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martes, 23 de septiembre de 2025

Y sucedió el milagro: la fiesta se hizo famosa por todos los rumbos

 




Fernando G. Castolo


En el cielo es más común observar cómo estalla la pólvora. "Ya huele a octubre", decían en mi casa. Las celebraciones en honor a Señor San José están a punto de llegar a su cénit. Todo el año, ansiosos esperamos el gran acontecimiento que nos convierte en nuestros propios protagonistas.



Somos los herederos; somos los que reafirmamos un juramento; somos los que soportamos la tradición... Somos la sonaja, el huarache, los listones multicolores; somos los que mantenemos viva la identidad zapotlense. Los bronces se funden con la música de chirimía que imponen ritmo a los peregrinos. Los coros sublimes elevan sus cantos festivos hacia el Altísimo.





Somos la unión familiar que, en torno al oloroso pozole y el ponche de granada, celebran la protección del Santo Patriarca... Pero, la fiesta Josefina en realidad es la significación del segundo Acabo, el de la cosecha, cuando reconocemos la bendición de la tierra y de sus productos que son alimento, por eso entusiasmamos la celebración, y la ofrendamos en un ramillete de flores convertido en Enroso.


Los chicotazos de los viejos de la danza pululan entre la niñez que, divertidos, entretejen sueños como ancestral herencia que vitalizan, año tras año, lo que somos y representamos más allá de épocas y fronteras. La espera terminó. "Ya huele a octubre"... Bienvenidos a Zapotlán!



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