Dr.
Guillermo R. Aguilar Peralta*
En
gratitud a la clarificación de la sapiencia de un maestro y amigo,
en la que tuvo a bien ilustrarme con su benévolo y atingente
comentario, y con la amable sugerencia referente a un concepto
relacionado a la razón abstracta de Spinoza, siendo el segundo tipo
de conocimiento que nos proporciona ideas generales o nociones
comunes, mejor dicho universales, sobre las capacidades y propiedades
compartidas por los objetos que capturan la esencia de ninguna cosa
singular existente, sino que explican relaciones y acuerdos que
existen entre ellas y son fundamentales para un conocimiento adecuado
y fundamental en ese entramado de la realidad universal, conocida y
reconocida como sustancia única también llamada Dios o naturaleza
Deus
Sirve Natura,
que es infinita eterna y la realidad en su totalidad.
Todo
lo existente, incluido los seres humanos, son modificaciones o modos
de esta sustancia que se expresa a través de atributos infinitos; de
los cuales, solo conocemos el pensamiento y la extensión, y que tuvo
a bien compartirme una expresión de gratitud por haberle
transportado a sus años de inquietud por esos temas, me honra y me
halaga (dicho sea esto como un alimento banal a mi ego.)
Hablando
en primera persona vino a mí entonces, un recuerdo de un texto leído
en alguna ocasión de Nicolás de Cusa, Docta
Ignorantia,
y partiendo de ello, también vino a mi mente una frase recurrente en
nuestras tertulias, "estamos en construcción”, formulación
que asocio y temporalizo en el siglo XV que representa la inflexión
histórica del pensamiento occidental, que en este momento comparado
en mi particular proceso formativo, me asumo como el medioevo, que
comenzaba a transitar hacia la modernidad marcada por la crisis de la
escolástica y el auge del pensamiento humanista.
Nicolás
de Cusa, plantea que el conocimiento humano, por estricto y riguroso
que pudiera ser, esencialmente limitado frente a la infinitud de la
verdad divina, no renuncia como propuesta al conocimiento, sino que
establece una forma superior de saber reconocer los límites del
entendimiento, como una premisa o condición, para acceder a la
comprensión más profunda; hablamos de 1401 a 1464.
Esa
época de transición de la Teología
Escolástica
representada por autores como Tomás de Aquino, es coto en la que se
procuraba conciliar razón y fe dentro de un marco aristotélico; sin
embargo, en los albores del siglo XV, ese paradigma empezaba a
mostrar distensiones habiéndose redescubierto textos neoplatónicos
y herméticos
aunado a los avances científicos y el humanismo del renacimiento que
impulsaban formas nuevas de pensar, del conocimiento y la divinidad
en este contexto.
Cusa propone la conciliación de la síntesis
de la razón y la fe, aunque diferente de la Tomista,
no busca demostrativamente de manera racional procurar un Dios, sino
mostrar que cualquier forma de razonamiento humano, es incapaz de
abarcarlo.
Esta obra, temporalizada en 1440, introduce la idea
del conocimiento real y auténtico, es comprender que no se puede
conocer plenamente lo absoluto; la noción de Docta
Ignorancia
parte de distinguir entre dos tipos de ignorancia…
La
ignorancia
simple
y la ignorancia
docta.
En ese orden de ideas, la ignorancia
simple,
es la ausencia de conocimiento, sin ser consciente de ello o de la
ausencia del conocimiento; la ignorancia
docta,
es diferenciada como tal, como una conciencia reflexiva de los
límites del saber, esa distinción es relevante -por no decir
fundamental y clave- quien ignora sin saberlo está atrapado en el
error; más quien reconoce que no sabe, en cambio, se aproxima al
saber verdadero, puesto que el conocimiento humano es siempre
relativo, mientras que la verdad
divina
es absoluta e infinita; por tanto, toda comprensión entre lo finito
y lo infinito, es imposible.
Nicolás de Cusa recurre a la
analogía matemática para explicarlo: así como ningún número
finito puede igualar al infinito, ningún conocimiento humano puede
ser comparable a la sabiduría divina, cuanto más se avanza en el
conocimiento, más evidente se hace el insuficiente conocimiento al
infinito; en sus términos la proporcionalidad entre lo finito y lo
infinito es inexistente, para dar claridad a esta idea, empleó
ejemplos geométricos en la cual precisa imaginar un polígono
inscrito en un círculo, en la medida que el número de lados del
polígono aumenta su
forma se aproxima al círculo pero nunca lo iguala.
El
círculo como figura perfecta, representa el conocimiento divino, y
el polígono, es el saber humano. No importa cuántos lados se
adicionen, la distancia entre ambas figuras geométricas siempre
persistirá.
