Brasil Acosta Peña
México se
ahoga en las aguas negras de la incompetencia, insensibilidad y
corrupción. Su pueblo sufre nuevamente los embates de la naturaleza
y el gobierno no es capaz de ofrecer una respuesta rápida, eficiente
y a la altura de los graves problemas sociales que ésta plantea.
México se hunde –y esto no es retórica– porque vive los peores
momentos de su historia reciente debido a que Morena impulsa
políticas ineptas y corruptas en los rubros más relevantes,
incluidos los de seguridad, salud y educación. Sus gobiernos
acumulan el mayor número de homicidios dolosos; los problemas
sanitarios los han desbordado como ahora lo hacen los ríos en cinco
estados de la región centro-oriente del país; la educación se
halla sin rumbo y los niveles académicos van de mal en peor; los
precios de los alimentos suben todos los días y empeora el nivel de
vida de los mexicanos.
Es cierto que cambió el partido en el
poder, pero no cambió el sistema ni la clase social que controla,
manda y dirige el país; es decir, la clase de los poderosos, dueños
del dinero, para quienes gobierna Morena y a quienes poco importa que
sus criados cometan errores mientras a aquéllos les vaya bien. Los
empresarios ricos de México están bien porque están ganando buen
dinero y “no se pueden quejar”, como lo reconoció el
expresidente Andrés Manuel López Obrador. Y es verdad. Pero los
pobres sí deben protestar porque, a pesar de que el salario mínimo
se ha incrementado, cerca del 60 por ciento de los trabajadores vive
del comercio informal y sus ingresos no son fijos. Sí, estos
mexicanos pueden quejarse; pero para cambiar su situación, es
necesario que se organicen.
Los cambios que ha efectuado Morena
sólo han servido para que sus líderes se conserven en el poder,
como otrora lo hizo el PRI y lo intentó el PAN, para seguir al
servicio de las clases poderosas. Si Morena pretende continuar en el
gobierno, debe proteger los intereses de los ricos. Todo indica que
esto es lo que está sucediendo. Sus dirigentes cambiaron algunas
normas relacionadas con el control de la vida pública, pero no el de
la economía, que sigue en manos de las clases dominantes. Se ha
difundido que Morena está realizando cambios para establecerse como
una dictadura con un discurso “crítico” de todo lo pasado: la
corrupción, la violencia delictiva, la falta de atención a los
pobres, etc.; ha cambiado la Constitución y desmantelado las
instituciones “del pasado”, como es el Poder Judicial de la
Federación.
Pero sólo ha desarrollado estos cambios para
perpetuarse como un partido político en el poder y para que no haya
manera de que se lo quiten en los siguientes años. De sus filas han
salido a relucir nuevos ricos al amparo de las instituciones
gubernamentales y de representación popular, actos de corrupción
que sus líderes antes criticaban con ardor, pero ante los cuales
ahora no hacen nada para perseguirlos, sancionarlos ni prevenirlos.
En contraste, los morenistas no se preocupan por resolver a fondo y
en serio los problemas económicos, políticos y sociales del pueblo
de México. En lugar de ello, se han dedicado a entregar dinero
público mediante “tarjetas del bienestar”, cuyo único propósito
consiste en ganar votos frente a las elecciones y mantenerse en el
poder.
Si le dan dinero a la gente, se hace atenida y carente
de iniciativa para producir riqueza por sí misma. Y si a este efecto
se agrega que el dinero que se le entrega es un quid pro quo –es
decir, el cambio de una cosa por otra– el resultado del cambalache
resulta en extremo negativo porque si se enferma y va a los
hospitales públicos, no hay medicamentos o equipo para que le
operen, y tiene que ponerlo de su bolsillo; si quiere que le arreglen
una luminaria, el drenaje, el conducto de agua potable, una escuela
pública, si a ésta le faltan aparatos de cómputo y laboratorios de
química y física, le pavimenten y cubran los baches de su calle, o
le resuelvan los problemas de inseguridad, las respuestas de los
gobiernos morenistas son “no hay dinero”, “ya tienes lo de la
tarjeta”; “coopérate con los vecinos”, recurre al programa “La
Escuela es Nuestra”, etc. Las “tarjetas del bienestar” se han
convertido también en un arma para amenazar a la gente con la
advertencia de que las quitarán si no votan por los candidatos de
Morena, conducta que antes criticaban al PRI.
Ahora, con el
embate de los huracanes, miles de familias se han quedado en la ruina
porque han perdido todo, y el gobierno, lejos de actuar con
eficiencia y prontitud, las regaña, se atreve a gritarles y decirles
que no fue para tanto; que no hubo tales daños. Es el colmo del
cinismo, el colmo de la desvergüenza y una prueba más de la
insensibilidad de Morena. Ahora dirán que los huracanes son
responsabilidad de Felipe Calderón o de los gobiernos priistas. Ante
una situación como la que hoy enfrentan los mexicanos de la región
centro-oriente del país, ¿qué haríamos los antorchistas si
gobernáramos México?
Lo que hizo el gobierno de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas en Tashkent, Uzbekistán en 1966,
donde un terremoto altamente destructivo dejó a 300 mil personas sin
vivienda: actuar inmediatamente con envíos de ayuda humanitaria;
movilizar a miles de voluntarios de toda Rusia que eran ingenieros,
arquitectos, albañiles, etc. para reconstruir lo antes posible,
primero las viviendas y luego todo tipo de edificios. En sólo seis
meses, el gobierno soviético repuso sus casas a la gente sin costo
para los damnificados. Ése es el apoyo y la solidaridad que está
haciendo falta en México.
Morena no sabe gobernar y no tiene
la disposición de hacerlo. El Movimiento Antorchista Nacional y la
Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez
están llamando a la población a solidarizarse y acudiendo a las
zonas humildes para ayudar en la medida de sus posibilidades. Llamamos
al pueblo a que se una, se organice, se decida a gobernar y le quite
el mando a los políticos incompetentes y corruptos que no resuelven
sus problemas y están hundiendo a México.

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