
pueblo donde realmente gobierne el pueblo y pueda tomar decisiones
trascendentales, como oponerse al genocidio en Gaza y aliarse con
Rusia y con China para la construcción de un mundo multipolar y
mejor, donde no haya monstruos, sino seres humanos que busquen el
bien de la humanidad y no la muerte y el desastre. ¡Alto a los
monstruos!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario