Omar Carreón Abud
Aunque hay
excepciones que terminan pagando con su propia vida, la mayoría de
los pacientes, prefieren saber la verdad sobre sus padecimientos,
están conscientes de que nada aventajan engañándose y difiriendo
un tratamiento que se hace indispensable. “Dígame la verdad,
Doctor”, siempre será mejor que rehuir la consulta y los análisis
necesarios. Me queda claro, muy claro, que esta positiva conducta es
muy difícil de aplicar en nuestro país, aunque los enfermos sean
realistas y valientes y estén dispuestos a tomar las medicinas y
enfrentar los tratamientos que los científicos ordenen, la realidad
es que, en la inmensa mayoría de los casos, están completamente
fuera de su alcance. Como quiera que sea, aun con esas grandes
carencias, la gente prefiere saber la verdad.
Si eso aplica
para la vida personal, también aplica para la vida social, para los
gravísimos problemas por los que atraviesa nuestro país y el mundo.
Tampoco en eso hay lugar para la tranquilidad. El capitalismo en su
fase imperialista está en edad provecta, se le acumulan los achaques
y defiende su vida tratando de destrozar a otras economías que lo
amenazan sólo porque existen. El paradigma, Estados Unidos, ya no es
el máximo productor de mercancías atractivas y baratas del mundo,
ahora les compra más de lo que les vende a más de cien países, sus
formidables factorías, asombro universal, se han marchado a otros
países -el capital no tiene patria- en busca de fuerza de trabajo
barata, casi regalada, y muchas zonas industriales, antes famosas,
son montones de fierros oxidados.
Estados Unidos está
definitivamente desindustrializado. Le sobra la mano de obra que una
vez importó, así se explica la urgencia y la ferocidad para cazar
mexicanos y expulsarlos a su país. Así se explica que haya empezado
a aplicar aranceles a las importaciones que le llegan del extranjero
tratando de presionar a los inversionistas golondrinos para que
regresen sus negocios a Norteamérica ¿Aceptarán tornar a Estados
Unidos a pagar una fuerza de trabajo notablemente más cara? No
fácilmente ni rápido. Y, ¿en caso de que lo hicieran?
¿Encontrarían a una clase obrera, dispuesta y entrenada para
incorporarse a la disciplina fabril después de años de inactividad
y hasta de vagancia y que, por si fuera poco, está envejeciendo? No
fácilmente ni rápido.
La situación es complicada y el tiempo
apremia, ya que otras economías del mundo, señaladamente la china,
producen mucho más y mucho más barato. En el año 2000, Estados
Unidos aportó aproximadamente el 30 por ciento del Producto Interno
Bruto (PIB) mundial, mientras que China aportó ese año un
insignificante 3.6 por ciento; en la actualidad, Estados Unidos
aporta el 25 por ciento y China ya se hace cargo de aportar el 19 por
ciento. La competencia es muy real. Estados Unidos necesita, pues, no
sólo producir más mercancías para generar y apropiarse de una
plusvalía mayor, necesita urgentemente vender las mercancías que
todavía produce, es decir, hacer realidad la plusvalía que
encierran. ¿Y cuáles son estas mercancías? Las armas. Si
consideramos la producción total, incluyendo las armas para uso
interno, Estados Unidos supera el 50 por ciento del valor global,
debido a su gigantesca industria militar.
Así se explican las
guerras que, más que antes en dimensión y frecuencia, proliferan en
el mundo. La guerra de Ucrania, librada por instigación de Estados
Unidos, así lo demuestra. El ejército de ese país no habría
resistido ni un mes el enfrentamiento con Rusia sin la intervención
de Estados Unidos que ha aportado 350 mil millones de dólares, pero
no como solidaridad humanitaria, sino como vil negocio para vender
las armas que produce su complejo industrial militar, las nuevas y
las viejas que ya tenía acumuladas. No lo digo yo, ni aguzados
investigadores independientes, lo dice la funcionaria norteamericana
que repartía bocadillos a los manifestantes del Maidan en Kiev
cuando empezó la embestida contra Rusia y, también, otro alto
funcionario norteamericano, igualmente, o más involucrado en la
guerra ucraniana contra Rusia.