En la vida cotidiana, esta analogía se puede
aplicar a cualquier proceso de investigación o aprendizaje, un
intelectual en la ciencia que dedica años a un proceso de
investigación y aprendizaje que estudia un fenómeno natural, podrá
acumular datos, teorías y modelos que cada vez serán más precisos,
pero su conocimiento será siempre limitativo con una aproximación,
no a una totalidad.
Lo mismo acontece en la Filosofía, donde
toda respuesta implícitamente e invariablemente generará nuevas
preguntas; esto por consecuencia, conlleva a la ignorancia que no
niega el progreso, sino que sitúa al conocimiento dentro de una
estructura de límites.
Por ejemplo, en el campo de la
cosmología actual considerando a Einstein desde la Teoría de la
Relatividad general pasando hasta la actual Mecánica Cuántica,
muestran avances notables, pero implícitamente… contradicciones no
resueltas; esta situación encarna el principio Cusano, el cual crece
en conciencia de su propia limitación e insuficiencia.
Cusa
establece la coincidencia Opositurum
o coincidencia de los opuestos, atendiendo este principio en Dios,
entendido como el infinito absoluto; los contrarios coinciden lo
máximo y lo mínimo, lo uno y lo múltiple, lo ser y lo no ser,
unificándose en una totalidad que implica la trascendencia más allá
de la lógica humana, equiparable a esto en la geometría finita el
máximo y el mínimo son extremos opuestos en los que la infinitud de
ambos coinciden, porque el infinito no tiene límites aplicado al
conocimiento, esto conlleva que el significado del saber y del no
saber se reconcilian, en el que, más sabio es aquel que comprende su
ignorancia , -la verdadera sabiduría está en reconocer la propia
ignorancia- atribuida a Sócrates: “solo sé, que no sé nada” y
ni siquiera de eso estoy seguro.
El ignorante afirma mientras que el sabio duda y reflexiona, -Aristóteles.
La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia, -Amos Bronson Alcott.
No hay nada más fecundo que la ignorancia consciente de sí misma, -José Ortega y Gasset.
"polígono inscrito en un círculo, en la medida que el número
de lados del polígono aumenta su forma se aproxima al círculo
pero nunca lo iguala."
Estas
frases nos remiten al reconocimiento de la unidad intelectual y la
conciencia de lo que nos falta por aprender: el conocimiento real y
profundo.
Esta reflexión anticipa desarrollos posteriores en
la filosofía dialéctica y en la epistemología moderna; por
ejemplo, en Hegel, la contradicción es lo que impulsa el devenir del
espíritu; en Cusa, este elemento contradictorio, es resolutivo en la
infinitud divina en ambas circunstancias; la diferencia es
constitutiva del conocimiento, adopta la ignorancia, y la define como
una relación entre sujeto y objeto del conocimiento del saber
humano, que no puede pretender una adecuación total a la realidad,
sino una aproximación asintótica del conocimiento.
Es
entonces, que se convierte en un proceso de infinitas correcciones y
reformulaciones, implicando aceptar que toda teoría puede ser
provisional, realizable en un ámbito filosófico, y presupone
reconocer que toda verdad está mediada por el lenguaje y las
categorías humanas en el ámbito teológico, que implica una forma
de humildad cognitiva.
Por
lo tanto, no se puede definir lo absoluto con conceptos finitos,
cuando una persona intenta explicar una experiencia, ya sea estética,
emocional o espiritual; su bagaje en relación a la expresividad,
siempre encontrará límites en las palabras, puesto que el
lenguaje puede aproximar, pero no agota la experiencia.
| "coincidencia Opositurum o coincidencia de los opuestos". |
El
aporte principal de Nicolás de Cusa, consiste en haber formulado un
modelo epistemológico basado en alimentación del conocimiento; no
visto como una debilidad en su condición estructural, puesto que
este enfoque influyó en el pensamiento renacentista y en el
desarrollo posterior de la ciencia, el método hipotético y el
reconocimiento de la falibilidad científica, en cierta medida pueden
gastarse hasta la intuición Cusana
en la educación.
El principio de docta
ignorancia
encuentra una aplicación en el aprendizaje reflexivo en el que
comprender
que no se sabe todo, permite mantener una actitud abierta y dinámica
frente al conocimiento,
la ignorancia reconocida, se convierte en motor de búsqueda, más no
en un obstáculo en la vida cotidiana.
Quienes
estamos en la disyuntiva de decisiones complejas cuando asumimos que
no poseemos toda la información, es una tendencia obligada de
liberar con mayor prudencia en la que procuramos contrastar fuentes y
aceptar esa terrible incertidumbre como parte de un proceso racional,
debemos atender a esa disposición práctica que constituye una
aplicación moderna del principio Cusano.
Es por tanto, que
día a día, cobra valor esa frase recurrente en la que estamos en
construcción.
*Coordinador del Capítulo Sur de la BSGEEJ, A. C.

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