Fernando G. Castolo*
Por ejemplo: el 8 de julio de 1927, se levantan las respectivas actas de nueve individuos que fueron acribillados en el punto denominado Atequizallansillo (suponemos cerca de Atequizallán o Atequizayán). La masacre tuvo verificativo el 23 de junio inmediato anterior. Los defensores de Cristo muertos en el punto son: Daniel Cuevas Ceballos, nativo de Pihuamo, agricultor, indígena de 33 años; Juan Cuevas Ceballos, hermano del anterior, sin relación de años de edad; Antonio Montes Solís, nativo de Unión de Guadalupe, agricultor, indígena de 22 años de edad; Alfredo Álvarez Rosas, nativo de Tamazula de Gordiano, chofer de 17 años de edad; Matías Valencia Contreras, nativo de Mazamitla, jornalero de 23 años de edad; Aurelio Magaña González, nativo de El Mamey, Colima, jornalero de 30 años de edad; Zeferino Aguayo Murguía, nativo de Ciudad Guzmán, de 19 años de edad; José de Jesús Arias Anaya, nativo de Unión de Tula, de 21 años de edad; y, José Mejía Carrasco, nativo de Unión de Guadalupe, chofer de 23 años de edad.
Estas víctimas se suman a casi medio centenar de otros tantos registros en que se asientan los hechos bajo los cuáles sufrieron su deceso: "introducción de balas en pecho y cráneo" (el tiro de gracia); en episodios suscitados en arterias de la ciudad. En su mayoría, estas personas son de raza indígena, jornaleros o soldados que defienden las causas de uno y otro bando. A ellos, como a otros anónimos personajes que, abrazando sus ideales católicos, perdieron la vida, ofrendamos nuestro humilde homenaje, y los rescatamos del olvido para que las actuales generaciones tengan evidencias certeras de este acontecimiento que, sin duda, es uno de los más trágicos y vergonzosos en la historia contemporánea de nuestra nación mexicana.
*Historiador e investigador.
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