Aarón Eleazar Sánchez Navarro
Nos esforzamos por contribuir al avance de la
civilización convencidos de que vivimos en una época especial,
época en que la humanidad está sufriendo una transformación
fundamental.
Esta convicción penetra nuestro marco
conceptual e influye en cada uno de sus elementos.
El
siguiente pasaje sobre prosperidad mundial explica la naturaleza de
esta visión:
Por todo el mundo inmensas energías
intelectuales y espirituales buscan su cauce de expresión,
energías cuyo empuje guarda proporción directa con las
frustraciones acumuladas de las últimas décadas.
Por
doquier se multiplican las muestras de ese anhelo que albergan los
pueblos de la tierra por poner fin al conflicto, sufrimiento y ruina,
lacras a las que ningún país es hoy inmune.
Hay que captar
y encauzar esta marea de impulsos de cambio a fin de superar las
demás barreras que traban el logro de ese antiguo sueño: alcanzar
la paz mundial.
El esfuerzo de voluntad requerido en tamaña
empresa no puede suscitarse solo mediante llamamientos a combatir la
interminable lista de males que afligen a la sociedad.
Antes
bien, debe alumbrarse mediante una visión de la prosperidad humana,
y ello en el sentido más hondo de la expresión: el despertar de
posibilidades de bienestar espiritual y material hoy a nuestro
alcance.
Sus beneficiarios deben ser todos los habitantes del
planeta, sin distinciones, y sin que valgan condiciones impuestas que
nada tengan que ver con las metas fundamentales propias de tal
reorganización de los asuntos humanos.
Hasta la fecha la
Historia ha conocido principalmente la experiencia de tribus,
culturas, clases y naciones.
Con la unificación física del
planeta alcanzada en este siglo y el reconocimiento de la
interdependencia de cuantos viven en él, comienza ahora la historia
de la humanidad como un solo pueblo.
El largo y lento proceso
civilizador del carácter humano ha seguido un desarrollo
esporádico, desigual y manifiestamente injusto en cuanto a las
ventajas materiales que ha dispensado.
No obstante, gracias a
todo un patrimonio de diversidad cultural y genética acumulado
durante épocas pasadas, los habitantes de la tierra se enfrentan
hoy al reto de aprovechar su herencia colectiva a fin de asumir,
consciente y sistemáticamente, la responsabilidad de forjar su
futuro.
Así, el marco evolutivo en el que se va a centrar
esta serie, servirá para ayudarnos a convertirnos en protagonistas
más efectivos —cada uno dentro de su propia esfera de pensamiento
y acción— de un proceso de construcción de civilización que
creemos que está cobrando mayor impulso cada día.
Este
marco descansa sobre la base de creencias inmutables, sin las cuales
se derrumbaría, al igual que se han desintegrado tantos sistemas de
pensamiento en la historia reciente.
Hay dos conjuntos de
creencias distintas pero muy interconectadas que requerirán de
nuestra atención en este y el siguiente capítulo —las
relacionadas con la unicidad de la humanidad y las que se agrupan
conjuntamente como los principios de la justicia—.
¿Tu que
piensas?

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