Homero
Aguirre Enríquez
México fue incluido oficialmente
entre los países considerados como adversarios de Estados Unidos. La
fiscal general de Estados Unidos, Pam Bondi, hizo esta tonante
declaración: “Trump lo ha dicho alto y claro: ¡No nos dejaremos
intimidar y mantendremos a Estados Unidos seguro! No solo de Irán,
sino también de Rusia, China y México, de cualquier adversario
extranjero, ya sea que intente matarnos físicamente o mediante la
sobredosis de nuestros hijos con drogas”.
Cualquiera
medianamente informado sabe que la incorporación de México a esa
lista de “enemigos de Estados Unidos” implica el riesgo de sufrir
agresiones de todo tipo a nuestra integridad territorial y reducir
aún más los escasos márgenes que tenemos de vida independiente y
pacífica, por parte de la aún poderosa, aunque menguada, cabeza del
imperialismo mundial que siempre ha hecho preceder sus incursiones
territoriales en otros países de campañas para fabricarse un
enemigo a modo. A pesar de eso, la respuesta oficial se limitó a
sostener que la influyente funcionaria declarante “no está muy
informada”. De ahí en fuera, se extrañaron las voces de los
dirigentes del partido en el poder, del Congreso, que ahora dominan,
de los intelectuales morenistas, que en otras épocas pregonaron ser
críticos del imperialismo y revolucionarios a toda prueba, de los
altos mandatarios del sistema educativo y del Servicio Exterior,
entre otros antaño muy activos con la lengua.
Todos callaron
y voltearon hacia otro lado antes de que les cancelaran sus visas a
Estados Unidos.
En vez de una respuesta enérgica y un plan
profundo y realista para enfrentar la posible embestida que se
adivina en la postura de los vecinos del norte, en Morena avanza a
todo galope una política para controlar a la población mexicana
(con entregas de dinero para crear incondicionalidad en vez de
consciencia), vigilarla sin que lo sepa, congelar cualquier intento
de organización independiente, sumado al amenazante control que han
logrado del Poder Judicial. Así, mientras en el mundo los países,
aún a riesgo de grandes complicaciones, se definen y actúan
abiertamente como antiimperialistas o por lo menos partidarios de un
mundo que no sea dominado por una sola potencia, los mexicanos nos
enfrentamos a una política gubernamental y a un partido en el poder
(Morena) que arrincona cada vez más a la gente, la despolitiza al no
hablarles de los grandes problemas nacionales y mundiales, la
inmoviliza al no alertarla ni animarla a la resistencia de ningún
tipo, limitándola a llevarla a votar cuando se le requiere,
oponiéndoles barreras, que pueden llegar a convertirse en brutales,
a las capacidades organizativas de los movimientos reivindicatorios
que han surgido del seno del pueblo mexicano.
Un reciente
paquete de nuevas iniciativas de ley, aprobadas o en camino de ser
aprobadas por la aplanadora morenista en el Congreso, significarán
someter a los mexicanos a mayor vigilancia de sus movimientos,
rutinas y lista de amigos o conocidos. Por ejemplo, la Ley de la
Guardia Nacional recientemente aprobada en la Cámara de Diputados,
por iniciativa de la presidenta de la República, elimina el
requisito de autorización judicial para consultar datos conservados
de comunicaciones (por ejemplo, la lista de llamadas que entran y
salen de un celular) y geolocalización de dispositivos móviles (en
dónde y a qué hora estuvo cada uno de los mexicanos que usan
teléfono móvil). Igualmente, se autorizan las operaciones
encubiertas sin autorización judicial.
Junto con eso, se
aprobó la Ley de Investigación e Inteligencia, que “permite a las
instituciones de seguridad la interconexión, el acceso, la consulta
e integración de la información contenida en las bases de datos y
registros públicos y particulares que componen la Plataforma Central
de Inteligencia (…) En ese sentido, incluye a los particulares que
tengan a su cargo sistemas de inteligencia, bases de datos y
registros administrativos como datos vehiculares y de placas,
biométricos, telefónicos, de la propiedad y del comercio, de
personas morales, catastros, fiscales, de armas de fuego aseguradas o
decomisadas y de personas prestadoras de servicios de seguridad
privada”. Así pues, sin forzar la lógica, se aprueba y moderniza
un sistema de espionaje de libre acceso para las autoridades
morenistas, lo que además incluye que la Cédula Única de
Identificación Personal (CURP) será rediseñada para que todos
proporcionemos algunos datos biométricos como fotografía, huellas
digitales y en algunos casos escaneo del iris.
Así, pues, la
política interna de nuestro país se enrumba cada vez más hacia
acciones de control, adormecimiento y abusiva vigilancia de la
población, en vez de dirigirse a diseñar y aplicar una política de
educación y liberación económica y espiritual masivas de los
mexicanos, que nos permita explicarnos la pobreza y la desigualdad
que padecemos, así como las causas de los riesgos y amenazas que
enfrenta México en el mundo actual, que tienen como componentes
básicos la dependencia económica e ideológica respecto a Estados
Unidos; la fragilidad de nuestras capacidades de defensa, no por
falta de valor militar del pueblo de México, sino como consecuencia
de las dependencia arriba señaladas, que otros países ahora
señalados como adversarios de EEUU sí han superado mediante sus
luchas históricas.
Ha quedado claro que una tarea de ese
tamaño no podrá desempeñarla Morena ni está en su naturaleza como
partido que es el receptáculo de una buena cantidad de integrantes
de la tradicional clase política mexicana, casi en su totalidad
sometida a los hombres y mujeres del dinero, mexicanos,
estadounidenses y de otras nacionalidades. No hay plan ni acciones
para volver a México independiente, vigoroso, culto, bien preparado
científica, cultural y militarmente para mirarse cara a cara como
iguales con otros países del orbe. En vez de eso, se está creando
una maquinaria para espiar, amedrentar y censurar (ahí están para
demostrarlo las llamadas leyes censura de Puebla, Tamaulipas y
Campeche) a quien proteste o piense distinto, lo que facilitará el
trabajo a los que nos acechan desde el extranjero. Es nuestro deber
saberlo, entenderlo, difundirlo y, mediante la organización masiva
de millones de mexicanos conscientizados, resistirnos a los tiranos
locales y extranjeros.
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