Fernando G. Castolo*
Se
tiene documentado que una de las profesiones más antiguas de la
humanidad es la prostitución. En el caso de nuestra comunidad, no se
evidencían este tipo de prácticas sino hasta el año de1925. Ello,
por supuesto, no quiere decir que no haya existido, solamente que no
había sido un asunto de tanta envergadura como para que se
presentara en actas de Ayuntamiento.
En la sesión del 7 de
julio se acuerda proceder a la reglamentación de esta profesión y a
levantar un padrón de las casas de consignación y las damas que se
encuentran en servicio dentro de cada local. Para el 4 de enero de
1930 se ventilan nuevas disposiciones: que se prohíba a las
prostitutas deambular por el primer cuadro de la ciudad; así como
que se evite el expendio de bebidas embriagantes en el radio
inmediato de estos lugares, a fin de evitar los muchos escándalos
que se suscitan por la ingesta de alcohol. Por esas mismas fechas,
finalmente, se acuerda generar una "zona de tolerancia", es
decir, donde se toleren estas prácticas, sin fastidiar al inmediato
vecindario.
El
entonces Presidente Municipal, don Ramón Paniagua, decide convertir
el viejo barrio de la calle Sebastián Lerdo de Tejada en esta zona.
Antes, los barrios que concentraban la prostitución en la ciudad se
distribuían entre las calles de: Santos Degollado, Ignacio Zaragoza
y la actual Pbro. José Manuel de Jesús Munguía y Vázquez
(conocido por años como el Callejón del Diablo), principalmente.
Juan José Arreola, a través de su novela "La feria"
(1963), da cuenta de varias anécdotas suscitadas en estos lugares
que le narraba su padre en sendas cartas que le remitía hasta la
Ciudad de México.
Al barrio que concentró esta "zona de
tolerancia", la comunidad rebautizó como "Las Glorias de
Paniagua", en honor al Presidente Municipal que llevó a cabo la
proeza. En esas "Glorias" existían varias cantinas, muchas
de ellas icónicas, donde los varones coincidían para tomar la copa
y, de paso, disfrutar de la compañía de alguna "mujer de la
vida alegre", como les llamaban.
Hoy en día, a la calle de Lerdo, solamente le quedó la fama, dado que los servicios profesionales de la prostitución se han diversificado en zonas de la ciudad. Existen casas muy discretas y otras bastante evidentes.
Siempre
he pensado que, dado que esta profesión pervive, es porque existe
clientela que solicita sus servicios. "Los bules", o
congales, o burdeles, suelen ser lugares muy recurrentes todavía y,
seguramente, seguirán por los siglos de los siglos…
*Historiador e investigador.
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