Salvador Encarnación
Se
cumplió la profecía. Días antes de efectuarse la marcha de la
Generación Z, a realizarse el sábado 15 de noviembre, se vaticinó
que habría violencia. Y la hubo. Otra vez hicieron presencia los
encapuchados y mancharon con su actuar, la protesta. Eran dos marchas
en una en la ahora CDMX. Ambas desembocaron en el Zócalo. La primera
para urgir justicia por el asesinato del expresidente de Uruapan, don
Carlos Manzo y exigir seguridad para ese municipio y en todo el
Estado. Horas antes al día convocado, la señora Grecia Quiroz
García viuda de Manzo, presidenta municipal sustituta de Uruapan,
expresó en conferencia de prensa: “Nosotros no estamos encabezando
esa marcha”. La otra, más publicitada, fue organizada por la
Generación Z, que imita las protestas en otras naciones.
Solícitos
llegaron los apoyos de muchos dolientes por la pérdida del poder.
Uno a destacar fue Vicente Fox (el perdedor de la pensión
económica). De corazón aún joven (pertenece a la Generación de
Posguerra, 1928—1945), invitó a los ciudadanos a participar:
“…como un gran homenaje a un gran héroe, a don Carlos Manzo, por
quien me quito nuevamente el sombrero…” La primera vez que se lo
quitó fue días antes, con una imagen de la Virgen de Guadalupe de
fondo más una fotografía donde se intuye la imagen de un Papa.
Católico él a conveniencia.
La
Generación Z estuvo apenas representada el día 15. Los nacidos
entre 1997 y 2012 fueron una minoría. La mayoría de participantes
fueron adultos causando que un usuario de internet la señalara como
la “La Generación Z(enil)”, y otro de igual humor ácido,
como “La marcha del INAPAM” (Instituto Nacional para los Adultos
Mayores). La manifestación recordó a la Marea Rosa (en apoyo a
Xóchitl Gálvez) o la de Yo defiendo a mi INE, aunque en esta vez,
bastante disminuidas.
Horas
antes, la prensa, entre ellas TV Azteca, pasó imágenes en donde se
veía el Palacio Nacional resguardado, blindado por una valla
metálica de tres metros de altura. Manos anónimas pintaron la
palabra: narcoestado. La nota cargaba un deje de felicidad.
Las
imágenes de televisión dejaron ver a los manifestantes entrando a
un Zócalo prácticamente vacío. Conforme pasaron los minutos, la
llegada de los marchistas ocuparon ese espacio en un poco menos de la
mitad. En las tomas de cámaras instaladas en un hotel se observa que
el momento más concurrido fue de 12:00 a 13:00 h. De ahí en
adelante los encapuchados hicieron de las suyas. A partir de las
16:00 h, el Zócalo estaba vacío, resguardado por la fuerza del
orden. Las autoridades capitalinas informaron que asistieron 17 mil
personas. La prensa sólo dijo “cientos de manifestantes”.
Al
no haber responsables visibles de la convocatoria se demostró la
capacidad de manipulación hecha desde los medios. Intereses de todos
lados hicieron convergencia. Los encapuchados iniciaron el
derribamiento de las vallas de acero y la violencia afloró de
inmediato. Desde Palacio, la fuerza del orden les arrojó gas
pimienta, en tanto los encapuchados les lanzaron piedras, cohetones y
gritos altisonantes. Fueron horas de tensión.
El
Palacio de gobierno de Jalisco sufrió daños severos causados por
algunos de los marchistas, los encapuchados. Ellos derribaron la
antiquísima puerta y hubo detenidos. También los hubo en la
Capital.
Las demandas nunca fueron expuestas oficialmente. La excepción, en Casa Jalisco sí se entregó un pliego petitorio.
Por
la lectura de las pancartas que llevaban los manifestantes, sus
declaraciones, la violencia, las declaraciones de los políticos de
oposición, se concluye que el fin último de esta convocatoria es
recobrar el poder. Al no poderlo recuperar en las urnas, en la
democracia, están apostando por la violencia. Esa actitud es
reprobable. Se debe de señalar que otras pancartas que pedían
justicia y medicinas entre otras, fueron opacadas.
En marchas organizadas a favor de la derecha en política, los encapuchados brillan por su ausencia.
Si
se hacer un recuento de los gastos de propaganda en internet,
televisión, pancartas y tiempo hombre entre los asistentes, la
marcha fue un fracaso. El costo es altísimo.
Amenazan
con volver. ¿Quiénes? Esperemos que no sea la violencia.

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