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miércoles, 5 de noviembre de 2025

Carlos Manzo: el símbolo silenciado

 



Víctor Hugo Prado



No podemos permanecer callados ni omisos ante el trágico asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. El crimen, cometido durante el festival de velas —en pleno acto público y ante numerosos testigos—, es un mensaje de fuerza y desafío de quienes lo planearon y ejecutaron. Es la brutal confirmación de que el crimen organizado no teme exhibir su poder, ni siquiera frente a la mirada colectiva.



Carlos Manzo se había convertido en un símbolo de resistencia frente a la extorsión que padecen los productores de aguacate en Michoacán. En su lucha pidió, una y otra vez, el apoyo de los gobiernos estatal y federal, apoyo que nunca llegó. Su propósito era claro: liberar a su gente del yugo del crimen.

Amaba su tierra, su familia y su comunidad. Las imágenes captadas minutos antes de su muerte, con su hijo en brazos, quedarán como un testimonio imborrable de una causa que sigue abierta.





Manzo fue un hombre apreciado por su pueblo. Rompió con la partidocracia y ganó las elecciones de 2024 por la vía independiente, al frente del Movimiento del Sombrero, una organización política surgida desde abajo que logró al menos tres cargos de elección popular en Michoacán. Con identidad propia, su figura creció, se volvió mediática y representó una esperanza frente al poder delictivo. Pero, sin respaldo institucional ni protección política, quedó expuesto ante el mismo monstruo que enfrentaba.

Ante esta tragedia, y tras el asesinato de siete alcaldes michoacanos desde 2021, ya no hay espacio para las evasivas. Basta de culpar a Porfirio Díaz, a Miguel Alemán, a Calderón, a García Luna, a Peña Nieto o a “la derecha”. Siete años de gobierno del actual proyecto son suficientes para hacer corresponsables tanto a este sexenio como al anterior. La impunidad no tiene ideología: solo cómplices y víctimas.

Los michoacanos —víctimas directas del terror criminal y de la omisión gubernamental— requieren acciones reales, coordinadas y firmes entre los tres niveles de gobierno. Se necesita inteligencia, legalidad, profesionalismo y valentía para enfrentar la colusión entre autoridades y delincuentes. De no hacerlo, Michoacán seguirá ardiendo en la violencia desbordada. Lo gritan las calles de Morelia, donde jóvenes y ciudadanos claman: “Carlos no murió, el gobierno lo mató.” Esa indignación estatal, nacional e internacional debe transformarse en una investigación transparente y en justicia plena para la familia de Carlos Manzo y para todos los michoacanos que se niegan a vivir de rodillas.



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