Veamos. “Washington gasta la
mayor parte del dinero asignado como ayuda a Ucrania en la producción
de armas en el país, dijo la subsecretaria de Estado interina de
Estados Unidos, Victoria Nuland, en una entrevista con CNN esta
semana… Tenemos que recordar que la mayor parte de este dinero va
directamente a la economía estadounidense para fabricar armas,
incluidos empleos bien remunerados en unos cuarenta estados de todo
Estados Unidos… El secretario de Estado estadounidense, Antony
Blinken, también dijo recientemente que aproximadamente el 90 por
ciento de la asistencia financiera a Ucrania se gasta en la
producción nacional de armas y equipos” (RT. 25 de febrero de
2024).
Así
se explica que Israel, un pequeño país de no más de 10 millones de
habitantes, se haya atrevido a “castigar” a Irán arrojándole
misiles con el pretexto de que, este país, tratando de construir una
planta nucleoeléctrica para contar con electricidad más barata y en
mayor volumen, estaba enriqueciendo Uranio, procedimiento que, si se
lleva a sus últimas consecuencias. también sirve para producir
bombas atómicas. Pero nunca se ha demostrado que Irán posea Uranio
de esa calidad, ya que Irán pertenece al Organismo Internacional de
Energía Atómica (OIEA), que es una institución internacional que
entra con expertos a los países miembros y certifica in situ que no
poseen ni Uranio enriquecido ni bombas atómicas. En contrapartida,
Israel, el sancionador justiciero, no pertenece al OIEA y, por tanto,
nunca ha recibido una supervisión semejante en su territorio. No es
todo, es sabido que Israel guarda en secreto no menos de 90 bombas
atómicas vendidas ya saben por quién.
El supuesto castigo a
Irán es, como fue la agresión de Ucrania a las zonas rusoparlantes
de su propio país, una provocación para justificar la intervención
de Estados Unidos que, con crédito y armas proporcionadas por sus
fábricas, apoyaría a Ucrania cuando Rusia respondiera. Era más que
evidente que la agresión de Israel a Irán iba a ser respondida con
misiles y, por tanto, tendría que entrar en acción la llamada
Cúpula de Hierro de Israel, que no es otra cosa más que el
lanzamiento de montones de cohetes interceptores durante muchas horas
del día y de la noche. Y eso cuesta un dineral y Estados Unidos,
solidario como siempre, mediante un simple pagaré y sus intereses,
está más que dispuesto a entregarlos de volada y a domicilio. La
guerra para la venta urgente y cuantiosa de armas.
Por su
parte, la prohibición de poseer Uranio enriquecido y, por tanto,
plantas nucleoeléctricas, no es más que otra despreciable maniobra
del imperialismo para evitar que algunos países tengan acceso a la
tecnología más moderna, es una forma brutal de mantenerlos en el
atraso. Ahora manda bombardear a Irán porque trabaja para construir
una nucleoeléctrica, así como hace algunos años amenazó con
bombardear la nucleoeléctrica que construía Cuba en Cienfuegos y
detuvo la obra. Pero la opinión pública debe saber que existen 444
plantas nucleoeléctricas en el mundo, que Estados Unidos tiene 109,
Francia, con un territorio mucho menor, es el país con mayor
dependencia de la energía nuclear en el mundo y cuenta con 56
reactores nucleares en operación distribuidos en 18 centrales
nucleares y, en el Reino Unido, hay actualmente 5 centrales nucleares
en operación con 9 reactores activos generando electricidad. Como
puede verse, la más moderna producción de electricidad está, por
la fuerza, solamente en manos de los países imperialistas.
Aunque
se diga que se pactó la paz entre Israel e Irán y hasta se publique
en la prensa atlantista que existen propuestas para que Donald Trump
reciba el premio Nobel de la Paz y hasta que llegue a recibirlo,
identificadas y localizadas las ultimas causas de las guerras
recientes, nada garantiza a los trabajadores del mundo que habrá paz
y armonía. Aunque parezca increíble, la paz es la muerte para el
imperialismo. Seguirá provocando enfrentamientos chicos y grandes
con las consecuentes matanzas. Nadie puede garantizar que nuestro
país no haya sido considerado como candidato, menos aún, después
de que grupos de narcotraficantes han sido catalogados como
peligrosos grupos terroristas. La guerra es el instrumento para la
sobrevivencia del imperialismo. Y estamos en la lista.
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