Estamos seguros de que Dios quiere
que seamos felices, alegres y libres. No podemos endosar la creencia
de que la vida es un valle de lágrimas, aunque en ocasiones haya
sido justamente eso para muchos de nosotros. Pero es bien claro que
nosotros mismos forjamos nuestra propia desgracia. Dios no lo hizo.
Por lo tanto evite forjar deliberadamente una desgracia; pero si se
presentan dificultades, aprovéchelas como oportunidades para
demostrar la omnipotencia de Él.
Durante años yo creía en un
Dios castigador y lo culpaba a Él por mi desgracia. Me he dado
cuenta de que debo dejar las “armas” de mi ego a fin de tomar la
“herramienta” del programa de A.A. No me resisto al programa
porque es un regalo y yo nunca me he resistido a recibir un regalo.
Si algunas veces sigo resistiéndome, es porque todavía estoy
aferrado a mis viejas ideas y “…el resultado es nulo”.
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